Olatz Barriuso-El Correo

  • Los jeltzales buscan ceñir a los cauces internos el debate sobre su futuro, se encomiendan a Pradales y cruzan los dedos para que unas generales anticipadas no alteren su hoja de ruta

La semana en curso es, desde luego, la semana de Imanol Pradales, que reaparecerá hoy en público en la firma del acuerdo de gobierno entre el PNV y el PSE, se someterá mañana al debate de investidura y, ya bendecido por la mayoría absoluta del Parlamento, jurará el sábado como lehendakari en Gernika. Pero también es una semana intensa, qué duda cabe, para su partido, el PNV, que contempla el traspaso de poderes entre Urkullu y Pradales huérfano del sosiego -interno y externo- que hubiera deseado para este cambio de etapa.

Sabin Etxea, siempre acostumbrada al control férreo de los tempos políticos, no ha podido evitar que, tras el mal resultado de las elecciones europeas, el PNV y su futuro estén en boca de todos, propios y extraños. Como un partido más.

El pasado domingo, el ex diputado general de Bizkaia José Alberto Pradera criticaba en un artículo publicado en EL CORREO, el «error estratégico» de apoyar a Pedro Sánchez y a Sumar sin contrapartidas claras a cambio y proponía el regreso de Iñigo Urkullu para presidir el EBB y ayudar así «a encarrilar el futuro». El todavía lehendakari, que ayer presidió su último Consejo de Gobierno tras prodigarse en los últimos días en varios homenajes públicos a su trayectoria, sale de Ajuria Enea dolido con la dirección del partido, con quienes la relación se ha quebrado irremediablemente, pero no prevé, por el momento -para alivio de la cúpula jeltzale-, dar la batalla interna.

Ayer, el abogado Txema Montero, una de las cabezas pensantes históricas del ecosistema jeltzale tras su ruptura con HB en los noventa, escribía en ‘Deia’ un durísimo artículo, con notable eco interno, en el que además de poner en evidencia la estrategia «políticamente suicida» de sustentar la estructura del partido «en los presupuestos públicos o parapúblicos», alertaba del peligro que para el PNV entrañarían unas elecciones generales anticipadas a otoño, en las que, según su diagnóstico, la polarización PSOE-PP y el auge de Bildu podrían condenar a los jeltzales a la «irrelevancia» o incluso privarles del grupo parlamentario propio en Madrid.

Al margen de lo inclemente del vaticinio, Montero puso el dedo en la llaga: la incertidumbre sobre el desenlace del culebrón catalán y de la negociación con ERC para hacer president a Salvador Illa y sus posibles consecuencias en un final abrupto de la legislatura si Sánchez se queda sin aliados es ahora el principal condicionante que se cierne sobre el calendario jeltzale. El PNV necesita tiempo para rehacerse tras un ciclo electoral extenuante y a la baja y se encomienda a Pradales para que el foco se desplace al impulso que traerá su acción de gobierno, pero está por ver si la rueda del hámster diabólica que mueve la política en Madrid se lo concede.

Por el momento, el plan es, en primer lugar, intentar acallar el eco público del debate y ceñirlo a los cauces internos. Ese fue el mensaje que se trasladó en la Asamblea Nacional que el lunes aprobó por unanimidad la reedición de la coalición con los socialistas. Se pasó de puntillas sobre el espinoso asunto de la renovación interna y se aplazó hasta dentro de unas semanas, una vez que Pradales se haya asentado en Ajuria Enea, el diseño de la próxima Asamblea General, que podría abordarse en un EBB monográfico previsto para la segunda semana de julio.

La gran pregunta, sin embargo, es para cuándo se convocará el esperado cónclave, que se ha anunciado como una cita histórica con aroma a refundación al estilo de las de Iruña o Zestoa. Itxaso Atutxa, que suena como recambio si Andoni Ortuzar finalmente deja la presidencia, situó hace unos días la cita «en Navidad o en enero». Pero la posibilidad de que el calvario en el Parlament se alargue hasta agosto y de que Sánchez, en caso de repetición de las catalanas, las haga coincidir con otras generales en otoño, podría atrasar la convocatoria, cuyos plazos son flexibles, y empujarla hacia la «primavera» de 2025, ya con el horizonte electoral despejado.

La otra gran incógnita, por supuesto, es si servirá para dar carta de naturaleza a una estructura renovada de arriba abajo o si, al margen de los previsibles cambios en las ejecutivas territoriales de Gipuzkoa y Álava (Joseba Egibar y José Antonio Suso ya han anticipado su jubilación), los dirigentes actuales prolongan su mandato cuatro años más. La decisión es más que peliaguda y no está tomada. Pero el EBB cruza los dedos para que Sánchez no añada un quebradero de cabeza más a su exigente hoja de ruta.