El podemazo

IGNACIO CAMACHO, ABC – 06/11/14

· Unos cuantos millones de españoles han decidido darse el gusto de votar a Podemos pase lo que pase y pese a quien pese.

Ni solo jóvenes, ni solo perroflautas, ni solo de izquierdas. Unos cuantos millones de españoles han decidido darse el gustazo de votar a Podemos y lo van a hacer pase lo que pase y pese a quien le pese. Que les puede pesar también a ellos porque muchos lo harán en la presunción de que no va a ganar, como un voto de protesta, de rechazo o de castigo.

La corrupción y el agotamiento del sistema han generado un clima de ruptura que los perspicaces politólogos de la Complutense han sabido primero intuir, luego descifrar y por último utilizar como rampa de lanzamiento para su proyecto radical de populismo estatalista e igualitario. Los viejos partidos abotargados no detectaron lo que se movía bajo su averiado radar y ahora es demasiado tarde. Lo único que pueden hacer es tratar de medir el alcance del proyectil político que se les viene encima cargado de material inflamable.

Pueden ser tres millones de votos; con esa cifra el bipartidismo quedaría desestabilizado y directamente triturado si subiese hasta los cinco o más. A partir de siete sería una catarsis, pero nada es descartable ahora. No hay parámetros fiables de cálculo porque se trata de una sacudida sociológica visceral, impugnatoria, que crece con cada escándalo aupada en el eco de la televisión y las redes sociales. Lo que sí se sabe es que los electores declarados de Pablo Iglesias están blindados en su voluntad, refractarios a cualquier tipo de objeción o reparos refutacionales. Les rebotan las críticas a la ideología o al programa de Podemos; de hecho la mayoría lo sitúa como lo que es, un partido de extrema izquierda. Pero constituye la piedra elegida para lapidar un régimen en el que han dejado de creer. Unos por hartazgo, otros por utopía, otros por resentimiento o por revancha. Y no sienten miedo a un salto al vacío porque el verdadero vacío lo ven en este statuquo de política envilecida y de moral pública degradada.

Desde que irrumpió la nueva formación han decrecido, y mucho, las manifestaciones en España. Los contestatarios del post-15-M, los indignados que querían tomar el Congreso e incendiar la calle han aplacado su ira y esperan acariciando el voto el momento de desahogar en las urnas el malestar acumulado. Iglesias y los suyos lo saben y por eso descartan presentarse a las municipales: no quieren que la cólera desagüe en prematuras batallas menores. Pretenden utilizarla como combustible de un asalto al poder planificado con estrategia de ajedrez leninista. Si algo han demostrado hasta ahora es una poderosa inteligencia política, mucho más versátil que la de sus paquidérmicos adversarios.

Falta un año para las elecciones, una glaciación en estos tiempos volanderos de opiniones tornadizas. En ese plazo se va a ver si esta España descompuesta, desarticulada, débil, conserva algún rasgo de madurez o se merece a Podemos y su inquietante designio aventurerista.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 06/11/14