«El populismo no será algo pasajero porque las causas sociales están ahí»

EL MUNDO 09/05/17
FORO PENSAR [EN] ESPAÑA

Algunos de los mayores expertos españoles en el fenómeno del populismo coincidieron ayer en que mientras existan las causas del descontento social –la mayoría de ellas provocadas por las duras consecuencias de la crisis económica–, los populismos continuarán. «No son un fenómeno pasajero», advirtieron. En cambio, el Gobierno sí ve una luz para su fin. O, al menos, para la disminución de su influencia en España y Europa. El ministro portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, consideró que, si su auge está en gran medida provocado por la recesión económica, la «ventaja», es que «saliendo de la crisis», adoptado soluciones y grandes reformas de consenso, «podemos dar respuesta a muchos de los problemas» que plantean estos nuevos movimientos.

Así lo expresaron ayer durante una conferencia en el Espacio Bertelsmann de Madrid centrada en los populismos, dentro del foro Pensar [en] España, organizado ayer por EL MUNDO y Expansión y con la colaboración de Sagardoy Abogados. Participaron el ministro portavoz del Gobierno y los catedráticos José Luis Villacañas, José Luis Pardo y Gaspar Ariño.

En la mesa redonda, José Luis Villacañas, catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense, remarcó que el populismo, al igual que sucede con la fiebre en el cuerpo humano, revela algo «latente» que estaba en la sociedad. Por eso, subrayó la importancia de mirar lo que estaba «escondido», es decir, las causas. «Es fundamental no demonizar los populismos, sino prestarles atención, porque en el fondo revelan la verdad más profunda de nuestra sociedad», dijo. E insistió en que suponen una «válvula de escape» para muchas dimensiones que estaban ahí, y que los partidos no habían visto. «Podemos sentirnos suficientemente satisfechos de que el intensísimo grado de malestar y angustia siga canalizándose a través de movimientos políticos».

Villacañas comentó la etiqueta de que el populismo hace promesas que no puede cumplir, pero puso de relieve que «la democracia se basa en una promesa incumplida, que es la promesa de que todo individuo está en condiciones de deber su felicidad a sí mismo en ciertas condiciones de igualdad». «Nuestra democracia está incumpliendo sus promesas», alertó. Por eso, llamó a no «despreciar» a la inmensa cantidad de ciudadanos que «se toma en serio cumplirlas cambiando a sus representantes».

A su juicio, Podemos ha sido atacado de forma «sobredimensionada» por la clase política y dio el porqué: «Hace mucho que esta clase política no conocía la lucha política de verdad» porque estaba «extraordinariamente adaptada» y desprendida de sus «arsenales morales». En su opinión, la irrupción de Podemos ha generado «nerviosismo» en los viejos partidos porque llevan 30 años acomodados en ese papel. De ahí que su conclusión sea que Podemos revela ante todo «el estado de la estructura de la representación política del país».

José Luis Pardo, catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, señaló que el populismo es el «síntoma» de un problema que aprovecha principalmente la «construcción de un enemigo» para abrirse paso. «Ha calado la idea de que el populismo es algo malo, pero ha calado también la idea de que es para defenderte de algo que es peor», dijo. Unos males que podrían ser la corrupción o la desigualdad.

Pardo explicó que no por perder el trabajo una persona «pasa a votar a Le Pen», sino que es después cuando lo hace, cuando se le señala un responsable de todas las frustraciones y descontentos sociales. Y vota bajo la promesa de que combatir al responsable señalado supondrá la solución a sus problemas. En cuanto al freno al populismo, Pardo avisó de que no se le neutraliza señalándolo, sino que «hay que comprender que está presente y que hay mucho antisistema en el corazón del sistema».

Por su parte, Gaspar Ariño, catedrático de Derecho, fue más escéptico que Méndez de Vigo sobre el final de los populismos con la recuperación económica. «Mientras existan las causas de este descontento social, los populismos continuarán. No son un fenómenos pasajero como dice el ministro, sino preocupante, porque las causas siguen ahí», afirmó.

Ariño fue particularmente crítico con Podemos. Si bien reconoció sus «raíces democráticas», expresó sus dudas «hasta cuándo». «Si el populismo español tuviera la mayoría no sé si el respeto a las minorías se mantendría mucho tiempo o no. Tengo mis dudas porque sus raíces y por sus pares en otros países que defienden», abundó. Asimismo, rechazó lo que llamó la «soberanía de la multitud», que subordina la ley a la aceptación del pueblo a través de los referendos.

«La única ideología del populismo es ganar. No es asalto a los cielos, sino ganar. La única manera de cambiar el orden social y hacer la revolución que llevan dentro es ocupar las instituciones y luego someterlas a un control dictatorial», avisó Ariño.

Por su parte, Méndez de Vigo –que hizo la introducción al debate– comenzó haciendo una mención a la actualidad para celebrar el «alivio colectivo» que siente Europa por la victoria de Emmanuel Macron frente a la ultraderechista Marine Le Pen en las elecciones francesas. Una inyección de optimismo contra el avance de los movimientos xenófobos y populistas en Europa.

Méndez de Vigo advirtió de que el «objetivo» que caracteriza a los populismos es «alcanzar el poder destruyendo lo que hay», mientras que otros movimientos, como el de Macron, plantean «reformar el sistema».

Pese a considerar que hay ese fin común en todos los populismos, Méndez de Vigo detalló que hay distintos tipos, y que éstos se pueden agrupar en función de su localización geográfica. En su explicación, señaló que en los países europeos del norte están caracterizados por el nacionalismo, la identidad y el aislacionismo político y económico; mientras que en los países del sur de Europa «atacan a la raíz del sistema» culpabilizando a las élites y a Bruselas de los problemas derivados, principalmente, por las durísimas consecuencias de la crisis.

El ministro portavoz planteó principalmente tres líneas de actuación para frenar a los populistas. En primer lugar, la «defensa» del sistema político «basado en la democracia representativa». Algo que, a su juicio, partidos como Podemos «ponen en solfa» con su idea de someter permanentemente a consulta distintas cuestiones. La democracia representativa, dijo, en lugar de la directa, es «la mejor manera de preservar las ideas» y de actuar de manera «responsable». «La mayor unión entre representantes y representados incluye una falacia. No se puede preguntar por cuestiones complejas», alertó, porque los electores «no se mueven por la pregunta sino por otras variables bien distintas». Lo que conlleva riesgos.

El segundo eje sería la defensa de la sociedad del bienestar, el crecimiento integrador y el progreso social. Ahora con el reto de afrontar la globalización y la era digital. Y, la tercera gran línea de actuación, sería «apostar» por el compromiso con el proyecto de la Unión Europea. «Justo lo contrario que han hecho los populistas, que ven en Europa a la culpable de todo», recalcó el ministro.

POPULISMO Y ECONOMÍA

· «Asistimos al nacimiento de un nuevo régimen de política social y económica»

El verdadero impacto de una crisis económica no se mide durante su transcurso, sino al término, cuando su virulencia amaina y emergen las consecuencias que ha provocado. El malestar social y el auge de los populismos se cuentan entre los efectos de la última crisis; ambos factores se retroalimentan y están detrás del nacimiento de un nuevo régimen de política económica y social que podría marcar las próximas décadas en Europa.

Ésta es una de las conclusiones que expuso el presidente del Círculo de Economía, Antón Costas, en el V Foro Pensar en España: Populismos, organizado ayer por EL MUNDO y Expansión, que también contó con la participación de expertos como Lorenzo Bernaldo de Quirós, Benito Arruñada y César Molinas.

Costas no cree que la crisis haya constituido en sí misma un caldo de cultivo para los populismos, sino que éstos vienen de atrás, de la mala distribución de la riqueza en las sociedades occidentales.

El malestar social generado por esa desigualdad «está secando el pegamento que las mantiene unidas» y está provocando un «viraje del ciclo político económico largo» que configurará el escenario de las próximas décadas, de la misma manera que ocurrió tras la II Guerra Mundial o en la década de los 70. «Es necesario recomponer los regímenes de políticas económicas, lo cual implica reconstruir el pegamento de las sociedades liberales mediante la introducción de mayor competencia. El reto de la izquierda y del populismo en este sentido es comprender que esa competencia no es mala», añadió Costas.

Los expertos coincidieron en que el populismo tiene reflejo en la economía y «está impregnando la toma de decisiones de los partidos», dijoBenito Arruñada, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. En su opinión, hay que evitar el análisis maniqueo que plantean los mensajes populistas y analizar las causas de lo ocurrido para «tomar decisiones, no para hacer retoques». Para Lorenzo Bernaldo de Quirós, presidente y socio de la consultora Freemarket Corporate Intelligence, el mensaje que lanzan los movimientos populistas constituye «una falacia» que se torna insuficiente para construir una alternativa sólida al capitalismo. En España, la última manifestación del populismo está encarnada en Podemos y Quirós se mostró muy tajante a la hora de definirlo como «violento». «Quieren subvertir el modelo económico» del país, dijo.

En este contexto, ¿es la UE el problema o la solución frente a los populismos? Ni una cosa ni la otra, o las dos a la vez. Bien por falta de voluntad, bien por falta de instrumentos, la Unión no siempre ha sabido responder a los desafíos que le planteaban los cambios. «Lo extraño no es que surjan populismos, sino que sean pacíficos y que estén dispuestos a aceptar las reglas», apuntó el economista César Molinas, consejero de Cross Road Biotech. Ante la falta de respuesta europea, Antón Costas considera «comprensible» que los ciudadanos busquen la protección de los estados, por eso contempla un futuro «difícil» para la UE si no es capaz de «establecer algún tipo de mecanismo de contrato social».