El «president» que no nos quiso demasiado

SALVADOR SOSTRES – ABC – 15/11/15

Salvador Sostres
Salvador Sostres

· Mas se precipita al abismo de repetir las elecciones o de una presidencia tremendamente mermada e inestable por sus concesiones a la CUP.

· Los motivos de Mas «Sabemos que quiere ser presidente a cualquier precio, pero nunca nos ha explicado por qué».
· Acuerdo fallido «En 2006 vendió el Estatuto catalán a cambio de la presidencia y ni así la obtuvo».
· Lecciones de democracia Las mayorías en nombre de las que tantas lecciones quiso darle a Rajoy se han demostrado inexistentes.

Cuando el diputado Joan Ridao se reunió con el entonces secretario general de su partido, Xavier Vendrell, para que le apoyara en su afán por conseguir la presidencia de Esquerra, Vendrell le respondió: «Te ayudaré en lo que quieras, pero no vas a conseguirlo». Ridao le preguntó, extrañado, por qué estaba tan seguro, y ésta fue la respuesta que obtuvo: «Porque no quieres a nadie, Joan. Piensa en las personas a las que quieres, y piensa que son las mismas que te quieren a ti. Y con estas cifras no se llega a presidente».

Artur Mas es el presidente que nunca nos quiso demasiado. Sabemos que quiere ser presidente, y que quiere serlo a cualquier precio, pero nunca nos ha explicado por qué. Mas tiene una idea muy clara de su presidencia, pero ninguna idea concreta de lo que es Cataluña, ni lo que tendría que ser, como quedó claro en 2006, cuando se fue a La Moncloa a recortar el Estatut a cambio de que Zapatero le asegurara el apoyo del PSC para ser presidente; el mismo Estatut que él había forzado un año antes, llevando al PSC al límite y dejando en mal lugar a ERC, a quien le atribuía la autoría intelectual –y resentida– del tripartito.

Mas busca como un galeón perdido en la tormenta que los catalanes le queramos, pero él nunca nos ha querido. Nunca le hemos gustado. Nunca le hemos interesado por nada más que por nuestro sufragio. Es su actitud política, pero sobre todo su actitud vital, que tiene mucho que ver con que fuera alumno de la escuela Aula, que instruye los chicos mucho más en los mecanismos de la disciplina que en la enseñanza de su valor y en el criterio para usarla, creando de este modo curiosos ciudadanos planos, a los que como a la mascota olímpica Cobi, la tercera dimensión suele faltarles. Chavales competentes pero robotizados, con indiscutibles habilidades, pero con una decidida dificultad para la empatía.

Por ello Mas se relaciona con la política como un gestor, con su tacticismo entrañable y sus maneras de contable, en lugar de proyectarse en ella y de cargar con la Cruz, en la conciencia de que todos los sentimientos están resumidos en el Calvario. Mas es como esos amantes más satisfechos de la precisión con que se han colocado la protección que del placer ofrendado o recibido. Su imaginario personal es un monumento al tedio, y su conversación, política o mundana, nunca es estimulante: si Mas escribiera lo que dice tendría que recurrir a cada paso a las palabras en cursiva y a los puntos suspensivos, y nadie tomaría en serio tal colección de «purple patches»

Ideas variables

Lo que define la calidad de nuestra vida intelectual –Jaime Gil de Biedma lo dice– no son las ideas sino el tipo de relación que mantenemos con ellas. Y si es cierto que algunas ideas de Mas han cambiado mucho en poco tiempo, su relación con ellas sigue siendo igual de robótica y profiláctica.

Si en 2006 vendió el «Estatut» a cambio de la presidencia –y ni así la obtuvo– en estos días complicados –según sentencia del Rey– ha vendido el centro derecha, lo poco que quedaba en pie de su partido y el prestigio de la presidencia de la Generalitat, vaciándola de contenido con tres vicepresidencias, y también de dignidad con la prometida moción de confianza para el mes de julio, elevando a unos comunistas prepolíticos a guardianes de la democracia, ellos que defienden los dogmas y los regímenes que más intensamente la machacaron.

Mas nunca nos quiso demasiado, y estos últimos días lo ha demostrado prefiriendo su raquítica presidencia a nuestro más elemental bienestar, traficando con nuestra suerte, con nuestra ciudadanía y con nuestra libertad sin el menor afecto, sin el menor respeto, pisoteando nuestro mundo capitalista y por lo tanto libre, para lograr su presidencia, por él mismo devaluada con sus absurdas e inútiles concesiones.

Nos quiere tan poco, y se siente tan inseguro de nuestro amor, que obligó a Esquerra –con la misma presión y amenazas que ahora no le están funcionando con la CUP– a que se fusionara en una candidatura unitaria, para que no pudiéramos castigar o apoyar a Convergència por sus casos de corrupción, que él dice que no existen y que simplemente son ataques del Estado; y por el mismo motivo, y por el mismo desprecio, no se atrevió a encabezar su lista electoral y se escondió en una vergonzosa cuarta posición, como los tarados de Twitter que se ocultan en el anonimato porque o bien se avergüenzan de quienes son, o bien de lo que escriben, y no quieren que les descubramos.

Oportunismo

Seguramente por ello, en la última encuesta de la Generalitat, la candidatura de Mas se estanca y la CUP se dispara. Porque la CUP se dirige con sinceridad y coherencia a su electorado, aguantando su posición aunque sea al precio de alguna incomprensión; y en cambio a Mas se le ve el oportunismo, el manguito del contable, lo poco que nos quiere, y lo mucho que está dispuesto a suplicar. ¿Quién querría un presidente así? ¿Qué liderazgo podría encarnar? ¿Por qué tendríamos que confiar en alguien que podría vendernos a la vuelta de la esquina, como siempre ha hecho, cuando con una oferta más suculenta le han tentado?

Mas está recogiendo lo que ha sembrado. Los intelectuales mediocres de los que siempre se rodeó –por pereza, por ser baratos y por falta de gusto– comparecen en el debate con toda su vulgaridad, siendo incapaces de sostener ninguna idea redentora ni de construir el más mínimo argumento que inspire el deseo de un mundo mejor. Su demagogia fiscal palidece en el guiñol de las más delirantes majaderías de los antisistema. Las mayorías en nombre de las que tantas lecciones de democracia quiso darle al presidente Rajoy se han demostrado inexistentes, y mientras sus peones intentan en público negar la evidencia de los últimos resultados electorales, admiten en privado que fracasaron, que Europa no entendería que forzaran la independencia con menos de la mitad de los votos, y que lo único que pueden hacer es tensar la cuerda y provocar al Gobierno por ver si comete algún error irreparable que obligue a la comunidad internacional a comparecer como mediadora.

Mas nos quiere tan poco que prefiere vendernos a la ominosa locura anticapitalista aunque sea al precio de acabar con nuestra prosperidad, que permitir que votemos de nuevo y podamos decidir si queremos continuar despeñándonos con su aventura o si nos hemos cansado ya de hacer el ridículo y volvemos a votar por fin como personas responsables y adultas.

SALVADOR SOSTRES – ABC – 15/11/15