El profeta y las bombas

Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 4/11/11

La actitud comprensiva hacia los musulmanes que se sienten ofendidos por unas caricaturas o una película, sólo puede dar alas a los autores de atentados como el que acaba de sufrir ‘Charlie Hebdo’.

Incendiada y destruida la redacción de su semanario tras publicar un especial titulado «Charia Hebdo», en honor al triunfo islamista que ha traído la «primavera árabe», su director declaraba: «Si lo que les ha molestado es el dibujo del profeta, tengo que decirles a esos imbéciles que la semana pasada en Charlie Hebdo ya salía un dibujo del profeta». Se lo perdieron. Un colaborador abundaba: «No entendemos el atentado. Se nota que quien lo ha hecho no ha hojeado la revista». Y aún otro: «Lo más curioso es que el dibujo del profeta no es nada ofensivo y le representa como un tipo simpático». Sin embargo, como en cualquier atentado terrorista, es inútil buscar la causa en lo que haya hecho la víctima. «Algo habrá hecho», decían aquí quienes deseaban justificar un asesinato de ETA. Y no. El ataque al semanario, no importa cómo de guapo o de feo representara a Mahoma, es una nueva estación de la campaña de coacción y amedrentamiento que los islamistas libran contra la libertad de expresión en Europa.

Esa libertad tiene, desde luego, límites, pero límites que recoge el Código Penal y se dirimen en los tribunales. Los extremistas musulmanes, como es notorio, acuden a la bomba, el cóctel molotov, la amenaza de muerte y el asesinato: Theo van Gogh. La policía perseguirá esos delitos, pero ¿y la política? La política se encuentra dividida. Tras la publicación de las caricaturas de Mahoma en el Jylland Posten danés, la posición de la izquierda quedó expresada en la carta escrita al alimón por Zapatero y Erdogan. Publicar esas viñetas, decían, «puede ser perfectamente legal», pero «no es indiferente y, por tanto, debería ser rechazada desde un punto de vista moral y político». Pedían, así, «respeto por las diferentes sensibilidades», que es el mismo sentimentalismo que decora las prohibiciones impuestas por la corrección política. Desde esa perspectiva, para la izquierda es natural aceptar y hacer suyos los tabúes islámicos. Y salva la contradicción con sus arrebatos laicistas por el procedimiento de hacer del Islam una cultura: no es religión.

La actitud comprensiva hacia los musulmanes que se sienten ofendidos por unas caricaturas o una película, sólo puede dar alas a los autores de atentados como el que acaba de sufrir Charlie Hebdo. Y, de paso, incentiva que otros grupos religiosos exijan igualdad de trato, esto es, que se extienda también a ellos la condición de «intocables». Por esa vía, adiós a la libertad de expresión.

Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 4/11/11