El pueblo unido

DAVID GISTAU, ABC – 19/11/14

· OTAN no, dicen los modernos. Y suerte que no queda un Pacto de Varsovia en el que solicitar la incorporación.

Pero cómo no vamos a tener miedo de Podemos si ya ha resucitado la canción protesta y el viejo grafiti del OTAN no, bases fuera. Entrañable atrezo de mi adolesdencia, por cierto, cuando los militantes de la clase decían ahormar las bambas nuevas para que no les hicieran llaga en la marcha anual a Torrejón que se convocaba para expulsar a esos militares norteamericanos que al final dejaron en el Encinar de los Reyes unos chaletitos en los que se echa de menos una tarta de manzana enfriando en la ventana.

No voy a tratar de explicarme cómo moteja a los demás de «lo viejo» y cómo se las arregla para pasar por nuevo un movimiento que canta con el puñito en alto «El pueblo unido jamás será vencido». Un ripio de cuando en Atocha había «scalextric» cuyo proustiano poder evocador alcanza a Salvador Allende, las manifestaciones en Madrid contra la visita de Reagan y hasta aquellas primeras novias que te hablaban de «Rayuela» como de un descubrimiento.

Pero lo que uno empieza a temer de Podemos no es la insensatez de las propuestas, ni la posibilidad de que España quede enajenada y autoexcluida en todo ámbito occidental, ni el ansia de venganza social que lo encumbra, sino que traiga un mundo en el que, si te llaman a la puerta a las tres de la madrugada, abres y es Javier Krahe con los de Palacagüina. OTAN no, dicen los modernos. Y suerte que no queda un Pacto de Varsovia en el que solicitar la incorporación. Podemos es de cuando el Madrid de los Garcías y Umbral en Florida Park, precursor de Gambardella.

Un amigo periodista, que algunas nostalgias militantes mantendrá encendidas en su interior profundo, me dijo que Podemos lo está rejuveneciendo y de pronto se acuerda de cuando él también se creía puro y utópico. Podemos, por más que pretenda carecer de pasado y tener el futuro sólo por delante, va a resultar ser el Rosebud de la vieja izquierda del posfranquismo, la que acaso arrastre por su degradación con Felipe un cierto complejo de culpa que esta segunda oportunidad le permite expiar.

En ese sentido, Podemos no aspiraría a liquidar la Transición y el régimen constitucional, sino a rehacerlos, como Zapatero quiso alterar retrospectivamente el resultado de la guerra, empezando por devolvernos al tiempo de los cantautores. Creíamos que deseaban controlar el final de un régimen fatigado para introducirnos en el siguiente. Y de lo que en realidad se trata, como en «Goodbye Lenin», es de convertir España en un parque temático del posfranquismo en el que volver a fabricar los cimientos de ese sistema del que Pablo Iglesias ya dijo que fue un engaño «lampedusiano» para que el franquismo perdurara disfrazado de otra cosa. Luego agregó que ETA tenía el mérito de haber comprendido esto antes que nadie en la izquierda.

Vuelven los cantautores como ectoplasmas convocados en una «oui-ja». Tengo miedo de cruzarme con un Seiscientos conducido por mi padre más joven que yo.

DAVID GISTAU, ABC – 19/11/14