El tupé de Ortuzar

EL CORREO  18/03/15
ALBERTO AYALA

· Si estos días se habla de corrupción en Euskadi, algo tienen que ver personas y actuaciones del PNV

El PNV parece estar nervioso. Razones, ciertamente, no le faltan. Sólo así cabe entender algunas sobreactuaciones que se han producido en los últimos días y que han tenido como protagonistas a sus dos principales cabezas visibles: el lehendakari Iñigo Urkullu y el presidente del EBB, Andoni Ortuzar.


· Cómo es posible que De Miguel abriera puertas para sus negocios, todas ellas guardadas por el partido, y que no llegara a oídos del EBB

Los jeltzales, en su regreso a Ajuria Enea, van camino de rubricar una legislatura menor, de tránsito hacia tiempos más propicios. Por otra parte, en Madrid, Rajoy ha cerrado a cal y canto su puerta a las demandas peneuvistas. Y las posibilidades de que los diputados nacionalistas vuelvan a ser a corto plazo determinantes en la política nacional cotizan a la baja, en paralelo a la probable sustitución del bipartidismo por otro modelo con, parece, cuatro grandes actores protagonistas.

En unas semanas, el 24 de mayo, los jeltzales, como los demás partidos, se juegan las alubias de los próximo años en unas elecciones municipales y forales con nuevos contendientes en la línea de salida, que aspiran (esencialmente Podemos y ya veremos si llega a tiempo a Euskadi la ola de Ciudadanos) a una parte del pastel que hoy se reparten las cuatro formaciones de centro-derecha e izquierda de ámbito vasco y estatal. Además, los escándalos empiezan a menudear también en la política vasca.

Cuando tienen problemas de este tipo los partidos acostumbran a embarrar el terreno de juego y a echar balones fuera. Es lo que se han hartado de hacer el PP, el PSOE o CiU. Y es lo que practica estos días el PNV. ¿Comprensible? Lamentablemente puede que para algunos sea así. ¿Justificable? En modo alguno.

Después de cinco años de indagaciones judiciales, en las que ni juez ni fiscal han contado con un apoyo policial precisamente entusiasta, ni en número ni en disposición, a tenor de algunas manifestaciones públicas, la semana pasada se cerraba la fase de instrucción del ‘caso De Miguel’. En total veintiséis encausados, veinte de ellos exburukides, excargos y militantes jeltzales, a los que se atribuye la comisión de hasta once delitos.

¿La respuesta del PNV? Que el partido ha tenido un comportamiento «ejemplar» en el asunto, en versión del lehendakari. Que no se qué mano negra intenta manchar el nombre del PNV y que hay «un deseo insano» de demostrar que hay corrupción en Euskadi, para Ortuzar. Como diría el expresidente jeltzale Xabier Arzalluz «hay que tener tupé» (atrevimiento, desfachatez, según el diccionario).

Es cierto que cuando estalló el caso el EBB exigió el carné a los principales encausados, lo que sólo consiguió medio año después. Pero, cómo es posible que De Miguel y los suyos abrieran puertas para sus negocios aquí y allá, todas ellas guardadas por el partido, y que no llegara a oídos del EBB. Al menos será responsabilidad peneuvista el no haberse olido nada y haber permitido así que algunos de los suyos protagonizaran unos cuantos presuntos desmanes y en instituciones gobernadas por el PNV.

Como lo será, digo yo, el haber utilizado el peso de sus diputados en Madrid para rascar al Gobierno central unas cuantas decenas de millones de euros para dos proyectos con el sello del PNV, Epsilon e Hiriko. Iniciativas que han terminado en un sonoro fiasco, no en un simple fracaso empresarial, como se empeña el Gobierno Urkullu. Y es que a los jeltzales se les olvida que estos planes sí han reportado beneficios, pero exclusivamente a nombres y empresas de su órbita.

En lugar de tanta tinta de calamar, de tanto eufemismo, si el PNV quiere demostrar que su comportamiento es diferente al que exhíben desde hace años populares y socialistas haría bien en admitir que, desgraciadamente, en Euskadi no estamos libres de episodios digamos que poco edificantes. Y luego pedir disculpas a los ciudadanos por su responsabilidad en esos casos fuera por acción o por omisión.