El voto de los ángeles

IGNACIO CAMACHO, ABC – 06/10/14

· Surrealismo político: un partido de gobierno incapaz de decidir qué votar en una votación que no puede celebrarse.

Unió Democratica de Catalunya, el pequeño partido de Duran Lleida, es independentista los martes, jueves y sábados, y el resto de la semana coquetea con la aspiración confederal, que es la posición menos extrema del soberanismo: quedarse en España pero con un pie fuera, más o menos. La U de CiU tiene en el Gobierno de Artur Mas dos consejeros y una vicepresidenta –que no es poca cuota de poder– consagrados a organizar una consulta prohibida, y dirige bastante ayuntamientos en los que prende la llama sagrada de la secesión.

Pero al tratarse de una organización de origen democristiano tiende a rodearse de una cierta ambigüedad casi metafísica, a escindir su conciencia como el Verbo uno y trino, a permitir que su mano derecha desconozca lo que hace la izquierda. Eso que en lenguaje popular, en el castellano vulgar y aquilatado que decía Celaya, se viene a llamar hacerse la picha un lío.

Ayer Unió organizó una sesión de su consejo directivo, un cónclave, para dirimir su posición sobre el referéndum. No sobre el acatamiento de la suspensión, que ni se plantea, sino sobre el sentido de un voto que no pueden emitir. Discutieron los dirigentes acalorados como en un concilio sobre el sexo de los ángeles, y finalmente adoptaron una solución muy ecuménica: que cada uno vote lo que quiera. Teniendo en cuenta que no va a haber votación se trata de la postura más comprometida posible.

Pero el gen democristiano exigía enredarse un poco más en la ontología de la nada. Así que definieron que en la doble pregunta que nadie responderá hay que votar primero sí y luego ya veremos. El primer sí es, según este enredado solipsismo, al Estado confederal, y el segundo a la secesión pura, que ya les parece cosa de mayor compromiso y prefieren dejarla al libre albedrío de sus seguidores. Libertad de voto, dicen. Traducción: enredados en un dilema absurdo han sido incapaces de ponerse de acuerdo consigo mismos.

Veamos. La libertad de voto no la tiene que conceder nadie en democracia: de suyo cada cual vota lo que le viene en gana. Se llama, esto sí, derecho a decidir, y sólo los muy sectarios, los que no saben pensar por sí mismos, necesitan la orientación de sus jefes erigidos en gurús o pastores de conciencias. Sólo que en este sistema uno no vota cuando quiere sino cuando corresponde; cuando lo permite la ley. Y no es el caso. No toca, que decía aquel hombre… ¿cómo se llamaba? Ah, sí: Pujol.

He aquí pues un ejercicio portentoso del surrealismo político que se ha apoderado de la vida pública catalana. Un partido de gobierno, obligado a obedecer la ley, dedica un enconado debate sinodal a otorgar a sus militantes una libertad que de todos modos ya tienen… para participar en una votación que no se va a celebrar. Cosas de democristianos. Con la de actividades, incluida la de ir a misa, que se pueden realizar un (plácido) domingo por la mañana.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 06/10/14