En su burbuja

La transmisión eficaz de la ideología nacionalista más radical se basa en hacer interiorizar precozmente dos o tres ideas sencillas, que hagan creer después que es preciso incluso matar a seres humanos por ellas. Ahora sabemos más que en los años en que ‘Txeroki’ era un niño. Los padres pueden evitar que los chavales de hoy terminen como él.

La primera vez que escuché el nombre de Garikoitz fue en la ikastola de Hernani donde estudiaba. Eran los primeros años 70 y creo recordar que una de nuestras profesoras había llamado así a su hijo recién nacido, Garikoitz. En aquellos años ese nombre sonaba a recién estrenado, al cambio de los tiempos que se avecinaban, a un movimiento intenso de apertura de nuevas ikastolas.

Garikoitz Aspiazu Rubina, más conocido como Txeroki, nació en los primeros años 70 y se educó en una ikastola del barrio de Santutxu en Bilbao. Seguramente, antes de los 12 años ya había interiorizado los dogmas fundamentales que le han acompañado hasta hoy. El último informe del Defensor del Pueblo vasco establece claramente la precocidad del adoctrinamiento de niños en ciertos entornos. La transmisión eficaz de la ideología nacionalista más radical se basa precisamente en la precocidad de hacer interiorizar dos o tres ideas sencillas, que hagan creer después que es preciso incluso matar a seres humanos por ellas.

En febrero de 2005, Garikoitz Aspiazu escribió a un comando que actuaba en su provincia natal indicándoles que «tenemos que poner muertos encima de la mesa. Cuanto antes. Tenemos que poner patas arriba a un enemigo uniformado, da lo mismo el uniforme y dónde. En esta situación quedará de la hostia y nos dará mucha fuerza». No sé exactamente a qué situación se refería, pero en febrero de 2005 los terroristas preparaban ya la última tregua. En cualquier caso, para los ‘txerokis’ del País Vasco matar a una persona es un hecho plenamente consciente, que sirve para acumular más fuerza y condicionar la vida política. Yo creo sinceramente que nunca debería resultar impune algo así. Ni eficaz.

Garikoitz ha provocado mucho daño en su carrera como inductor de asesinatos y habría causado mucho más si le hubiera acompañado la suerte. Ha arruinado su vida. Sus palabras en la Audiencia Nacional lo muestran encerrado en la burbuja interior de odio e insensibilidad. Tal vez dentro de 10 ó 15 años descubra además el espanto moral. Ahora sabemos más que en los años en que Garikoitz era un niño y aprendió a amar desaforadamente una visión de la realidad. Hay padres que pueden evitar que los chavales que tienen ahora entre 10 y 12 terminen como él.

Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 23/9/2009