Enfermedad política

¿Por qué centran el debate político en Bildu? Es un tema fácil: como no saben afrontar la deuda de los ayuntamientos a las empresas, ni el gravísimo problema de las competencias y la financiación municipal, tiran por elevación. ¿Es una enfermedad social del país? No lo descarto. Pero sobre todo es una enfermedad de la clase política.

Hemos perdido encanto. La ilusión política es una mera nostalgia. Estamos en vísperas de unas elecciones locales, de elegir a los alcaldes y corporaciones que cuidarán nuestros intereses más próximos, y la política española vive de espaldas a esa realidad. Los grandes dirigentes acuden a mítines en pueblos y ciudades, es cierto; pero su mensaje es distante. Piensan en el gobierno del Estado, no en los gobiernos de los ciudadanos. El cronista recuerda las elecciones municipales de la transición: las esperanzas que había, el aliento popular de cambio o confirmación de cargos municipales, incluso la oportunidad de limpieza de corrupciones. Hoy, visto desde el barullo político central, de aquello no queda nada. Todo es aspiración de poder.

El ejemplo paradigmático es cuanto ocurre con los independentistas vascos de Bildu. Parece que no hay otra formación política en estas elecciones. En Madrid, desde donde escribo, está cada día en las portadas, en los editoriales y en las columnas. Se escribe más de esa coalición que de cualquier acontecimiento público. Los periodistas le hacemos una propaganda electoral gratuita que ya quisieran Trias y Hereu. Mientras se escudriñan todos los aspectos legales, pasos e intenciones de esos filoetarras, puede pasar perfectamente inadvertido el superávit de la Seguridad Social. Y en el mensaje político, igual. Llega, por ejemplo, el señor Aznar a Salamanca, donde el sentimiento abertzale debe ser perfectamente descriptible, ¿y de qué habla? ¡De Bildu! O eso es, por lo menos, lo que sale en televisión.

¿Esto es una enfermedad social de este país? No lo descarto. Pero es, sobre todo, una enfermedad de la clase política. ¿Por qué centran el debate político en Bildu? Primero, porque es un tema fácil: como no saben qué decir sobre la deuda de los ayuntamientos a las empresas, ni saben afrontar el gravísimo problema de las competencias y la financiación municipal, tiran por elevación. Y segundo, porque el PP, todavía recalentado por la última manifestación donde se pidió la cárcel para Rubalcaba, entiende que ahí hay material para conectar con la sociedad más sensible ante el terrorismo. Y en ese sentido, Rajoy hace una jugada: deja que emerjan los discursos y personajes más radicales para garantizarse el voto de la España más intransigente.

Naturalmente, el PSOE, que está a la que salta, ve el resquicio y se lanza por un camino cuya rentabilidad tiene ensayada: situar al PP en la extrema derecha, en un intento de apropiarse de la moderación, que es donde está la mayoría. Eso explica la dureza de los mítines y la conversión de un asunto vasco en eje de la política estatal. Ya me dirán ustedes qué entusiasmo puede provocar Bildu en mi municipio lucense, donde aspiran a una residencia de ancianos, o en cualquier municipio catalán, donde les quita el sueño el alcance de los recortes obligados del señor Mas.

Fernando Ónega, LA VANGUARDIA, 28/4/2011