Envainarse la inoxcrom

ABC 15/10/14
DAVID GISTAU

· Mas se acerca a la condición de juguete roto que en la senectud arengará a las masas mientras le arriman a la boca la cuchara de papilla

USTEDES tal vez conozcan el chiste del hombre que, mientras se masturba y bebe gaseosa de la botella, exclama: «¡Esto es vida, champán y mujeres!». Hay una diferencia igual de patética entre el Artur Mas que envió al museo de los hitos históricos la Inoxcrom con la que firmó la cita de Cataluña con su destino para un 9 de noviembre y el que finalmente, después de palpar apenas la rugosa piel de un rinoceronte reticente –el Estado–, convoca ahora un simulacro de sucedáneo de consulta de fogueo con votos depositados en cartones de leche y con el mismo empaque trascendental que una encuesta acerca de qué es preferible en vacaciones, playa o montaña. «¡Esto es historia, referéndum y libertad!». Mas afloja, se acerca a la condición de juguete roto que en la senectud arengará a las masas mientras le arriman a la boca la cuchara de papilla, y por añadidura confiere a Rajoy una aureola de taimado estadista que tan sólo proviene de la comparación entre los diferentes grados de autoparodia. Cómo serán las paradojas a las que Mas (el Astut Mas de Herrera) es arrastrado por la convivencia en un mismo receptáculo antropomorfo del montaraz épico y el ordenancista burgués –un diablito sobre un hombro y un angelito sobre el otro, conminando ambos–, que primero dice que las elecciones plebiscitarias que implora ahora tendrán valor de referéndum. Y luego rechaza la exigencia de ERC de una declaración unilateral inmediatamente posterior alegando que eso no puede hacerse sin un referéndum. Precisamente ése ante cuyo preludio acaba de pegar una espantá sin dar tiempo a que el bicho saliera siquiera de toriles.

Mas no ha resistido el momento en que, próximo ya el desenlace a más de dos años de pertinaz fabricación de un ambiente, dejó de ser suficiente la retórica ambigua y fue impuesta la expectativa de los hechos consumados. Larguísimos prolegómenos y luego gatillazo. La petición de un protagonismo recae ahora sobre ERC, CUP y las plataformas, a quienes no les queda espacio argumental para la táctica más o menos elusiva de no asumir riesgos propios, sino de hacer de inductores y palmeros en las ocasiones Inoxcrom. Esa parte del independentismo supuestamente más determinada a la colisión y a los hechos consumados ha viajado durante estos años dentro del impulso de Mas, como Alien en las sentinas de Nostromo. Pero Mas no va a transportarla más lejos. No va a llevarla ni siquiera hasta el 9 de noviembre tal y como fue comprometido ante las muchedumbres del ahora o nunca cuya inercia Mas se creyó capaz de galopar. Si ERC se aviene ahora al repliegue táctico y al simulacro de la consulta gaseosa, estará diluyéndose y defraudando a su vez las expectativas inflamadas de los que exigen hechos y la culminación de un relato que jamás atendió a remilgos legalistas ni a consideraciones prosaicas referidas al día siguiente del referéndum. Terminada esa cohabitación, esa transversalidad rota por la renuencia de Mas –cuya Inoxcrom extiende cheques que su coraje no puede pagar–, a ERC no le queda ya sino saltar al protagonismo, perseguir con unas elecciones las conjeturas que le otorgan una mayoría y, entonces sí, imponer la declaración unilateral de independencia. Por más que eso ahora abrume a los mismos ordenancistas burgueses que jugaron a la épica y al destino manifiesto y que, al hacerlo, consolidaron la estatura del monstruo que los va a devorar. Va a ser todo un espectáculo, ver cómo el periodismo orgánico se asusta de sí mismo a la vez que su repartidor de subvenciones.