ERC quiere a un castellanohablante para encabezar su candidatura del 20-D

EL CONFIDENCIAL  06/11/15

· Al sempiterno Joan Tardà le han relegado, de nuevo, a la segunda plaza, como ya ocurriera en las dos últimas legislaturas. Hace unos días le comunicaron esa decisión

“A un Estado en contra y a unas instituciones en contra se les responde con otro Estado y con otras instituciones. Con otra legalidad”. Esto es lo que escribía en su cuenta de Twitter Gabriel Rufián el pasado 29 de octubre. El día antes, ya había advertido: “La pregunta no es qué hará un Estado que ha demostrado ya sus carencias. La pregunta es qué haremos nosotros. Y nosotros no fallaremos”. Toda una declaración de intenciones.

Pero ¿quién es Gabriel Rufián? Pues el nombre que ha puesto sobre la mesa la dirección de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) para encabezar su candidatura el 20 de diciembre. Al sempiterno Joan Tardà le han relegado, de nuevo, a la segunda plaza, como ya ocurriera en las dos últimas legislaturas. Hace unos días le comunicaron esa decisión.

Con el fichaje (que teóricamente debe producirse en asamblea), ERC se desmarca del reduccionismo catalanista que impregna cada actividad relacionada con la secesión, empezando por la lengua: resulta que Rufián es castellanohablante a pesar de haber nacido en Cataluña. Y nadie le echa en cara que no hable catalán. A destacados dirigentes políticos rivales, el hecho de no hablar catalán o hablarlo con deficiencias les ha supuesto recibir duras pullas y críticas acerbas. La inmersión del castellano de Rufián, sin embargo, significa una baza a favor del integracionismo que pregonan los independentistas catalanes, a pesar de que luego quieran reducir el peso del castellano en las tierras catalanas.

 Gabriel nació en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) el 8 de febrero de 1982, en el seno de una familia andaluza emigrada. Sus padres, él mismo lo dijo en un reciente artículo, se conocieron en un mitin de Bandera Roja. “Recuerdo las fotos del Che en el comedor y las canciones de Víctor Jara los domingos por la mañana”. Y luego, su traslado a un barrio de Badalona, los estudios y los primeros pinitos en el mercado laboral, 10 años en selección de personal en el sector siderometalúrgico, tras pasar por unos grandes almacenes y una tienda de ropa de marca. “Cuando alguien utilice su formación de forma clasista, recuérdale que Miguel Hernández era jornalero”. Claro que él no se crió a pan y cebolla. En su perfil tuitero solo declara que es “graduado social”. En otros foros, destaca que es “diplomado en Relaciones Laborales por la Universidad Pompeu Fabra y máster en dirección de relaciones humanas por el IdEC”, la escuela de posgrado de la UPF. Fuera de eso, su currículo es un erial.

El ‘tapado’
El 31 de enero de 2013, se crea la plataforma Súmate, que agrupa a independentistas castellanohablantes, y más tarde, el joven Rufián aparece como su portavoz. Desde mayo pasado, también forma parte del Secretariado de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Precisamente en la ficha de esta organización consta que posee un máster en Dirección de Personal y que tiene un posgrado en Formación y Desarrollo.

 

 

Su coronación como independentista de pro se produce, no obstante, al término de la manifestación del 11 de septiembre, Diada de Cataluña. Al final de ese acto (que se insistía no era de partido), tomaron la palabra solo independentistas y miembros de la candidatura de Junts Pel Sí (JxS), que unificaba a CDC, ERC, ANC y Òmnium Cultural. Rufián fue uno de los encargados de dirigirse al público, ante el que se presentó como “hijo y nieto de andaluces”. Como si acabase de aterrizar por estos lares y se encontrase perdido. Y como si fuese un invitado ilustre, cuando su organización, Súmate, se había alineado con la ‘candidatura unitaria’. Durante la posterior campaña electoral, fue un activo en los mítines de JxS, donde reclamó el voto de los castellanohablantes para esta coalición. La máscara había caído.

De hecho, en los últimos meses ha habido un pacto no escrito para potenciar la figura de Gabriel Rufián en los medios, multiplicando sus apariciones. A su favor tiene que es joven, bien parecido, de indiscutible familia de izquierdas, hijo de la diáspora que llegó a Cataluña a mediados del siglo pasado y… castellanohablante. Rompedor, pues. Con eso, configuró su pasaporte a la fama y al Congreso. Y de paso, se destruía la imagen del independentista catalán cerrado en sí mismo, tosco, conservador y con barretina intelectual.

La lección bien aprendida
En un encuentro independentista del pasado 21 de junio, argumentó que estaba donde estaba por motivos personales y profesionales. “Motivos personales porque yo soy hijo y nieto de andaluces, venidos hace más de 55 años desde la tierra del olivo, desde Jaén. Y llegaron sin nada, con una maleta de cartón y sus cuatro hijos. Y tras dejarse la piel por esta tierra, esta tierra les otorgó una identidad que ya nunca abandonaron. Y estoy aquí porque estoy convencido de que si ellos aún vivieran, estarían hoy aquí con nosotros, defendiendo el derecho a ser de este pueblo, defendiendo el derecho a decidir de la gente. Ellos fueron muy poquito a la escuela. Mi abuelo, por ejemplo, se dedicó toda la vida a poner un tocho sobre otro tocho, pero le sobraba decencia y dignidad para entender que la democracia iba de votar y que si no votabas estabas en otra cosa (sic). Y estoy convencido de que si ellos aún vivieran estarían hoy aquí con nosotros”. Los motivos profesionales eran que “soy graduado social gracias al esfuerzo de todos ellos [sus antepasados](sic)”.

“Mi abuelo nos juntaba a todos los nietos y nos decía que nos teníamos que sentir muy orgullosos de ser catalanes, de formar parte de ese pueblo, porque el pueblo catalán tenía en el ADN la derrota porque había perdido y cedido muchas veces en pos (sic) de la estabilidad de aquellos que negaban su propia identidad, que con todo y con eso era un pueblo puntero y digno de admirar y que no dudáramos de que tarde o temprano ese pueblo nos iba a necesitar y que nada, nada, nada era imposible…”. Los tópicos que reproduce en sus discursos, así como algunos apuntes en Twitter, están ya recogidos en las motivaciones que constan en su ficha de la ANC. Son, dicho de otro modo, respuestas automáticas sobre su trayectoria, que no ha podido ser verificada.

Perlas para todos los gustos

Pero de lo que no hay duda es de su alineación con las tesis independentistas. De ahí que sea una baza interesante para ERC. “El independentismo no desobedece. Obedece a un mandato popular, a una nueva legalidad y a un nuevo Estado de derecho. Se le llama democracia”, escribía Rufián el pasado 20 de octubre en Twitter. O sea, que hay una legislación, pero si a uno no le interesa, se saca de la chistera -o del cajón- otra. Marx (Groucho) hecho realidad en la Cataluña actual.

El 2 de noviembre decía: “A mí, de C’s, la que más me gusta es Carme Chacón”. Y tres días más tarde, repetía con diferente protagonista: “A mí, del PSOE, el que más me gusta es Joan Coscubiela”. Está hablando, claro, del que fuera secretario general de CCOO en Cataluña, diputado de ICV en el Congreso y ahora diputado autonómico en las filas de Catalunya Sí que es Pot. Coscubiela no es precisamente un confraternizador con el PSOE, partido al que considera de la derecha. Pero tuvo la ‘osadía’ de tildar a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, de poco demócrata y de pisotear los derechos de los diputados que no son de su cuerda por haber convocado (para comenzar a tramitar la resolución rupturista con España) una junta de portavoces sin el PP, que aún no había constituido su grupo parlamentario. Y al independentismo no le gustan las críticas, por lo que golpea donde más cree que duele. En este caso, asimilando a Coscubiela a su secular rival, el PSOE. A Rufián, en cambio, sí le cuelgan, en conversaciones privadas, otras etiquetas y no precisamente relacionadas con democracia y libertad.

El pasado 4 de noviembre, Rufián no se cortaba al anunciar: “Juan Carlos I compartió tres años con Corinna un dúplex en Suiza a razón de 7000 euros diarios, porque tú vivías por encima de tus posibilidades”. Desde luego, puntazo republicano. Lo que peor lleva, sin embargo, son las proclamas sociales (el independentismo, exceptuando la CUP, presta poca atención a esos temas). Y alguna cae, siempre apuntando al corazón del malvado Estado español: “Apelar al artículo 155 frente a un mandato popular y olvidar el 47 frente a 500.000 desahucios no es un ‘pacto por España’. Es una sinvergonzonería”. Una gota social en un proceloso mar independentista.