Es el miedo a la democracia

 

La paralización en el entorno de Batasuna no es sólo una cuestión de agallas. No es que Otegi y Rufi Etxeberría tengan miedo a la dirección de ETA. Es, sobre todo, el miedo a la democracia; pánico a la incertidumbre que les crearía la pérdida de influencia política a través de la coacción.

A medida que avanza el calendario y se va acotando el margen a los seguidores políticos de ETA para que den el paso definitivo y no quedar desmarcados en las próximas elecciones municipales y forales, desde el gobierno socialista se les apremia. Es en este contexto donde se debe situar el mensaje que ayer lanzó el consejero de interior, Rodolfo Ares, cuando manifestaba, a micrófono abierto, su convicción de que en el mundo de Batasuna «faltan agallas» para romper con su abominable historia. Esta sentencia sonó a señuelo muy meditado, parecía una provocación incentivada, un emplazamiento a los que dicen en lo más recóndito de sus txokos que quieren poner fin a la violencia para siempre. Para que se atrevan a saltar, solos o en compañía de una ETA desactivada, al juego de la democracia donde otros nacionalistas han demostrado sobradamente que su proyecto, el del PNV, EA o Aralar, se defiende con la palabra.

La paralización del entorno de Batasuna no es, por lo tanto, una cuestión de agallas. No es que Otegi, desde dentro, y Rufi Etxeberría, desde fuera, tengan miedo a la dirección de la banda. No solo es eso. Es, sobre todo, el miedo a la democracia. Cuando Otegi ha reconocido, en varias ocasiones, que él no hará nada que no haya sido asumido por todo el conjunto del marasmo de ETA, no quiere decir que su temor vaya dirigido hacia las posibles represalias que puedan adoptar contra él los duros de la banda; no. Su miedo es, sobre todo, escénico. Un pánico inenarrable sobre la incertidumbre que les crearía un nuevo escenario de pérdida de influencia política a través de la coacción.

En un país como Euskadi en donde la paralización de algunas obras y centrales nucleares y el desvío de trazados de autovías ha estado marcado por la coacción de las bombas, el mundo de la organización terrorista tiene miedo a que su influencia se vaya a quedar reducida a la que tiene un cero a la izquierda. Ese grito desgarrado de los manifestantes doloridos tras el asesinato de seres inocentes dirigido, en tantas ocasiones, a las gentes de Batasuna -«sin pistolas no sois nadie»- se reproduce ahora en su propio espejo con más fuerza si cabe. Ya no hace falta que nadie se lo grite. Pero ellos lo oyen. Se les acaba el tiempo. De ahí que tras cada detención de los terroristas, el ministro Rubalcaba les saque la consigna a modo de recordatorio: «O bombas o votos».

Y fue lo que vino a decir ayer su homólogo Ares, en Euskadi, de otra manera: no hay lo que hay que tener, les vino a recriminar, sin dudar de paso que los mediadores que han irrumpido en la escena vasca pidiendo diálogo, están más cerca de Batasuna que de otro mundo. Reconforta a las víctimas saber que los responsables más directos de la lucha contra el terrorismo siguen buscando su derrota y se están rearmando moralmente por si la banda volviera a hacer morder el anzuelo a cualquier necesitado de ganar protagonismo, encuestas o votos. Y le reafirma a Antonio Basagoiti en su actitud de atenerse a los hechos en lugar de alimentar sospechas inspiradas en bases tan endebles como la sugestión, para seguir apoyando al gobierno de Patxi López.

Los hechos son los que cuentan. Después de que ETA haya vuelto mandar callar a Batasuna, el círculo de Otegi sabe qué tendría que hacer si de verdad quiere estar en las instituciones en las mismas condiciones que cualquier partido democrático. Sin la coacción de las pistolas detrás y con los votos por delante. Pero todavía tienen que demostrar que están dispuestos a homologarse a los partidos democráticos en igualdad de condiciones. Y en ese sentido siguen aparentemente agarrotados.

Tonia Etxarri, EL DIARIO VASCO, 7/4/2010