Esas encuestas…

ABC 19/05/15
RAMÓN PÉREZ-MAURA

· Un país en el que no hay una desesperación evidente y generalizada, no encumbra soluciones radicales

OÍMOS múltiples comentarios sobre lo saciantes que son las campañas electorales y lo poco que tienen que ver sus regulaciones con la realidad de la calle. Sólo se puede «pedir» el voto durante los días predeterminados al respecto. ¿De verdad alguien cree que se vota a uno u otro candidato porque «pida» el voto»? Esta campaña empezó casi inmediatamente después de las elecciones europeas del año pasado, cuando surgieron dos nuevas realidades de ámbito nacional: Podemos y Ciudadanos. A lo largo de este año hemos visto un auge demoscópico desmesurado por parte de Podemos, y otro auge más moderado y progresivo por parte de la gente de Albert Rivera que quizá sea más sólido a medio plazo.

Una de las verdades que ha proclamado Mariano Rajoy en esta campaña de las municipales y autonómicas de 2015 es que el PP –y el PSOE, cabría añadir– no son partidos nacidos en las nefastas tertulias del duopolio televisivo, que Dios confunda. Y cuando esos contertulios, engendrados para una mesa redonda tantas veces hecha a su medida, tienen que patearse las calles de España, enfrentarse a las preguntas de los periodistas y a la críticas de la ciudadanía, empiezan a dejar ver la patita por debajo de la puerta. Resultó, como ya se ha comentado en otras ocasiones, que Podemos se transformó en un partido como todos aquellos que aspira a destruir para imponer su nuevo orden. Y en el proceso de centrar el partido, las encuestas que sin contraste alguno los encumbraron, empezaron a desinflar el globo. Y como todos tienen tanta fe en la única verdad que conocen, y esa verdad apunta mal tras el giro a la moderación, en la semana pasada hemos visto a Pablo Iglesias echarse de nuevo al monte y a punto debe de estar de reivindicar el bolivarianismo de Nicolás Maduro. Al que tanto deben los suyos, por cierto.

En la otra trinchera, Rivera se ha tenido que enfrentar a la complejidad de mantener la atención del público a diario y con ello ha logrado encadenar errores de parvulario político, entre los que destaca como la gran metedura de pata de esta campaña electoral la de descalificar a los que hemos nacido antes de 1978 que, casualmente, somos la inmensa mayoría del censo electoral.

Yo tuve un profesor de Opinión Pública en la facultad de Periodismo de Navarra, José Luis Dader, que me suspendió en junio y me dejó convencido hasta hoy de la imposibilidad de considerar la medición de la opinión pública como una ciencia. Cada vez más creo que los hechos me dan la razón. Estos partidos creen que las encuestas les dan una fuerza cierta, que habrá que ver en qué se concreta el próximo domingo después de pasar por el único tamiz válido, las urnas. Pero un país en el que no hay una desesperación evidente y generalizada, no es un foro para encumbrar soluciones radicales y alternativas. Aunque lo digan las encuestas.