Esgrima

ABC 17/02/17
DAVID GISTAU

· El estilo de confrontación a lo «Sálvame» hace tiempo que empezó a contaminar todos los otros registros del periodismo

HACE poco, mantuve con Alfredo Valenzuela una conversación en la que hablamos de nuestra nostalgia de los duelos por honor. La bajeza de los enfrentamientos que mantienen en tuiter personas alejadas la una de la otra no hace sino potenciar la añoranza de tan honrosa solución para las enganchadas. Alfredo creo que hasta recibe clases de esgrima como si en verdad creyera posible la restauración de ciertos códigos extinguidos. Si, algún día, los ofendidos vuelven a ampararse en un padrino y no en un abogado, nos sacará tal ventaja a todos que habrá que tener verdadero cuidado para no enojarlo.

Alguna vez fantaseé con vender a la televisión una versión de «Sálvame» donde los contendientes no se pondrían querellas, sino que se desafiarían a duelos a primera sangre –a muerte podría acarrear problemas legales–. (Me juego el dedo meñique a que algún productor acaba de pensar durante segundo y medio si el formato sería viable, incluso con el resultado de muerte). Lo que nunca supuse es que la idea sería aplicable al Parlamento. El estilo de confrontación a lo «Sálvame», que tiene su origen en la gloriosa «Tómbola» de Mariñas y Ángel Antonio, hace tiempo que empezó a contaminar todos los otros registros del periodismo, devenidos bipolares y primarios. Con Podemos, ha entrado por fin en el Parlamento, incluidos la teatralización de las inquinas y el sentido del «show» permanente concebido para que jamás decaiga una audiencia a la que no se le puede exigir demasiado en términos de pensamiento y ritmo. Tanto quejarnos, la legislatura pasada, de que el Parlamento estaba muerto y el interés se había instalado en los estudios de televisión, y resulta que la mudanza de los personajes hizo que el Parlamento se convirtiera en un estudio de televisión, en un sábado noche ennoblecido por la hermosa bóveda histórica de San Jerónimo.

Duelos de honor tal vez sea demasiado pedir en una época que «empodera» valores menos aristocráticos. Pero, si en verdad los ocupantes del Parlamento están ya a punto de llegar a las manos y se cruzan desafíos tabernarios, habrá que ser vigilantes para que exista un justo emparejamiento de pesos: Iglesias no puede pegarse con un tipo tan cargado de hombros como Ángel González, la democracia no puede permitirse estos desequilibrios. Antes de los sucesos del Maidan y de la guerra, cuando en la Rada de Kiev todas las sesiones terminaban a puñetazo limpio, los partidos opositores se las prometieron muy felices atrayendo a sus filas al campeón mundial del peso pesado, Vitali Klitschko, actual alcalde de la ciudad. Luego resultó que a Klitschko le dio por practicar la contención de la violencia, pero por ahí empezaría yo a plantear fichajes parlamentarios aptos para la nueva política. A lo mejor resulta que el empeño de Iglesias con el Jemad era para tener en los escaños un tirador experto que, como Alfredo Valenzuela, procurara una ventaja si es restablecido ese antiguo concepto del honor en el que ningún insulto quedaba impune.