El Correo-ANÁLISIS TONIA ETXARRI

Es posible que a ninguno de los partidos políticos les convenga convocar elecciones ahora. Incluso a los que las reclaman, porque no saldrían beneficiados seguramente. Casi todos necesitan tiempo. Unos porque prefieren afianzar la ‘cocina’ de las encuestas, otros porque precisan consolidar su nuevo liderazgo, unos terceros porque con este Gobierno van a lograr los réditos más jugosos en los traspasos de competencias. El caso es que Pedro Sánchez amagó desde Nueva York con la posibilidad de adelantar las elecciones en el único caso en que los gobernantes catalanes optasen por la vía de la confrontación. Y ese camino, el de la confrontación, los aludidos lo tomaron por unas horas. Volviendo a subir los grados de intensidad en la presión, combinando ‘órdagos’ con episodios de violencia callejera y con una invitación posterior al diálogo, rechazado de momento por La Moncloa.

Porque el ‘portazo’ de Quim Torra, emplazando a Pedro Sánchez a celebrar un referéndum de autodeterminación como condición para apoyarle en sus Presupuestos, duró tan solo unas horas. Las justas para que quedase marcado en los titulares recién horneados provocando el consiguiente desmarque de sus aliados de Esquerra y parte del PDeCAT, que le dejaron a los pies del caballo de Puigdemont, el único iluminado que estaba implicado en ese golpe de efecto. El aniversario del 1-0, con los brotes de violencia, se ha vuelto en contra de los independentistas que, desnortados, no saben cómo mantener ahora la tensión movilizadora entre sus seguidores.

Después del ‘órdago’ de Torra, ayer ni una referencia concreta en la sesión del Parlamento. Un día antes había sido insultado en la calle por sus propios herederos de los CDR y quiso sacar pecho al menos ante la CUP, cuyo representante parlamentario diagnosticaba, sin despeinarse, que el principal problema de Cataluña es el fascismo y el nazismo y una extrema derecha que se le debe aparecer por las noches. Pero Torra pinchó en hueso con su escena forzada. Le dejaron solo y sacó el comodín del diálogo. Pero no coló en el Gobierno, de momento.

Si no fuera porque la situación, aparte de esperpéntica, es grave, el presidente del Gobierno podría permitirse parapetarse detrás de sus viajes o en la soledad de su cargo. Hasta ahora tan solo ha contestado vía Twitter. Le dice a Torra que no ponga en riesgo la normalización política alentando a los radicales. Y eso es todo, amigos. Desde Moncloa han sustituido el plasma de Rajoy por las redes sociales de Sánchez. La situación no es cómoda, se le va agrandando la cola en la ventanilla de los que le auparon a La Moncloa esperando cobrar lo prometido. Y Cataluña, con diálogo bilateral, sí, pero sin avanzar un ápice en la gestión y en la convivencia. Los secesionistas no se van a volver autonomistas por mucho que se lo pida un Gobierno socialista. Seguramente si el CIS preguntara a la gente su grado de preocupación con la situación catalana, la respuesta sería que, más que preocupados, están hartos. Y el hartazgo hay que saber canalizarlo.

La situación es lo suficientemente grave como para que Sánchez, que no parece interesado en recuperar el bloque constitucionalista, comparezca ante la Prensa. Tendría que enfrentarse a preguntas incómodas, claro, no «condenatorias», como sostiene la portavoz Celaá. Pero los ciudadanos tienen derecho a saber. Qué se está logrando con su estrategia de «apaciguamiento» y qué va a hacer si se queda sin apoyo presupuestario. Esa es la política de la transparencia. O debería ser.