Espinacas o kriptonita

EL MUNDO 31/03/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

El CEO, que viene a ser como todos ustedes saben, y si no lo saben ya se lo apuntamos nosotros, el CIS de Cataluña, no le augura buenas perspectivas al independentismo. En los últimos tres meses los ciudadanos contrarios a la independencia han mejorado posiciones: en diciembre superaban en punto y medio a los separatistas y en este último sondeo su ventaja ha pasado a ser de 4,2.

El asunto tiene su interés porque viene a deshacer uno de los mitos que han sostenido los nacionalistas en todo tiempo y lugar de España: la idea, peregrina, de que la aplicación de la ley es para ellos como las espinacas para Popeye, un factor de vigorización y que cualquier intento de restablecer el orden conculcado sería una fábrica de independentistas, ¿lo recuerdan?

Algo más de cuatro puntos no es una diferencia muy grande en una encuesta, pero es significativo que se produzca en el tiempo en que se han producido las primeras condenas contra los artífices del 9-N. La independencia ha perdido fuelle mientras dos tribunales aplicaban la ley (con benignidad, todo hay que decirlo) a los cabecillas del proceso. La verdad es que los independentistas se crecen en la impunidad y terminan dándose razones y moderándose cuando topan con la ley. No son espinacas, sino kriptonita.

Una de las razones fundamentales que explican la moderación del nacionalismo vasco en comparación con lo que se lleva en Cataluña, la explicaba hace cinco años el actual portavoz del Gobierno Urkullu: «nosotros ya pasamos por eso cuando el Plan Ibarretxe». El balance más perceptible de aquella experiencia fue la pérdida del Gobierno vasco. Ibarretxe hizo posible una coalición bastante improbable y condenada a no superar el corto plazo entre Patxi López y sus más denostados adversarios. Eso llevó al PNV a recapitular y corregir errores y a volver a recuperar una centralidad que había perdido años atrás.

La intención de voto secesionista ha caído, aunque el CEO no ha considerado pertinente preguntar a los votantes su intención de voto al PdCAT y a Esquerra Republicana, cuando es seguro que Junts pel Sí ha llegado a su término como coalición, así lo piensan en los dos partidos que la forman.

No hay nada de extraño en ello. El Govern de Puigdemont es un Gobierno que miente en sus notas de prensa al decir que el presidente autonómico iba a visitar en Boston el legendario M.I.T. cuando echó la mañana en visitar una empresa de alquiler de oficinas. Es probable que él no distinguiera entre una cosa y otra. Su antecesor admitió que la financiación de Convergencia se había realizado «en la frontera de la moralidad». Cierto, pero por la parte de fuera. Por su parte, Raül Romeva, ese talento incomprendido, ha escrito un artículo en The Guardian, firmándolo como ministro de Asuntos Exteriores de Cataluña.

Este hecho vale por sí mismo para definir cómo está el periodismo, ¡incluso en The Guardian! También es un índice de cómo está el secesionismo catalán, que se tunea las tarjetas de visita y muestra tan desacomplejadamente su ausencia de sentido del ridículo. Y luego lo de los votantes, claro, que esa es otra.