Esquizofrenia o hipocresía del PNV

El Concierto está perfectamente ‘blindado’ y nadie lo pone en cuestión. Pero el discurso del PNV sobre el ‘blindaje’ despierta en los vascos la sensación de que está en peligro algo esencial, su capacidad de autogobierno, y que los gobiernos de España ponen en duda. Además, para el ciudadano de a pie nada importante cambiaría si no se realizara esa inmunización.

Muchos analistas coinciden al afirmar que el nacionalismo vasco anda sin poder encontrar su sitio después de haberse visto obligado a pasar a la oposición. Una de las formas de encontrar ese sitio es abanderando temas que parecen difícilmente discutibles en la opinión pública vasca, obligando así a los demás partidos, especialmente a los constitucionalistas, a moverse en el terreno marcado por el nacionalismo. Y otra forma para conseguir lo mismo radica en hacer valer su apoyo para la aprobación de alguna ley importante para el Gobierno central, cual es la de los presupuestos.

El PNV ha encontrado la forma de usar ambos caminos para ir haciéndose con un sitio político a pesar de estar en la oposición: ha vuelto a poner en la primera plana del debate político vasco, y no solo vasco, la cuestión del valor de ley de las normas forales fiscales, y lo ha hecho haciendo depender de la respuesta que a esta cuestión dé el Gobierno central su disposición a colaborar en la aprobación de los presupuestos generales del Estado.

Es cierto que las normas fiscales aprobadas por las juntas generales de los tres territorios vascos debieran ser consideradas, en virtud del concierto económico, como leyes y estar protegidas en cuanto a la posibilidad de recurrirlas al mismo nivel que lo están las demás leyes. También es cierto que ese fin se puede alcanzar introduciendo cambios en la ley vasca de territorios históricos, de forma que el Parlamento vasco pudiera elevar las normas aprobadas por las juntas generales de cada territorio al rango de ley autonómica. Y también es cierto que para el ciudadano de a pie nada importante cambiaría si no se procediera a esa inmunización de las normas forales relativas a la fiscalidad.

Es interesante observar que el PNV habla siempre del blindaje que necesita el concierto, cuando este está perfectamente blindado, nadie lo pone en duda y ha recibido el respaldo de los tribunales europeos. Pero el discurso del blindaje que necesita el concierto despierta en la ciudadanía vasca la sensación de que está en peligro algo esencial para los vascos, para su capacidad de autogobierno y que los gobiernos de España ponen en duda permanentemente.

Hablar del blindaje del concierto es falso. Lo que pudiera necesitar algún ajuste es la consideración de ley de las normas que se dictan dentro de las capacidades recogidas en el concierto, por ejemplo, el hecho de que el tipo marginal definido en las tablas del IRPF vasco sea el 45%, dos puntos más alto que en territorio común. Es de la recurribilidad –por quiénes y ante qué tribunal– de este tipo de decisiones de lo que se trata. No de que nadie ponga en duda el concierto.

Cuando se sinceran los líderes nacionalistas, llegan a decir lo que realmente quieren: que sean las leyes generales del Estado las que se cambien para que no haya que tocar la ley vasca de territorios históricos; que las comunidades limítrofes a Euskadi no puedan recurrir las normas forales fiscales, algo imposible dentro del entramado jurídico español; que sea el cupo que Euskadi paga a la Administración general del Estado lo que se blinde. Y el cupo no es más que una consecuencia del concierto, una cantidad cuya fijación es todo menos transparente, y, por lo tanto, apenas discutible y, por ende, poco democrático.

Llama la atención el uso de los términos en este debate: blindaje. Existen los carros blindados, las cajas fuertes blindadas, los contratos blindados. Normalmente, es un término con cierta carga negativa, un término que recuerda a la guerra, a contratos inaceptables. Y es verdad que, si bien la economía procesal hace que no todas las decisiones políticas y normativas de las instituciones y órganos públicos puedan ser fácilmente recurribles ante cualquier tribunal por cualquiera, cerrar la mayoría de los caminos para hacer que las normas dictadas sean prácticamente irrecurribles posee cierto tufo de falta de democracia.

Además del blindaje del concierto, el PNV ha encontrado en las últimas semanas otro tema que le permite tener sitio en el debate político: la defensa del derecho de los barcos vascos a pescar con seguridad, una defensa que el Gobierno central es incapaz de ofrecer. El PNV, que reclama el blindaje del concierto para convertirlo en una especie de tanque, de caja fuerte a prueba de ladrones, reclama también la presencia de soldados, de infantes de marina, en los barcos vascos.

Los barcos vascos son suelo español, y la Armada española está obligada a defender ese suelo. Los barcos vascos son suelo español porque están bajo bandera española. Son los cambios que hay que introducir en la legislación española los que deben proteger al concierto (mal) supuestamente en peligro. Son los soldados españoles los que deben proteger a los barcos vascos. Soldados que visten uniforme militar español, los mismos uniformes que el PNV no quiere ver en el recinto de las juntas generales de Gernika.

Descartando que el PNV se haya convertido al españolismo, cabe preguntarse si lo que domina al PNV en estos momentos es la esquizofrenia o la hipocresía. Si está sumido en serias contradicciones, o todos los medios son buenos para alcanzar el fin que se quiere, aunque dé la impresión de que contradice toda la doctrina propia.

Joseba Arregi, EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, 8/10/2009