Estabilidad y legalidad

ALBERTO AYALA, EL CORREO – 26/09/14

· Urkullu quiere seguir de la mano de un PSE que exhibe exigencia. ¿Y el nuevo estatus? Sin novedad ni hoja de ruta, gracias.
· Los jeltzales rechazan abiertamente la propuesta de la izquierda abertzale para seguir la estela de Cataluña.

El contundente ‘no’ escocés a la secesión y el callejón de muy compleja salida en el que el president Mas, su partido CDC, y ERC han metido a Cataluña no han hecho sino inocular renovadas dosis de prudencia al nacionalismo gobernante en Euskadi, es decir al PNV, y al lehendakari Iñigo Urkullu. Esta es la principal conclusión que deja el pleno parlamentario más importante del año, el de política general, que ayer se celebró en Vitoria, cuando la legislatura enfila ya hacia su ecuador, hacia su mitad.

El talante de los lehendakaris suele marcar la impronta de sus mandatos. También el estilo de los grandes debates que se producen en el Legislativo. No descubro la luna si refiero que Iñigo Urkullu no es hombre dado a los golpes de efecto, a alzar la voz, ni a las improvisaciones. Lo suyo es caminar por la acera, ni deprisa ni corriendo, y mirar varias veces a derecha e izquierda antes de atravesar una calle.

No era, por tanto, previsible que el debate aportara novedades significativas, y no lo hizo. Sí hubo algunas confirmaciones de evidente valor político que desvelan por dónde discurrirá la política vasca en los próximos meses. No más allá.

El Gobierno de Urkullu gobierna en minoría con el apoyo de sólo 27 de los 75 parlamentarios que integran la Cámara de Vitoria, los suyos. Esa precariedad estuvo a punto de propiciar unas elecciones anticipadas hace año y medio. Todo se encarriló para los jeltzales con la firma de un acuerdo económico y por el empleo con el PSE en septiembre de 2013. A cambio de tragarse algunos ‘sapos’ (el principal, aceptar la subida de impuestos que reclamaban los socialistas para aminorar los recortes sociales), el gabinete peneuvista se garantizaba paz parlamentaria. Y en ella ha vivido plácidamente este tiempo.

El compromiso tiene una cláusula no escrita, pero que casi todos los actores de la política vasca dan por hecha. Tras las elecciones municipales y forales de mayo próximo, el PNV y el PSE se ayudarán mutuamente para garantizarse la mayor cuota de poder posible.

Conjurar el peligro

El fenomenal batacazo que volvieron a darse los socialistas en las últimas europeas (también el PP, aunque haya quedado en un segundo plano) llevó al viejo partido de Pablo Iglesias a abrirse en canal. A cambiar liderazgos y a redefinir estrategias. Aquí en Euskadi, Patxi López acaba de ceder los trastos a Idoia Mendia.

La nueva líder del PSE había dedicado los días previos a su debú ayer como portavoz socialista en el pleno de política general a calentar el ambiente alertando de que se siente con las manos libres para decidir si mantiene o no los acuerdos con el PNV. Ayer insistió.

«Al PSE no le gusta romper acuerdos, sino cumplirlos, pero ustedes han llenado nuestra mochila de desconfianzas», desgranó. «Su Gobierno, señor Urkullu, deberá volver a ganarse nuestra confianza porque se la ha ido dejando por el camino a jirones», fue otra de sus invectivas. «Si lo que tienen en la cabeza es el derecho a decidir, zanjen los trabajos de la ponencia y hagan su propuesta. Eso sí, nosotros no les acompañaremos en esa aventura», agregó.

Era previsible que el representante de la izquierda abertzale, Hasier Arraiz, que ayer se estrenaba también en funciones de portavoz en el debate anual tirara de la cuerda en la otra dirección. Y lo hizo con un argumento claro: «Trenes como el de Cataluña no volverán a pasar en 20 años». Su oferta: que el nacionalismo vasco una fuerzas para obligar al Estado a reconocer el derecho a decidir; si no lo logra, actual unilateralmente.

El PNV volvió a elegir a los socialistas. «Creemos en el acuerdo», dijo el lehendakari, quien tendió la mano al PSE «para que recuperemos la confianza». «Mi prioridad fundamental es el empleo», agregó para despejar las dudas planteadas por Mendia de hacia dónde se dirige el Gobierno de Urkullu.

¿Y el nuevo estatus? Pues habrá que decir aquello de bien, gracias. Y poco, muy poco más.

El jefe del Ejecutivo vasco volvió a reclamar «visión de Estado» para que sea posible un acuerdo político primero en Euskadi y luego con Madrid que finalmente sea refrendado por los vascos. Un pacto en la legalidad, a la luz de los derechos históricos, que establezca un nuevo modelo de soberanía compartida y reconozca el derecho a decidir del pueblo vasco.

Dio igual que Arantza Quiroga, del Partido Popular, y el único parlamentario de UPyD, Gorka Maneiro, instaran una y otra vez tanto al lehendakari como al PNV a reconocer que su verdadero objetivo político es la independencia de Euskadi. Y a desvelar de una vez por todas su hoja de ruta.

El sempiterno portavoz jeltzale, Joseba Egibar, les recordó que los estatutos del PNV dejan meridianamente claro que la aspiración del partido desde su fundación no es otra que lograr un Estado vasco independiente en Europa. Urkullu, además de dejar claro que no caminará hacia «un choque de soberanías», insistió en que él ya ha cumplido al plantear un modelo de trabajo y que nadie espere que formule un proyecto concreto, tarea que corresponde a los partdios presentes en la ponencia. Habrá que ver si cambia de opinión en el caso de que, tras las municipales, pasen los meses sin avances.

Quedamos, pues, a la espera de qué le va a costar al PNV preservar su pacto con el PSE. ¿La opción de la ruptura es posible? Sí, pero altamente improbable. Sospecho que la soledad sería demasiado dura para los socialistas en este momento.

ALBERTO AYALA, EL CORREO – 26/09/14