Estupor y temblores

EL CORREO 13/01/14
MAITE PAGAZAURTUNDÚA RUIZ

Es una deliciosa e inteligente novela con tema japonés. Una joven titulada belga, aunque nacida en el puro corazón del Japón r ural, amante de la antiquísima, rica y hermosa cultura japonesa, consigue trabajo en una multinacional radicada en Tokio. Lo consigue gracias, entre otras cosas, a su conocimiento del japonés. Pero… ser mujer, europea y tener un espíritu creativo lleva a la protagonista a sufrir una avalancha de violencia y humillación moral por parte de sus jefes inmediatos con el fin nada disimulado de someterla a un aparato de poder que, en la ficción, aparece como devastador de cualquier sentido de la individualidad o de la libertad de conciencia. Se describe paso a paso la destrucción del yo, para reconstruir un nuevo yo: dócil, integrado y al que el sistema del poder proveerá de un lugar en la empresa, que es como hablar del mundo. La novela fue escrita desde una perspectiva de humor ácido y negro que salvaba a la protagonista-narradora, precisamente por eso, de la aniquilación.

En el sistema de poder descrito, al superior no se le puede replicar. La personalidad debe confluir y someterse de forma absoluta. El gran tabú que la protagonista vulnera es señalar la mentira de las palabras del vicepresidente de la compañía.

Imaginen a la escritora Amélie Nothomb, la autora del libro que titula estas líneas, llegando a Euskadi como mediadora, observadora o cualquier oficio bien pagado en el ámbito de la conflictología. Imagínenla asomada a nuestros abismos interiores. No es de descartar que nuestra Amélie descubriera el gravísimo problema de que los asesinos –encarcelados o no– y su cuadrilla tienen establecidas dos o tres líneas rojas, la más peculiar de las cuales es que consideran una ofensa, tanto la cariñosa petición, como la exigencia de que condenen una estrategia totalitaria de largo alcance que ha incluido matar, robar, acobardar y así, en un largo etcétera.

Edificar el futuro de nuestra sociedad sobre las cenizas de los crímenes y el miedo –sin apagar– es una tarea compleja, pero edificarlo con los patriotas asesinos tan poco sensibles con sus víctimas, como hipersensibles con su mundo emocional parece condenado a un pringoso artefacto repleto de mentiras y basura política.
No sería raro que se sintiera fascinada por los socialistas vascos del Ayuntamiento de San Sebastián. Ellos, los antiguos perseguidos, consideran una actuación policial contra presuntos componentes de ETA como un obstáculo a la paz, asumiendo la dialéctica amo-esclavo de sus perseguidores. El tibio desmarque de la dirección socialista vasca podría suponer una ampliación del objeto de estudio.