ETA Kanpora de Ainhoa Peñaflorida

Más que pa-fuera, habría que mandarles pa-dentro.
Pero hay que acudir.

La semana pasada ETA hizo un comunicado de los suyos, tipo Yihad islámica. Esta vez ha arremetido contra el programa soberanista del Lehendakari. Ibarretxe ha puesto cara de sorpresa. La misma que puso a los empresarios, a los partidos de oposición y a los críticos de su propio gobierno. Lo que a mí me sorprende es la facilidad con que se nos sorprende este hombre, tan propenso a hacerse de nuevas: «Qué barbaridad…» «Por favor…»

Me parece que la postura de ETA estaba cantada. Ellos y los partidos nacionalistas compiten por un mismo territorio. El territorio del mapa del tiempo de nuestra televisión vasca (la que nos anuncia una borrasca que «…está entrando por el Occidente de Europa» porque la palabra España no aparece registrada en el libro de estilo de la casa). A ese territorio me refiero. Por supuesto que ambas fuerzas se diferencian en los medios que utilizan para conseguir los mismos fines. Unos usan bombas y pistolas y los otros no, aunque no falta quien piensa que, en algunos tramos, ambos modos se complementan. Pero lo cierto es que ETA también se atribuye una parte del electorado. Aquí ya no se trata de complementos sino de competencia. Por eso el plan de Ibarretxe para atraerse a los votantes de Batasuna sin perder los propios, sólo puede sentar fatal a Batasuna; es decir, a ETA. ¿De qué cabría sorprenderse?

La respuesta del Lehendakari ha sido convocar a una manifestación a todos los vascos y vascas para decir «ETA, kanpora». No estoy muy segura de haberlo entendido. Mi tía Edurne también decía kanpora al gato cuando le descubría entre sus piernas mientras trajinaba sobre la cocina económica; entonces agarraba al animal por la piel del cogote, abría la puerta del balcón y desde «dentro» de la cocina lo depositaba «fuera» de su territorio culinario. Pero un día, mientras mi tía comprobaba en cuclillas la temperatura del horno, el gato saltó a la encimera y posó sus patas en la fuente con el tronco de la merluza preparado para ser horneado. El kanpora no sonó esta vez como una exclamación amerengada, sino con la fuerza contundente de una interjección jupiterina. Porque mientras Edurne gritaba, estrelló al gato contra la pared interior del horno…y cerró la puerta. El debate había desbordado el esquema de tránsito territorial aprendido en Barrio Sésamo (ahora estoy dentro / ahora estoy fuera / ahora vuelvo a estar dentro) para situarse en el estricto horizonte existencial (agur, gato agur).

Y es que el lenguaje está vivo, tanto o más que las personas que lo hablan. Cuando se empezó a escuchar ese grito ¡kanpora! en las manifestaciones, creíamos saber claramente lo que significaba. Pero desde que algún nacionalista catalán les ha pedido que se vayan a aterrorizar a otros, ya hasta los dedos se me vuelven huéspedes. Porque son estos mismos quienes, tras el asesinato de Miguel Angel Blanco, asustados por los gritos de «libertad» y «vascos sí ETA No», sacaron la campaña «Necesitamos la paz». Y ahora ya sabemos a quiénes se refería ese nosotros y para qué la querían, aún a costa de la libertad de otros.

Entonces nos plantearon que la paz tenía como precio la libertad de algunos. Si quieres la paz, renuncia a tu libertad. ¿Quién estaría en condiciones de rechazar una oferta tan atractiva? Dos clases de personas: los terroristas y sus víctimas. Porque unos y otros saben dónde les aprieta el zapato. Las víctimas saben que paz sin libertad significa seguir con su actual estilo de vida, de por vida. Los terroristas saben que esa paz soberanista, sin ellos para administrarla, les condena a desaparecer. Por eso han contestado a Ibarretxe: tu plan es la continuación de los privilegios (para ti) y la guerra (para nosotros).

Complicada manifestación nos aguarda. Complicada pero dejá vu. Ya sucedió en Vitoria, en la manifestación contra el magnicidio de Buesa. Y en la de Portugalete tras el asesinato de los hertzainas. Ahí los gritos fueron «Aupa Ibarretxe» e «Iturgaitz a la ría». De ETA ni se acordaron los que portaban ikurriñas. Y los otros, ¿qué haremos los otros, los que no nos conformamos con una paz sin libertad? Los que no queremos que ETA se vaya pa-España sino pa-dentro de las cárceles de España.

No me resulta fácil creer en la honradez de tanto aprendiz de brujo y cara perpleja. Ojalá ese ¡¡kanpora!! expresara el dedo social que señala el aherrojamiento de los terroristas en las tinieblas exteriores de nuestra historia. Aunque sólo sea por la duda, y sin quitarme la mosca de la oreja, nos veremos en la calle el próximo día 22.

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Otros artículos de la misma autora pueden verse en la web http://cronicasdelsitio.virtualave.net

Ainhoa Peñaflorida, EL PAIS/País Vasco, 11/12/2002