Febrero negro

Después de Parot, los demás se ponen a la cola. Y se suceden las preguntas. Quienes no se arrepienten y se jactan de lo que han hecho, ¿reincidirán en sus delitos? ¿Pueden estar en libertad sin haber cumplido la mitad de sus penas por asesinato? Y la pregunta del millón: ¿Por qué ahora, las peticiones de estos reclusos, señor Zapatero?

En el recuerdo de las víctimas del terrorismo de ETA, este mes de febrero suele ser gris, aciago, triste, plúmbeo, casi físicamente insoportable. Son días en los que las familias de los Múgica (este pasado fin de semana), los Pagazaurtundua (hoy) y los Buesa (el próximo día 22 ) homenajean a los suyos; a los que no quisieron vivir sometidos a la imposición de ETA y por eso la banda se cobró sus vidas. En el presente, los que se han quedado con el luto y con la dignidad de sostener el testigo de su memoria, tan incómodos, por cierto, para una buena parte de la sociedad, este mes no les augura buenos presagios.

Han pasado años desde que el terrorismo truncara sus vidas familiares y todavía tienen que salir a la palestra para defender lo obvio para que nuestros gobernantes dejen de practicar la equidistancia, el olvido y el silencio. De la equiparación entre el ruido de las cárceles y el silencio de los cementerios al sometimiento, media una línea extremadamente delgada. Los gestos que hasta ahora han detectado en el gobierno, les resultan inquietantes. A medida que a Otegi le satisface, a las familias de las víctimas se les encoge el corazón. No es posible que se esté hablando en los circunloquios de La Moncloa con tanta frivolidad como desconocimiento de la reconciliación sin exigir a ETA que, antes, pida perdón.

Pero los hechos alimentan sus temores de que la negociación va por otro lado. Conde-Pumpido, abucheado por la Asociación de Víctimas del Terrorismo, ayer en la calle, por haber cesado al fiscal Fungairiño, y cuestionado por la mitad del Consejo que preside, tuvo que hacer valer su voto de calidad para que no se le moviera el asiento. Tan delicada situación tiene. Los presos de ETA empiezan a reclamar su tiempo de rebajas, tras la cuesta de enero. Y el debate se vuelve agrio, compulsivo, frontal y frenético.

Después de Parot, los demás se ponen a la cola. Y se suceden las preguntas entre quienes sienten y padecen y que, hoy por hoy, se encuentran muy lejos de los aledaños de la presidencia del gobierno. Quienes no se arrepienten y se jactan de lo que han hecho ¿reincidirán en sus delitos? Quienes animan a seguir matando, ¿pueden estar en libertad aún cuando no han cumplido ni la mitad de sus penas por asesinato? Y la pregunta del millón. ¿Por qué ahora, las peticiones de estos reclusos, señor Zapatero? Pero el presidente otorga; sólo dice que todo va bien.

No es de extrañar que el colectivo Basta Ya después de unos meses de inactividad, de margen de confianza al presidente, haya vuelto al escaparate para sacudir las conciencias. Y defender algo tan obvio como que se debe mantener fuera de la legalidad a los grupos políticos que no condenan la violencia. ¿Aún estamos con esto? Son los pasos atrás del Estado de Derecho.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 8/2/2006