Fernando Savater: «Este ‘alto el fuego’ es una victoria de los demócratas, no de ETA»

Cuando Savater desveló su entrevista con Zapatero, «muchos se empantanaron en si Zapatero o yo éramos buenos o pérfidos y no repararon en lo importante, en la «segunda mesa»». Dice Savater que desde entonces el entorno de ETA trata de «colarnos» la burla a las instituciones democráticas. La única paz posible es la del acatamiento por todos del orden constitucional».

Hace diez meses entró en zona de turbulencias y ahora se siente refrendado por los hechos, tras el aterrizaje en el «alto el fuego permanente» de ETA. Cuando el filósofo y miembro de Basta Ya Fernando Savater reveló a ABC su reunión privada con José Luis Rodríguez Zapatero en la que el presidente del Gobierno le relató las llamadas de los terroristas a las puertas del Estado, terminó vapuleado pero no lo suficientemente escaldado para callar. «Muchos se empantanaron en si Zapatero o yo éramos buenos o pérfidos y no repararon en lo importante, en la «segunda mesa»». Dice que desde entonces el entorno de ETA trata de «colarnos» la burla a las instituciones democráticas «y por ahí sí que no debemos pasar. La única paz posible es la del acatamiento por todos del orden constitucional». Por eso la plataforma cívica de la que forma parte. «Basta Ya», ha vuelto a la calle y el sábado se hizo oír en San Sebastián.

—Dos semanas después de declarado el «alto el fuego»… ¿Tenemos más elementos para evaluar su alcance?

—Hay que dejar claro que se trata de una buena noticia, porque revela que ETA ha fracasado, no ha podido imponer su criterio, el Estado y las instituciones han resistido, la gente ha salido a la calle, la oposición ha ido creciendo en vez de disminuyendo y los jueces, la policía y el cerco internacional han hecho su labor. Así que de alguna forma hay que alegrarse porque lo hemos conseguido nosotros: los ciudadanos, las instituciones y todos los Gobiernos constitucionales que ha habido. No es una donación de ETA, no es un regalo de ETA, sino que es una asunción de su fracaso y de intentar rentabilizar lo que le queda antes de perderlo todo. Lo que pasa es que a veces las victorias son más difíciles de gestionar que las derrotas. El Estado constitucional español ha ganado la partida al terrorismo de ETA, pero ahora hay que gestionar eso de una manera hábil, dúctil, generosa si se quiere, pero también firme en los principios. Si hay pesimismo no es respecto a lo que está pasando, que es bueno, sino referido a que podamos o puedan meter la pata algunas de las personas que tienen responsabilidad en el asunto.

—Pero las manifestaciones de Batasuna y otros gestos revelan que ellos no están en esa presunta derrota, sino en otra cosa…

—Ellos tratan de rentabilizar y aprovechar lo poco que les queda. Intentan cruzar el mar mientras el mar está helado. Lo que mantiene el hielo es ETA, pero la superficie empieza a cuartearse y ellos se ven obligados a cruzar la orilla cada vez más rápido.

—¿La réplica es la voz de las plataformas cívicas?

—Cuando «Basta Ya» volvió a la palestra en febrero lo primero que hicimos fue sacar un comunicado en el que pedíamos la unidad constitucional y la reunión oficial del Pacto Antiterrorista porque nos parece que simbólicamente es una cosa muy importante, y naturalmente el rechazo de vías no constitucionales como mesas de partidos o de todo aquello que pueda dar impresión de que se pone entre paréntesis el orden constitucional para satisfacer a los que no lo aceptan. Por eso salimos a la calle para reivindicar eso en el País Vasco y en el resto de España, porque nosotros no aceptamos que los problemas que afectan a la inserción del País Vasco en España sean sólo un problema de los vascos. Creemos que los vascos tenemos capacidad de decisión, pero no solos. Por eso estamos dispuestos a apoyar al Gobierno a defender la Constitución, y a hacernos visibles y audibles, como hemos hecho este sábado en San Sebastián.

—¿Cuál cree que va a ser la «hoja de ruta» a partir de ahora? Tendemos a pensar que, en primer lugar, algo pasará con los presos…

—Bueno, yo creo que ahora va a haber un periodo, probablemente hasta después del verano, como de prueba, en el que verdaderamente se vea que ETA ha declarado un «alto el fuego» a todos los niveles, alto a la «kale borroka», alto a la extorsión de los empresarios. Lo importante es comprobar que el «alto el fuego» es también el fin de las actividades mafiosas y coactivas de ETA. E igualmente es fundamental que los no nacionalistas aprovechemos ese tiempo para manifestarnos en la calle, no sólo en el plan de grandes concentraciones, sino en el de ir a lugares públicos, de hacer una vida normal para que se pruebe si es verdad que va empezando una convivencia sin la amenaza de la violencia.

—Y, después de esa progresiva «normalización» social, ¿qué cabe esperar?

—Cuando nos hayamos hecho a la idea de que realmente esta gente va en serio, otro de los pasos será el acercamiento de los presos, o al menos de algunos presos, lo que al fin y al cabo no deja de ser una medida administrativa. Y más adelante, si pasa un tiempo suficiente, quizá los implicados quieran hablar con las víctimas, y ver si las víctimas aceptan medidas de más alcance. Porque si alguien tendría que pedir un alivio de la política penitenciaria, deberían ser las víctimas, que son las más directamente afectadas por el terrorismo. Medidas como los indultos deberían pedirlas las propias víctimas, son las únicas que tienen derecho a hacerlo. Los que no tienen derecho son los que se han estado beneficiando de la violencia.

—Hay un discurso en un sector de la opinión pública según el cual ya se han hecho cesiones políticas a la banda ETA. Se habla del caso del fiscal Fungairiño, de Rosa Díez… Y ahora meten en el saco incluso el nombramiento de Rubalcaba como ministro del Interior…

—A Rubalcaba le oímos en el Parlamento una excelente y sólida crítica del Plan Ibarretxe, de la cual algunos «pata negra» nacionalistas como Egibar aún no se han repuesto. Y creo que tiene claro que la Ley de Partidos es el
reglamento que debe leerse Batasuna como único modo de entrar en la legalidad. Por otro lado, reconozco que no me gustó nada su intervención en la tarde del 13-M: sectaria en el peor sentido de la palabra. En fin, le considero listo aunque tiene fama de «malo». Pero a estas alturas, prefiero los malos listos a los buenos tontos, porque éstos hacen más daño a la larga. Luego hay otros sectores y gente dentro del Partido Socialista que han estado tratando de acelerar procesos que deben seguir otro ritmo. Hombre, no creo que ETA haya dicho «hay que destituir a Rosa Díez», eso viene de otro sitio. Pero ciertas prisas sí son preocupantes, porque no es aceptable que oyendo algunas radios parezca que el único problema es la crispación que el PP puede producir en el fenómeno. Hay otro problema mayor: en el Partido Socialista hay gente que se adelanta a las peticiones de los nacionalistas y que van diciendo que asumen la mesa de partidos y que asumen los planteamientos del referéndum… A mí eso me preocupa más que la crispación del Partido Popular.

—¿Peligran el Pacto Antiterrorista y la ley de Partidos?

—No creo. Cuando los nacionalistas claman para la liquidación del Pacto Antiterrorista y de la ley de Partidos lo hacen con la misma insistencia que cuando, en las películas de vampiros, el vampiro le pide a la chica que se quite la cruz y los ajos para poder chupar más tranquilo. Esos instrumentos surgieron para dos cosas: una, porque existe el terrorismo, y otra porque hay mucha gente que quiere rentabilizar y aprovecharse del terrorismo. Y esas dos cosas todavía existen, por desgracia: aún hay terroristas porque no han entregado las armas y están a la espera, y existen muchas personas que buscan rentabilizar políticamente la existencia de ETA. Por eso es importante que siga vigente el pacto antiterrorista, ahora que Otegi se atribuye como un éxito haber metido en la cabeza de los grupos políticos que las instituciones hoy no valen, que hay que aparcarlas, juntarse en una mesa y decidir qué situaciones queremos. Eso es lo que no se puede admitir, porque ETA ha luchado todo este tiempo para poner fuera de juego a las instituciones y la mesa de partidos sería, incruentamente, cumplir el objetivo de ETA.

—¿Y la legalización de Batasuna?

—Ahora también hay quien habla de que puede no hacer falta que condenen la violencia si no hay violencia… Y Batasuna tiene que condenar el terrorismo lo haya o no lo haya, aunque ETA no esté, porque puede surgir otro partido con otra lucha armada. Por eso la Ley de Partidos es un sistema de salvaguarda contra futuras batasunas o futuras «etas» que pueden ser de signo muy diferente a lo que hemos conocido hasta ahora. Sólo les cabe condenar la violencia, entrar en la vida política normal, presentarse a unas elecciones e ir al Parlamento. Allí que hablen de lo que tengan que hablar. La única mesa de partidos posible ya está establecida en el palacete de Ajuria Enea, porque es lo que manda la Constitución y porque no hay más paz que hacer que los que han estado luchando contra la Constitución la acepten. Esto es la paz. La paz no es que se suspendan las actividades violentas, eso no es la paz. La paz es que la Constitución funcione como norma para todos en el País Vasco también.

—¿Por qué Zapatero se acerca a Rajoy después del «alto el fuego» y no antes?

—Yo creo que en determinado momento una de las malicias que más ha tratado de dañar al Partido Socialista en el País Vasco ha sido que cada vez que defendía con firmeza la Constitución se le acusaba de hacer seguidismo del Partido Popular. Con ese truco se ha desactivado a los mejores socialistas del País Vasco. Después de años de acusaciones a los socialistas de hacer seguidismo del Partido Popular, ahora no se va a exigir a los del PP que hagan seguidismo de los socialistas. Yo creo que en este momento tanto Zapatero como Rajoy están convencidos de que la verdadera alternativa en el País Vasco exige el acuerdo de los dos partidos mayoritarios. No se puede «pacificar» el País Vasco dejando a uno de los dos grandes partidos españoles fuera.

—Sobre el Estatuto catalán muchas voces opinan que se ha pervertido la jerarquía, al modificar una realidad estatal desde la periferia, y que eso puede ser tomado como referencia en el País Vasco…

—Que haya mucha gente en el País Vasco frotándose las manos ante lo ocurrido con el «Estatut» y que quiera seguir esa línea (porque, es verdad, se ha abierto ahí una cosa que a mí políticamente me parece negativa y que daña al país y daña la idea de Europa) no quita para que en todo caso sea el resultado de una lucha política. Eso es una cosa y el terrorismo es otra. Lo que se está proponiendo en el País Vasco es cerrar la puerta del Estado, prescindir del Parlamento, salir fuera y sentarnos en la «herriko taberna». Eso es fundamentalmente distinto, y por eso hay que forzar que todos en el País Vasco acaten el marco constitucional y que luego si quieren defiendan planteamientos como los catalanes. Lo que no toleraremos es que se nos imponga a partir de la violencia o como precio por el final de la violencia.

—¿Ya ha salido de «sub iudice» el detalle de su famosa entrevista privada con Zapatero?

—Aquella reunión no fue para tanto. Zapatero se limitó a comentar que había peticiones en las que de un modo o de otro ETA estaba buscando una salida. No dijo ningún secreto especial, sino que manifestó que existían esas comunicaciones. Comentó que eran ellos los que en ese momento se dirigían al Gobierno y por eso él quería con toda la prudencia y con todos los cuidados ver cómo se podría gestionar esto. Yo manifesté que no me parecía disparatado, siempre que no hubiese concesiones políticas. Luego escribí un artículo en junio del año pasado en el que ya explicaba que el problema no era si yo era malo o bueno por aquello que había hablado con Zapatero sino que el gran problema era la segunda mesa. Dije que iban a intentar colar una segunda mesa y que esa segunda mesa de orden político al margen del Parlamento era el verdadero problema. Es algo claro desde hace ya diez meses y hasta hace mes y medio nadie ha reparado en ello. En aquellos momentos todos se dedicaron a decir que yo era muy malo sin darse cuenta de lo que verdaderamente había que denunciar.

—Lo que es innegable es que ha cambiado el lenguaje radicalmente y que Otegi ha pasado de proetarra a «líder de la izquierda abertzale».

—Lo de Otegi también es un poco absurdo, porque de Otegi no se puede decir ahora que esté buscando la «paz», lo que está buscando son una serie de ventajas obtenidas a favor del cese de la violencia. Otegi no es el portavoz de la paz. La paz es que las instituciones constitucionales se impongan por encima de la violencia. Eso es la paz en el País Vasco, y no otra cosa. Sólo les cabe dejar las armas, condenar la violencia y presentarse a unas elecciones. Fuera de eso no hay nada más que hablar. La única política posible es en el Parlamento, en las instituciones y bajo el marco constitucional.

—¿Qué le parecen los términos concretos del comunicado de ETA?

—Eso de «alto el fuego permanente» es como un miércoles sin jueves ni martes. Con peligro, porque ahí sigue la presencia del fuego. Lo importante es que digan lo que digan lo que cuenta es lo que vamos a decir nosotros. ETA ha perdido y los que vamos a poner las condiciones somos nosotros, no ellos.


«Hay que entenderse con Imaz, no con Otegi, para no repetir el error de Cataluña»

—El PNV no participó oficialmente en la gran manifestación de Batasuna en Bilbao. ¿Qué papel cree que puede jugar Imaz?

—No estar ahí fue un síntoma de cordura. Siempre he sido partidario de incluir dentro del Pacto Antiterrorista y dentro de la lucha antiterrorista a todos aquellos miembros del PNV que se dan cuenta del peligro que supone para ellos y para la armonía del País Vasco una hegemonía de Batasuna. Gente del PNV ha padecido en sus propias carnes extorsiones y presiones por parte de los batasuneros que les acusaban de haberles robado los cargos en los Ayuntamientos. Se han dado cuenta de lo que significa vivir bajo la presión de esas mafias… Hay mucha gente del PNV que se percata de que les costará un poco exteriorizar el apoyo a los constitucionalistas, pero que saben que tienen que dar ese paso.

—¿Una especie de vuelta al pacto de Ajuria Enea?

—Sobre todo lo que no se puede hacer es volver a repetir la metedura de pata de Cataluña, de juntarse con los más brutos de la clase, creyendo que así logra uno librarse del primero, porque con los más brutos no se va a ninguna parte. Sería un error pensar que el interlocutor ahora es Otegi. Lo que hay que buscar es el entendimiento con Imaz y con lo que representa Imaz.

ABC, 10/4/2006