Frustración

ENRIC GONZÁLEZ, EL MUNDO – 13/09/14

· España no tiene solución. No me pregunten a mí por qué, pregunten a la Historia. Pero sí tiene arreglo. La cuestión catalana, endémica y muy notoria, ha ido arreglándose una y otra vez. Los arreglos han sido malos (el regeneracionismo del 98 y su expresión durante el franquismo), discutibles (el proteccionismo favorable a Cataluña) o bastante buenos (el régimen de la Transición recién concluido); cada arreglo ha durado, más o menos, una generación, y luego ha habido que buscar otro. Ortega y Gasset, un señorito frívolo y muy, muy inteligente, tuvo razón en su célebre discurso de 1932: el término clave es conllevar. En eso estamos hoy.

La fatiga resulta comprensible. Qué se le va hacer, si el mundo es imperfecto. Quienes proponen en estos momentos la aplicación de la ley, encabezada por el artículo 155 de la Constitución sobre suspensión de la autonomía, están cargados de razón. También, y les supongo conscientes de ello, están equivocados. Soy de los que creen que el empujón catalán de estos años acabará, como los anteriores, en fracaso, por muy diversas razones, y quizá en un ridículo como el descrito por Gaziel al referirse a tiempos de la República. El fracaso generará frustración. Y esa frustración definirá el comportamiento futuro de los niños que el 11 de septiembre acudieron en Barcelona a una de las manifestaciones populares más importantes que ha visto Europa. ¿Artículo 155? Bueno, es la solución legal. Como arreglo, me parece de los malos.

La ventaja de la frustración es que puede repartirse. Ahora hay catalanes frustrados en Cataluña porque sienten reprimida la expresión de su españolidad, y catalanes frustrados en España porque sienten reprimida la expresión de su catalanidad. Eso resulta desagradable en general. También constituye el principio de un arreglo.

Un sector mayoritario de la población catalana atraviesa una fase de agudo narcisismo colectivo. Ojo: un sector mayoritario. Aunque la cuestión se reproduzca periódicamente, el fenómeno actual tiene mucho que ver con el fin de un periodo caracterizado por los mitos de la Transición, por la crisis de los Estados dentro de la Unión Europea, por la corrupción generalizada y por un desastre económico que pesa más sobre quienes menos tienen. Está muy relacionado con la necesidad de cambio. Al Gobierno de Mariano Rajoy no le falta razón al esgrimir la ley y mirar hacia otro lado, porque ganará. Y, sin embargo, se equivoca. Hace falta un arreglo que nos permita repartir frustraciones e ir tirando hasta la próxima generación.

ENRIC GONZÁLEZ, EL MUNDO – 13/09/14