Ganarás la luz

JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 21/01/17

Juan Manuel de Prada
Juan Manuel de Prada

· En las nuevas formas de despotismo, las grandes compañías se adueñan del Estado.

Así se titulaba uno de los poemarios de León Felipe, donde aprendimos que la luz se gana con mucho llanto. Y, como si desearan homenajear a León Felipe y mantener viva su enseñanza, las compañías eléctricas le meten un subidón al recibo de la luz que nos deja gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. «¡Tuya es la luz! ¡Pero el llanto es mío!», exclamaba León Felipe, enfrentándose al mismo Dios, en uno de aquellos versos imprecatorios, entre la plegaria y la blasfemia, que lo hicieron famoso. Pero aquellos eran tiempos en que un poeta todavía podía pelearse con Dios, como hizo Jacob; ahora estamos tan orgullosos de haber apostatado y matado a Dios… y resulta que nos toca pelearnos con las compañías eléctricas, que son demonios que no escuchan nuestras plegarias y tampoco nuestras blasfemias.

Para justificar el subidón de la luz el ministro del ramo ha invocado diversas y variopintas causas: que si la ola de frío, que si la falta de lluvias, que si el encarecimiento del petróleo… Pero la triste realidad es que cuando hace calor, llueve a cántaros o el petróleo se abarata nunca baja el recibo de la luz. También nos ha explicado el ministro el funcionamiento del mercado, que es un recurso muy socorrido, alegando que al haber más consumo y más demanda de electricidad, es natural que crezca su precio; pero admitir que los bienes de primera necesidad puedan estar sometidos a las leyes del mercado es tanto como admitir que la propia supervivencia de los pueblos esté en manos del Dinero.

En realidad, tales explicaciones son excusas en las que se prueba la debilidad de los gobiernos, que primero hacen concesiones sobre bienes de dominio público a las compañías eléctricas y después no tienen el cuajo suficiente para domeñar a tales compañías, que pueden subir (pero nunca bajar) el precio de la luz invocando la meteorología y las leyes del mercado. En lo que vuelve a probarse aquel feroz diagnóstico de Hillaire Belloc: en las antiguas formas de despotismo, el Estado se adueñaba de las grandes compañías; en las nuevas formas de despotismo, las grandes compañías se adueñan del Estado, le imponen sus reglas y, además, lo obligan a actuar como recaudador.

Lo que caracteriza todas las formas de despotismo, antiguas o modernas, es el triunfo del Dinero sobre los gobiernos. Es lo que Pío XI llamaba «la caída de prestigio del Estado, que, libre de todo interés de partes y atento exclusivamente al bien común y a la justicia, debería ocupar el puesto de rector y supremo árbitro de las cosas»; y que, por el contrario, «se hace esclavo, entregado y vendido a la pasión y a las ambiciones humanas».

Esto lo decía un Papa, no un peligroso comunista; de hecho, lo decía el Papa que condenó el comunismo ateo. Pero, a veces –como acaba de decir otro Papa–, son los comunistas los que piensan como cristianos. En realidad, ni siquiera hace falta ser cristiano ni comunista para pensar de este modo; basta con entender, con sentido natural de la justicia, que el bien común no puede humillarse ante las exigencias del Dinero, y que la obligación de los gobiernos consiste en erigirse en supremos árbitros, no en esclavos de las ambiciones humanas, que suben el recibo de la luz cuando deja de llover y no lo bajan cuando llueve a cántaros.

Decía Chesterton, parafraseando el Discurso de la Montaña, que Dios hace que salga el sol sobre buenos y malos, y que llueva sobre justos e injustos; pero es misión de los gobiernos evitar que las insolaciones y los resfriados los sufran sólo los buenos y los justos. Evitar que salga el sol o llueva para beneficio de las compañías eléctricas es, en efecto, la primera misión de los gobiernos.

JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 21/01/17