Gobernar con Mussolini

IGNACIO CAMACHO, ABC – 11/08/14

· El PSOE trata a Podemos como hermano separado cuyas pequeñas diferencias no les impedirán compartir la casa común del poder.

Cuando los nuevos dirigentes del PSOE advierten que su adversario no es Podemos hay que traducir que piensan aliarse si llega el caso con el nuevo partido de extrema izquierda. Hermanos separados cuyas pequeñas diferencias no les impedirán compartir la casa común del poder, aunque hasta el momento de ocuparla competirán por ver quién se queda con las mejores habitaciones. Y no va a ser una disputa fácil porque los podemistas son ambiciosos, conscientes de su crecimiento, y no se conformarán con dormir en el trastero.

De todos modos a las huestes de Pablo Iglesias les da igual cómo les consideren los socialistas: ellos sí los van a tratar como adversarios porque su estrategia consiste en arrebatarles los votos asimilándoles a la odiosa «casta». Al menos hasta que toque negociar los pactos territoriales, que el Gobierno va a tratar de impedir con su polémica y tardía reforma de la ley electoral. Podemos no va de comparsa ni de bisagra ni de muleta: quiere la primacía, el sor

passo, y sus líderes creen que está a su alcance si cuajan una plataforma de alianzas con IU y otras fuerzas radicales. Probablemente la van a llamar como la que ya han lanzado en Barcelona, «Ganemos», y al menos hay que admitir que no engañan en los nombres. Aspiran a la hegemonía, a la primogenitura de la izquierda, el sueño roto de Julio Anguita. Los socialdemócratas de Pedro Sánchez se equivocan cuando hacen los cálculos pensando en sumar apoyos a sus candidaturas: tal vez en ciertas autonomías y municipios sean ellos los que queden por detrás. No se trata en absoluto de una posibilidad descabellada, habida cuenta de que más de un tercio de sus votantes ve con simpatía el nuevo movimiento anticapitalista. Y en ese caso tendrían que decidir si facilitan gobiernos del PP o de Podemos. Una opción antipática para un partido de su tradición institucional: ser sistema o antisistema.

Incluso en la mejor de sus perspectivas, para gobernar ciudades y territorios la socialdemocracia va a tener que contar con su recién surgida competencia. Por eso no quiere romper amarras y se resiste a aceptar el papel que le adjudica el discurso rupturista. Pero con esa táctica de reclamar su parentesco ideológico con Podemos le puede estar entregando la iniciativa del debate.

Y ése es el problema. Que un partido como el PSOE, que ha gobernado durante 20 de los 37 años de democracia, se jibariza a sí mismo cuando se define respecto a una organización con cuatro meses de vida. Sin embargo no puede o no sabe encontrar su propia posición de centralidad política porque tiene su futuro condicionado. Y cuando un líder como el valenciano Puig compara el discurso de Iglesias con el del ideólogo filofascista Gaetano Mosca corre serio riesgo de pillarse los dedos con la puerta del poder: a ver qué dice en junio si para ser presidente de su región depende de los herederos de Mussolini.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 11/08/14