Miquel Giménez -vVozpopuli

Amantes de Nostradamus, la Cábala y Hermes Trismegisto: no se devanen los sesos buscando la fecha en la que Cataluña adquirirá la condición de república con helado de postre todos los días. Nosotros estamos en condiciones de revelarles ese terrible secreto

Desencantada la masa separatista ante tanta promesa incumplida por parte de sus dirigentes, un hálito de indignación burguesa y, por tanto, esquina y cobarde, parecía enseñorearse de los colectivos pedagógicos con lazo amarillo y coscorrón admonitorio, de funcionarios partidistas de mesa caída y expediente amontonado, de bomberos con la manguera estelada o de periodistas con sus lenguas secas cual papel secante a base lamer traseros oficiales, próvidos en humedades.

De aquellas proclamas que hiciese la ANC, afirmando que en Sant Jordi del 2015 Cataluña sería república, a las declaraciones que el presidente de la Cambra de Comerç, el separatista Joan Canadell, ha hecho fiando la república hacia el 2030 o el 2040, media toda una estupefacción lógica. Aunque solo sea por amortizar el inmenso coste que ha supuesto para las economías de los indepes en camisetas, gorritos, pancartas, esteladas, chapitas, y otras minucias, amén de tenerse que tragar todo lo dicho por los voceros del proceso, estas almas de cántaro merecen cierta precisión acerca del fin de la sevicia española y el inicio del tercer cielo, de esa arcadia, de ese nirvana que constituiría, no lo duden, una república catalana regentada por los herederos políticos y quizá no tan políticos de Jordi Pujol, el gran sabio Merlín del nacional separatismo.

Como dijo Aleister Crowley en su día, «haz lo que quieras será la única ley», máxima ocultista que el separatismo ha adoptado como suya

Ah, porque Pujol, al igual que el encantador, no está muerto. Simplemente yace en un sueño mágico, esperando que se rompa el terrible maleficio que lanzó sobre el la deixa del Avi Fulgenci, y ese glorioso día ha de resurgir de sus cenizas para ayudar a erigir un nuevo Camelot en Sant Jaume, esplendor y brillo de caballeros y damas amarillentos y amarillentas. Ustedes me urgirán, sin duda, espoleados por el ansia del conocimiento, acerca de cuándo se producirá ese prodigio. ¿Lo indicarán los cielos, acaso, con el paso de una estrella errante, será un inusual brillo en Sirio, los destellos intermitentes de Betelgeuse, acaso será el paso fugaz y ominoso de un cometa profético y terrible? No y mil veces no. En verdad les digo que, a riesgo de mi propia vida, he localizado unos textos sitos en una vieja oficina de Banca Catalana, actualmente reconvertida en un bazar chino, en los que he podido descifrar, tras una costosa y terrible experiencia, esa fecha tan hermética como vedada a espíritus profanos, tan críptica a ojos de los iniciados como clara a los de quienes hemos rasgado los velos de Isis, Astarté y Marta Ferrusola, que ya es rasgar. He aquí la profecía y que cada uno de ustedes, oh amantes del conocimiento oculto, extraiga su propia conclusión. Como dijo Aleister Crowley, el gran mago negro del siglo XX, el hombre más perverso de Inglaterra, en su día, «haz lo que quieras será la única ley», máxima ocultista que el separatismo ha adoptado como suya, llevándola a la perfección con la ley de transitoriedad, las espurias consultas o su particular visión del juicio por el 1-O. Nigromantes excelsos, eso es lo que son.

He aquí la profecía: “Y llegará el día y tras él la noche, y la gran bestia se apoderará de todo sin que quede nada que no domine con su concupiscencia y su lengua supurando mentiras. Los heraldos de tamaño monstruo se conocerán por su servilismo con la bestia, y serán dóciles ante sus garras, perdonando todos sus pecados y aún incitándole a que cometa muchos más. Y tendrán a bestias aliadas en tierras con escudos orlados de cadenas, y serán ayudadas con regocijo por personas impías que bailarán celebrando que las bestias reinan y dictan su ley para aflicción y tormento de lo justos. La noche se considerará eterna y ya nunca más ha de brillar la bóveda celeste ni han de titilar las estrellas, porque la única luz que será permitida es aquella que de la bestia emane y las que enciendan sus sicofantas e hierofantes, ungidos por la hez de la plebe a sus sitiales entre rugidos de ignorancia y odio. Y cuando el justo quiera rebelarse se le condenará al Gehena sin juicio ni apelación, pues tal es el poder de la bestia, y sobre él y su estirpe habrá de caer vituperio. Y los reconoceréis por negarse a aceptar el mensaje de la bestia y hacer mofa de sus profetas y negarse a llevar prenda alguna orlada de Amarus, en lengua de la Magna Mater amargo, triste, locura y muerte, y en árabe Al Maril, fuego que se extingue.

Y todo lo sabréis, hijos míos, cuando veáis al hijo del califa, Oriol, en libertad, al Gran Visir Sánchez pactar con pro etarras e indultar separatistas y a la constitución abandonada en un rincón cual viejo apero de labranza herrumbroso e inútil”.

No es por decirlo, pero la traducción se entiende perfectamente. Vamos, creo yo.