Indolente Rajoy

PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO – 21/10/14

Pedro José Chacón Delgado
Pedro José Chacón Delgado

· Su respuesta al desafío catalán es política de Estado, porque apela a la Constitución, que es de todos, y no al nacionalismo español, que es solo de una parte.

Sorprende mucho, la verdad, que grandes analistas y creadores de opinión, tanto de Madrid como de Barcelona, y me refiero obviamente a quienes no congenian en absoluto con las inverosímiles opciones de Mas y Junqueras, insistan tanto en que el presidente Rajoy haga política respecto al desafío catalán, ‘política con mayúsculas’ o algo por el estilo, y que deje de recurrir a esa especie de mantra, dicen ellos, que es la apelación a la ley y al diálogo. Entendiendo ley por Constitución y diálogo por lo mismo que hace cada vez que se reúne con cualquier otro presidente de cualquier otra comunidad autónoma. Estaríamos, así, ante el colmo de la indolencia a la que nos tiene ya tan acostumbrados este presidente del Gobierno.

Entre quienes se escandalizan con Rajoy, por tanto, hay una mayoría que está de acuerdo con que Mas hace un uso del todo espurio del papel institucional y político que le corresponde o, dicho de otro modo, con que los nacionalistas en España, con todas las prerrogativas de que han disfrutado, disfrutan y sin duda seguirán disfrutando, en el sistema político surgido de la Constitución de 1978, al actuar en clave independentista, hablando del Estado español como de un ente político que estuviera al sur del Ebro, demuestran no haber entendido nada de la política española en toda la Transición.

Del mismo modo que están de acuerdo, además, en que si un liberal hoy quisiera acabar con el Estado del bienestar o si un socialista hoy quisiera imponer la dictadura del proletariado estarían tan fuera de la realidad como cuando un nacionalista hoy se propone llevar a su máxima expresión su ideología, declarando unilateralmente la independencia del territorio que considera propio. Entonces, si se está de acuerdo con todo esto, ¿qué es lo que, al mismo tiempo, se le está pidiendo a Rajoy que haga distinto en su forma de llevar lo de Cataluña?

Quizás no vendría mal coger un poco de distancia y perspectiva, tan necesarias siempre, para entender mejor lo que está pasando aquí. Algo que sí nos podemos permitir quienes observamos desde Euskadi la política española referida al caso catalán. Porque pudiera ocurrir que quienes recogen al instante, desde Madrid o Barcelona, todo lo que dice o hace Rajoy, como su forma peculiar de irse quedando sin adversarios en su propio partido, como su tancredismo político, como su desesperante indolencia, estuvieran metiendo también en el mismo saco de actitudes conocidas su estrategia para hacer frente al desafío catalán. Y no son capaces, así, de darse cuenta de que Rajoy, específicamente en el caso catalán pero con una trascendencia que sobrepasa ese problema con creces, le está confiriendo un rasgo a su mandato, insólito en toda la Transición, que conlleva por sí solo una nueva forma de hacer política en España y que, dicho sea de paso, ya iba haciendo falta. Una nueva forma de hacer política además respecto del problema estructural más grave y trascendental que nos atenaza como Estado desde la crisis del 98.

Porque, digámoslo de una vez: ¿qué se le está pidiendo a Rajoy cuando se le reclama más política? ¿No será acaso que haga una demostración de nacionalismo español? ¿Que se convierta en el líder que arrastra al pueblo tras de sí, una especie de Mas de la Meseta con acento gallego?¿Es eso lo que se le está pidiendo? Reparemos además en que, cuando se le reclama que haga más política, se acompaña la petición con términos como sentimiento, pasión, convencimiento, empatía, que al parecer le faltan a su estrategia frente a la de Mas. Cuando resulta que el político compostelano solo dice «ley y diálogo».

El caso es que no acabamos de escarmentar de nuestra historia contemporánea. Un presidente del Gobierno, en el actual Estado de las autonomías, debe limitarse a aplicar la Constitución, a cumplir y hacer cumplir la ley. Y eso es lo que proclama una y otra vez quien ahora ocupa La Moncloa, para pasmo, al parecer, de todo el mundo. Y es que todo lo demás, en este aspecto, lo tendrá que decidir el Tribunal Constitucional y lo que no diga este Tribunal, porque tampoco le compete dar lecciones de historia y de convivencia entre españoles, lo tendrá que hacer la sociedad civil, a través de las personalidades de más ascendiente cultural y cívico sobre la ciudadanía, sin olvidarnos del sistema educativo, esencial en este punto, como en tantos otros.

Para una vez que un político en ejercicio, el jefe del Gobierno nada menos, se ciñe a la Constitución y ofrece ese pacto como forma de resolver los problemas de articulación del Estado, entonces vamos y le decimos que eso no es política, que la política es otra cosa. Y nadie, salvo los nacionalistas, para quienes Rajoy lo único que tendría que hacer es darles la razón y todo resuelto, ha dicho en qué consistiría esa política que se le reclama.

Exigimos a Rajoy que haga política, que insufle pasión a su postura, que le plante cara a Mas y no sé cuántos despropósitos por el estilo. Y estamos perdiendo de vista una cuestión de alcance, que viene dada por nuestra historia y que nos puede convertir en referencia para Europa si la sabemos gestionar bien: en España fracasó hace tiempo el nacionalismo centrípeto, algo de lo que están aún muy lejos los grandes países de nuestro entorno. Ahora solo falta que fracasen definitivamente los centrífugos. Y esto sería un avance de rango superlativo en el modo de convivencia occidental, que nos colocaría en vanguardia de un proyecto europeo de ciudadanos y no de identidades. Sea o no por indolencia, lo que importa aquí, con mucho, es el resultado y lo que está haciendo Rajoy ante el desafío catalán es política de Estado, porque apela a la Constitución, que es de todos, y no al nacionalismo español, que es solo de una parte. Y no debería hacer otra cosa. Por el bien común.

PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO – 21/10/14