Javier Zarzalejos: «La normalización de la sociedad vasca no la puede liderar el PNV»

El ex secretario general de la Presidencia dice que el Partido Popular es «clave y esencial» en el proceso de reformas y anima al socialismo a encabezar la alternativa. «El problema de Batasuna es sobrevivir y evitar que logremos la derrota de ETA», asegura.

Durante ocho años fue el hombre en la sombra de Aznar en La Moncloa, el muñidor de los principales acuerdos, su consejero áulico. Javier Zarzalejos, ex secretario general de la Presidencia continúa siendo hoy una pieza «útil» del ex presidente, desde la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) que el anterior jefe del Gobierno ha convertido en un auténtico núcleo duro de resistencia. Responsable en este órgano del PP de los asuntos territoriales y antiterroristas, Zarzalejos abrió ayer en Bilbao unas jornadas de la Fundación para la Libertad sobre la vigencia del Estatuto. «El PNV no puede liderar la esperanza ni la normalización de la sociedad vasca», asegura el ex alto cargo.

-¿Será posible a medio plazo una reforma consensuada del Estatuto?

-La reforma del Estatuto no es una tercera vía entre su mantenimiento y el plan Ibarretxe, entre otras cosas, porque la propuesta del lehendakari no tiene nada que ver con una reforma estatutaria. Pero el problema no es tanto el contenido de la reforma, sino si el nacionalismo está dispuesto a asumir el consenso estatutario como marco estable en el que se tiene que mover la convivencia y la articulación de la sociedad vasca con el conjunto de España.

-¿Está el PP cerrado a reformas constitucionales y estatutarias?

-Nadie ha justificado todavía que exista un futuro de reforma que suscite más consenso que el que existe hoy. Y nadie ha explicado cuáles son los problemas que se quieren resolver con esas eventuales reformas. Estamos hablando de la reforma por la reforma.

-¿La dirección del PP terminará por colaborar en el proceso?

-No hay ninguna cerrazón. El PP representa casi diez millones de votos y es clave y esencial. Sin el PP no puede haber una reforma constitucional. No sólo por una cuestión aritmética, sino porque es impensable una reforma que no incorpore al principal partido de la oposición. No estamos cerrados, pero hay todavía muchas preguntas sin respuesta y no es el PP el que las tiene que dar.

-Cualquier solución pasaría entonces por un acuerdo profundo y amplio del PSOE y el PP.

-La Constitución estuvo basada en un consenso muy sólido entre el PSOE y el CDS. Ese consenso entre la izquierda y el centro políticos es fundamental e insustituible.

-¿Piensa usted también que el PSOE camina a ciegas, que no tiene un modelo territorial definido?

-Lo cierto es que no hay calendario, que existe una resistencia cerval a saber cuáles son los contenidos, los límites y el alcance real de las reformas. Es curioso el peloteo de propuestas entre los socialistas de Cataluña y de Madrid. Eso significa que no hay una idea muy clara de lo que se quiere hacer y hasta dónde se pretende llegar.

-¿Cree que el Gobierno de Zapatero puede sucumbir ante la presión de sus socios?

-Los Gobiernos no sucumben, son sustituidos democráticamente. No sería bueno ni saludable que un proceso de reforma esté impulsado, guiado y recoja la agenda reivindicativa de los nacionalismos.

-¿Respalda la tesis de un posible adelanto electoral?

-Creo que todo Gobierno debería tender a la estabilidad. Ahí están los precedentes de las dos legislaturas del PP sin mayoría absoluta y con ella.

-¿La reciente conferencia de presidentes fue un éxito?

-Debería expresar un estado de cooperación entre el Estado y las comunidades autónomas, más que un acontecimiento social. Muchos hemos visto más ceremonia que reunión y más rito político que contenido. En todo caso, esto fue un ejemplo de cómo hay cuestiones que pueden abordarse sin necesidad de una reforma constitucional.

-¿Pero no es mejor esa foto de todos juntos que la de dos gobiernos que no se hablan como se vió en la anterior legislatura?

-Suscribo esa opinión. El problema es que las fotos caducan con rapidez. Estoy dispuesto a aceptar como hipótesis que el Gobierno vasco desea entrar en una vía de diálogo y de cooperación, pero a la vista de los acontecimientos es una hipótesis poco verosímil.

-¿La situación política se ha relajado en los últimos meses?

-Un factor que está teniendo efectos positivos es el innegable, evidente y afortunado descenso de la violencia terrorista. Ahora, cuando ETA lleva un año y muchos meses sin conseguir matar, probablemente es mucho más fácil tener un buen talante. Por otro lado estamos en un proceso en el que nadie quiere aparecer como falto de diálogo y todos toman posiciones de cara a las elecciones. Hay bastante juego táctico, pero hay que fijarse en que los desacuerdos de fondo se mantienen y no serán fáciles de abordar, porque la radicalización del nacionalismo es una realidad.

-¿Cree que al plan Ibarretxe le queda mucho recorrido?

-Recorrido democrático, ninguno. No lo tiene ahora y no lo tuvo cuando lo presentó. Prueba de ello es que no ha avanzado un paso en apoyo popular ni en claridad. El problema es que el nacionalismo está dispuesto a forzar a la sociedad y a las instituciones todo lo que pueda y sin pararse en barras.

-¿Ve posible una marcha atrás en la estrategia del PNV?

-No creo que se deba confiar ya en esa carta. El PNV no podrá liderar la esperanza y la normalización de la sociedad vasca. Eso no vendrá de lo que quiera o no quiera hacer ese partido, sino de la capacidad de derrotar al terrorismo y de la alternancia. Si algo ha demostrado el PNV es su incapacidad de gobernar para todos los vascos.

-¿Quién debería liderar la normalización vasca? El PP y el PSE están cada vez más distanciados.

-En su momento, el PP, por primera vez en la historia política del País Vasco, asumió la responsabilidad de liderar una alternativa. Lo pudo hacer bien, mal o regular. Ahora el que tiene que demostrar esa capacidad con la misma generosidad y ojalá que con más acierto es el partido socialista. Quien condene a la sociedad vasca a renunciar a la alternancia y a una alternativa al nacionalismo, que es perfectamente legítima, tendrá que asumir el coste y explicar por qué en el País Vasco no es posible lo que democráticamente debe ser normal.

«El problema de Batasuna es sobrevivir y evitar que logremos la derrota de ETA»

-¿Considera que Batasuna busca un cambio de escenario?

-Creo que no. El acto de Batasuna se agotó con su celebración, porque ya es bastante que un partido ilegalizado por terrorismo pueda reunirse con una normalidad sorprendente, organizar su escenografía, recuperar sus imágenes y homenajear a los terroristas. Creo que ese era el auténtico objetivo. Su problema ahora es sobrevivir y evitar que la lucha antiterrorista consiga la derrota de ETA. Todo lo demás es entrar de manera ingenua en el juego de Batasuna.

-Fue uno de los interlocutores del Gobierno con ETA durante la llamada ‘tregua trampa’. ¿Ese tipo de contactos resultan ya irrepetibles?

-A medida que pasa el tiempo se hace más evidente que ETA quiso jugar con los deseos de paz de la sociedad vasca y eso no se lo ha perdonado. No hay cosa más ridícula que intentar repetir la experiencia. Lo que toca es cumplir con nuestra responsabilidad, que es la de derrotar al terrorismo y que sea lo que quede de ETA la que se preocupe de su final.

-Parece optimista con relación al declive de la organización terrorista.

-Es una realidad. El tiempo y el apoyo social se le han acabado. La clave estará en no darle a ETA tiempo prestado y no incurrir en errores. Creo que todas las concesiones terminan por pasar factura. Lo que me llama la atención es que algunos pretendan presentar como un recurso innovador recetas ya fracasadas.

EL DIARIO VASCO, 18/11/2004