JOSÉ ANTONIO MARINA «El Estado ha mirado hacia otro lado con el nacionalismo» 

OLGA R. SANMARTÍN MADRID El Mundo 

Filósofo y pedagogo.Reconoce la existencia de un «adoctrinamiento global y difuso» en las aulas catalanas que es reflejo de «una sociedad polarizada». «Las escuelas no son burbujas», recuerda. «Me escandaliza que historiadores catalanes no hayan protestado por la utilización en muchos casos de una visión sesgada de la Historia»

 José Antonio Marina acaba de sacar un libro en el que cuestiona el boom de las innovaciones educativas y sale en defensa de la memoria, el sentido del deber y otros valores que han perdido prestigio en los últimos tiempos. En El bosque pedagógico y cómo salir de él (Ariel)también habla del adoctrinamiento en la escuela, una institución que, advirtió Pierre Bourdieu, ha sido siempre reproductora de las creencias de la clase dominante. 

Pregunta.–En el libro menciona la ley educativa del ministro franquista Sainz Rodríguez, de 1938, que propugnaba enseñar la Historia para «poner de manifiesto la pureza moral de la nacionalidad española». ¿Hay adoctrinamiento en las escuelas de Cataluña? 

Respuesta.– Hay un adoctrinamiento global y difuso de una sociedad polarizada. Las escuelas no son burbujas, están dentro de la sociedad, y hay una parte de la escuela que seguramente habrá adoctrinado, con un sesgo que es un mal enfoque de la inmersión lingüística: claro que hay que defender el catalán, pero el nacionalismo ha pasado de ser un sistema de defensa a un sistema de exclusión. Se utiliza una visión sesgada en muchos casos de la Historia y me escandaliza que historiadores catalanes no hayan protestado. La defensa de la identidad nacional ha permitido todo tipo de excesos. Seguro que hay profesores que han utilizado sus clases para adoctrinar, incumpliendo su deber docente. Debemos defender el derecho que tienen los niños a que se les eduque bien. 

P.–¿De quién es la culpa?  R.–El Estado no ha aprovechado los recursos que tenía para cohesionar la educación.

No ha utilizado bien las competencias, ni las conferencias sectoriales, ni la Alta Inspección, ni los consejos escolares, ni la formación de los profesores. Y ha mirado para otro lado cuando le interesaba no enemistarse con partidos nacionalistas porque después les iba a pedir ayuda. 

P.– ¿Sirve para algo la Alta Inspección del Estado? 

R.– No, en este momento sirve para muy poco. Y podría servir para mucho. 

P.–¿Qué soluciones propone?

R.– Creo que la solución no es centralizarlo todo. La culpa no la tiene la descentralización, porque hay países que están descentralizados y funcionan muy bien, sino la mala gestión y cómo se ha utilizado esa descentralización. Se debería municipalizar la educación para que cada municipio cuidara sus escuelas. 

P.–¿Sabe por qué Íñigo Méndez de Vigo no hace nada en Educación? 

R.– Eso me gustaría a mí saber. Cuando aceptó ser portavoz, lo consideré un insulto a la Educación, porque un ministro de este área difícilmente tiene tiempo para ocuparse de la portavocía del Gobierno. Ha conseguido que lo urgente elimine lo importante. 

P.–Ha comenzado la negociación del pacto. ¿Habrá acuerdo?  R.– Soy pesimista. De conseguir un acuerdo será muy de mínimos. Es una equivocación metodológica mantener en secreto las discusiones del pacto: deben ser públicas para que la sociedad se implique. 

R.–¿Qué le parece que se haya dejado la Religión para el final? 

R.– Es una de las tensiones que han estado presentes en todos los intentos de pacto, igual que la equidad y la calidad, el sistema público y concertado o las competencias estatales y autonómicas. Son cuestiones endémicas que otros países han resuelto y debemos empezar a resolver. Casi todas se arreglarían con mayor flexibilidad y autonomía en los centros. 

P.–Un estudio reciente dice que la Lomce ignora los factores que mejoran los resultados de los alumnos. ¿Qué ha sido lo peor de esta ley? 

R.– El modo en que se redactó y se dio a conocer. Y que no se ocupó de temas esenciales, como el profesorado. Técnicamente es una ley mala, con estándares disparatados y con unos currículos excesivos. 

P.–¿Se debe aprender de memoria? 

R.– ¿Y cómo vas a aprender, si no? La memoria es el órgano del aprendizaje y la fuente de la comprensión. la creatividad, el razonamiento y las habilidades. Es un disparate decir que no hay que aprender las cosas de memoria. El paradigma educativo nuevo ha dejado de basarse en todo lo relacionado con la memoria, que son los contenidos, para hacer un elogio de los procedimientos, como si éstos no se aprendieran de memoria. 

P.– ¿Por qué está tan desprestigiada la memoria?

R.– Por los excesos que se han cometido, igual que está desprestigiada la autoridad porque venimos de un régimen autoritario, o el concepto de deber, que se ha perdido porque parecía demasiado duro, rígido, poco espontáneo.  +

P.–¿En qué han fallado las nuevas pedagogías?

R.–Hay modas psicológicas que han influido negativamente en la educación. La alta autoestima puede ser tan mala como la baja, porque crea personalidades narcisistas. O la errónea concepción de la motivación, el pensar que al pobre niño que no está motivado no hay que exigirle nada. Y un asunto tremendo es la idea de que los niños nacen autónomos y libres y que no hay que coaccionar su libertad. Los niños nacen dependientes y aprenden la autonomía, en primer lugar, obedeciendo a sus cuidadores y, después, obedeciendo las órdenes que se dan a sí mismos. Lo de Summerhill [escuela progresista británica basada en la autorregulación de los niños] fue un disparate, por fin lo hemos dicho.  Ahora empezamos a tener estudios muy serios que dicen que la educación directiva y planificada por el docente tiene más éxito, por lo menos en ciertas cosas. O la pedagogía se pone las pilas o no está en condiciones de asumir las responsabilidades de una sociedad del aprendizaje. Y entonces las asumirán las grandes compañías que están luchando por hacerse con el negocio educativo: Pearson, IBM, Microsoft, Samsung…