La extraña guerra

GABRIEL ALBIAC, ABC – 04/12/14

· Dos aviaciones de guerra con alta potencia destructiva no pueden cruzarse sobre el mismo cielo por azar sin arriesgarse a un desastre.

«WAG the dog»: las imágenes de Al-Yazeera trajeron automáticamente el título de la película, rodada por Levinson bajo impecable guión de Mamet, a mi cabeza. «Wag the dog»: una guerra ficticia, hecha de imágenes televisivas que rueda un escenógrafo brillante. Sin más objeto que el de ocultar otra cosa, trivial pero decisiva: unas elecciones presidenciales.

Imágenes de Al-Yazeera: cazas iraníes atacan posiciones del Estado Islámico en el Este de Irak; quizá a la misma hora, las posiciones del EI están siendo bombardeadas, en el Sur, por la aviación aliada. La simultaneidad sobre el cielo iraquí de aviones de combate iraníes y estadounidenses –en, si no coordinación, al menos ausencia de conflicto– es asombrosa. Y uno no puede evitar la impresión de estar asistiendo al despliegue de una pactada escenografía.

No es tal, se nos dice. El martes mismo lo confirma así el portavoz del Pentágono, John Kirby: «Tenemos indicaciones de que los iraníes han lanzado expediciones aéreas con aviones F-4 Phantom en los últimos días» sobre objetivos del EI en la provincia iraquí de Diyala. Hasta ahí, los hechos. Pero es la evaluación lo de verdad asombroso. El asunto, sigue explicando Kirby, no concierne ni a los Estados Unidos ni a sus aliados militares en la zona. «Nosotros nos limitamos a efectuar acciones aéreas sobre Irak. Las realizamos siempre bajo el acuerdo del Gobierno iraquí. Sólo a ese Gobierno corresponde gestionar tal espacio aéreo». Que fuerzas aéreas iraníes efectúen en él operaciones de ataque no afecta a la aviación americana. Y el portavoz enfatiza lo esencial: «Nada ha cambiado en nuestra política según la cual no coordinamos nuestra actividad con los iraníes».

Nada ha cambiado. Salvo un pequeño detalle técnico. Dos aviaciones de guerra con alta potencia destructiva no pueden cruzarse sobre el mismo cielo por azar sin arriesgarse a un desastre: mutuo y para terceros. No es siquiera imaginable que la aviación estadounidense y la iraní coincidan en operaciones de castigo sobre el mismo territorio sin, al menos, establecer unas coordenadas mínimas que impidan accidentes de gran envergadura. Que esa coordinación se efectúe a través de un tercero, el Gobierno de Bagdad, no cambia demasiado. Sobre todo, si se tiene en cuenta la escasa autonomía de la cual ese Gobierno dispone. En lo militar aún menor que en lo político.

¿Qué está pasando en el amplio territorio entre Irak y Siria donde la variedad más brutal –y mejor armada– del yihadismo ha impuesto su califato? ¿Qué está pasando en las fuerzas que lo combaten?

Pasó, en primer lugar, la mayor pérdida de credibilidad militar que han sufrido los Estados Unidos desde Vietnam. El día en que Barak Obama optó por dar marcha atrás en su anunciado ataque contra el Gobierno sirio de Bashar al-Assad, Washington exhibía una voluntad de dejadez en el Cercano Oriente que preludiaba lo peor. La consolidación del califato de Abú Bakr sobre su amplio territorio estratégico es la fatal consecuencia de ello.

El EI asienta su potestad sobre una posición hostil a todos. Y muy peligrosa. Para un Irak estúpidamente abandonado por los Estados Unidos antes de estabilizar su régimen, por supuesto. Pero también para un Irán que no puede perder, a manos sunitas, su último soporte chií importante: Siria. El fuego cruzado sobre el cielo iraquí es, así, inevitable. Más vale que –diga el Pentágono lo que diga– ese cruce esté milimétricamente pactado. «Wag the dog». O sea: «Si el perro no mueve la cola, mueve al perro».

GABRIEL ALBIAC, ABC – 04/12/14