Diego Carcedo-El Correo

  • Es un retroceso en la práctica totalidad de los avances logrados en estos años y rechaza las libertades que se han consolidado frente a los restos del nazismo y el fascismo

Conforme se van acercando las elecciones europeas y las encuestas pronostican los resultados, alarma más el crecimiento de la extrema derecha en buena parte de los países miembros de la UE. Para empezar es un partido que resiste y obstaculiza la integración que es el principal objetivo desde su fundación, propugna un retroceso en la práctica totalidad de los avances logrados en estos años y rechaza las libertades que se han consolidado frente a los restos del nazismo y el fascismo.

En Francia se teme que pueda llegar a la presidencia de la República, en Italia ya está gobernando -aunque hay que añadir que con mayor moderación de la esperada-, y en Alemania, donde la memoria del Reich no se borra fácilmente, es donde más preocupaciones despierta la proliferación de nuevos partidos y movimientos con principios claramente antidemocráticos. En Bruselas, centro neurálgico de la política continental, se hacen cálculos y el temor es que en el próximo Parlamento los extremistas de derechas cobren más presencia y capacidad.

La tensión internacional que se está viviendo, con varios focos amenazando con el estallido de una tercera guerra de grandes proporciones, es un factor más que se suma a las ideas de quienes tienen su pretensión en un enfrentamiento armado. Tropieza con el otro extremo de la política, el de la extrema izquierda que opina que invertir en equipamiento y formación militar es absurdo. La inesperada guerra de Ucrania, suscitada por una invasión rusa, no les sirve a mucho de ejemplo de la necesidad de estar bien equipado para defenderse mientras que a otros el interés es armarse para imponerse a sus enemigos.

España no es una excepción. Vox, el partido de extrema derecha surgido de forma bastante inesperada, no parece por fortuna que esté aumentando entre sus simpatizantes, a pesar del escaño conseguido en Euskadi, pero su presencia tanto en la vida parlamentaria como en la calle se vuelve menos visible. Mal que les pese a algunos, su existencia ya ha contribuido a desestabilizar la actividad democrática que se venía consolidando con un bipartidismo mayoritario que se alternaba en el poder siempre con otros con menor implantación, pero disponibles y abiertos para negociar o completar una mayoría parlamentaria.

La aparición de Vox alteró el voto, restó un porcentaje al Partido Popular, que de no ser así le hubiese proporcionado la mayoría necesaria que quizás le habría facilitado la investidura y evitado que el líder socialista tuviera que acudir a una coalición con los partidos independentistas que mantiene al Gobierno sometido a exigencias que crispan a la sociedad, necesitado del respaldo de ideales y estrategias contradictorias y abocado a caer en cualquier momento. La participación en los Ejecutivos de varias comunidades autónomas recuerdan cada día que sus ideales y actitudes pretenden un retorno a un pasado que choca con el tiempo en que vivimos.