La Fatwa

ABC 08/01/14
IGNACIO CAMACHO

· Los dibujantes de «Charlie Hebdo» son hoy el símbolo de una civilización amenazada. Mártires de la libertad

HAY una guerra y la podemos perder porque nosotros dudamos y ellos no. Nosotros y ellos, sí. Nosotros: los europeos, los occidentales, los partidarios –religiosos o laicos– de organizarnos en democracia y vivir en libertad. Ellos: los integristas islámicos, los fanáticos del Corán y su yihad que crecen y se multiplican en las sociedades libres aprovechando su flexibilidad multicultural. Ellos no dudan, no tienen mala conciencia, no ofrecen fisuras en su designio de combate y exterminio contra el infiel. Nosotros sentimos complejo de culpa, remordimientos por nuestro modelo de vida, tormentos relativistas sobre nuestra superioridad moral. Ellos hacen la guerra por todos los medios y nosotros nos negamos a admitir siquiera que la guerra existe. Ellos atacan y nosotros no nos defendemos. Ellos nos odian a nosotros y nosotros… a menudo nos odiamos a nosotros mismos.

No ganaremos esa guerra en primer lugar hasta que no la aceptemos como desafío, y en segundo hasta que perdamos el complejo de culpa por proteger la libertad. Hasta que entendamos que el problema no es de los defectos de nuestra civilización sino de quienes viviendo en ella se niegan a integrarse en sus valores de respeto y convivencia. No ganaremos mientras no nos sintamos seguros de nuestro orden ético y político. No ganaremos mientras no identifiquemos a los enemigos como tales. No ganaremos mientras no dejemos de titubear.

Cuando cayeron las Torres Gemelas, muchos de entre nosotros pensaron y dijeron que en el fondo era más o menos culpa nuestra. Desde entonces han caído otras torres simbólicas: en el metro de Londres, en los trenes de Atocha, en Canadá, en el Cairo, en Siria, en Irak. Y ayer en París y mañana quién sabe dónde. Y una parte significativa de la opinión pública occidental sigue pensando, por buenismo o por corrección política, que esas tragedias son el fruto de nuestros errores y que somos nosotros quienes debemos cambiar. Y todavía en Europa domina la idea de que es un problema más grave la islamofobia que el islamismo. Y cuando la barbarie medieval enseña con feroz orgullo las cabezas recién cortadas nos preguntamos en qué nos estamos equivocando y qué hemos hecho mal. Pues es sencillo: nos hemos equivocado al no entender que vienen a por nosotros y que nos tenemos que defender.

Los dibujantes de «Charlie Hebdo», un grupo de estrafalarios izquierdistas y de ácratas iconoclastas, son hoy el símbolo involuntario de una civilización amenazada. De la Atenas del siglo XXI. Ellos se rebelaron contra el silencio siniestro de la fatwa en nombre de los principios democráticos y lo han pagado con su vida; son los mártires del espacio sagrado de la libertad y la memoria de su coraje es la garantía de nuestro futuro. Enmudecerla, esconderla o relativizarla por miedo es una ignominia pero tiene sentido. Lo que carece de nombre es hacerlo por pura imbecilidad.