La foto y el día que ETA asesinó a Fernando Múgica. (Carta a su hijo)

José Antonio Zarzalejos-El Confidencial

Lo normal en cualquier sociedad sería que Otegi no estuviese en la vida pública. En Euskadi la verdadera normalidad no se ha producido como prueba esa foto y la reacción que has tenido

No tengo el gusto de conocerte. Sí a tu tío Enrique y, brevemente, me relacioné por algún asunto periodístico con tu recordado padre, asesinado por la banda terrorista ETA el 6 de febrero de 1996. Un pistolero etarra le descerrajó un tiro en la nuca en una calle de San Sebastián. Ese día –y este es el episodio que me invita a dirigirte estas letras de manera pública- me encontraba en Bruselas, formando parte de la delegación vasca como director de ‘El Correo de Bilbao’, encabezada por el lendakari Ardanza. Acudíamos a la inauguración de la oficina comercial de nuestra comunidad autónoma en la capital belga. Era comisario europeo entonces, nuestro paisano Marcelino Oreja Aguirre.

Cuando nos llegó la noticia del asesinato de tu padre quedamos conmocionados. Muchos, al menos. Pese a la recurrencia de los crímenes de ETA algunos no perdimos la capacidad de sobrecogernos ante su inhumanidad y vesania. Aquel año apuntaba mal y podíamos esperar cualquier cosa de la organización criminal. Y una de ellas fue el asesinato de Fernando Múgica, tu padre, que representaba todos los valores democráticos que tú has explicado en medios de comunicación y que cientos de miles de vascos conocíamos y admirábamos.

Vuestra familia forma parte de ese socialismo vasco cívico, resistente y democrático –también republicano y antifranquista pero comprometido con la Transición y la Constitución de 1978- que soportó tantas víctimas entre sus filas (en el recuerdo, Enrique Casas y Fernando Buesa, entre otros) y que siguió el ejemplo del extraordinario Ramón Rubial.

Enterado, pues, del horrible crimen con tanta significación para el PSE y para la opinion pública vasca, bajé al lobby del hotel bruselense en el que nos alojábamos. Y allí esperé a que pasase el lendakari Ardanza. Y pasó. Me acerque a él e intercambiamos nuestra desolación por el asesinato. Pero yo quería hacerle una propuesta: le pedí que tras la inauguración de nuestra delegación en Bruselas, se suspendiese el coctel y el concierto programados en señal de luto, de homenaje a tu padre y de condena del crimen.

El presidente del Gobierno vasco se quedó, primero, sorprendido, y luego, mostrando su contrariedad, se negó a alterar el programa por la “importancia que tenían para Euskadi aquellos actos”, expresando, eso sí, todas las protestas de repudio a ETA que imaginarte puedas.

Le conteste sucintamente que asistiría a la inauguración del local, pero no al coctel ni al concierto. Así lo hice y cené con mi mujer, mano a mano, en un restaurante de la Grand Place de la capital belga. Previamente traté de lograr complicidades con mi propuesta. No sólo no tuve éxito, sino que recibí reproches. Algunos a los que se la planteé me llegaron a decir que proceder así, suspendiendo actos públicos, “hacía el juego” a ETA” y que ante sus asesinatos había que mostrar “normalidad”.

Vuestra familia forma parte de ese socialismo vasco cívico, resistente y democrático que soportó tantas víctimas entre sus filas

Como sabes bien, esa fue la tónica predominante en la sociedad vasca durante al menos treinta años. De modo, José María, que la ciudadanía de Euskadi –una buena parte, al menos- enfermó. Y ahora está convaleciente pero con recidivas. Es verdad que los nacionalistas vascos, e incluso la Iglesia, se dan golpes de pecho supuestamente arrepentidos de lo que hicieron o dejaron de hacer, pero fotografías como la aparecida en ‘El Diario Vasco‘ en la que se ve confraternizando culinariamente a la secretaria general del Partido Socialista de Euskadi con el que fuera miembro de la organización terrorista Arnaldo Otegi, constituye una recaída en el nocivo mantra de la “normalidad”.

Lo normal en cualquier sociedad del mundo occidental sería que Otegi no estuviese presente en la vida pública. En Euskadi, dígase lo que se diga, la verdadera normalidad no se ha producido como prueba esa foto y pone de manifiesto la reacción que has tenido ante ella: darte de baja del PSE y proclamar “no en mi nombre”. Tú y muchos como tú sabemos que en esa fotografía se produce una anomalía perversa: Idoia Mendía no tenía necesidad de aparecer con el “bildutarra” y, mucho menos, en esa tesitura festiva. Es más: tenía muchos motivos para no aparecer en ella.

De modo, José María, que la ciudadanía de Euskadi –una buena parte, al menos- enfermó. Y ahora está convaleciente pero con recidivas

Por desgracia, José María, miles y miles de vascos y otros muchos españoles no te comprenderán. Serás “un radical” o un “intolerante”. Esa imagen les parecerá tan “normal” a demasiados ciudadanos como le ha parecido al presidente del Gobierno. En ese malhadado 6 de febrero de 1996 la “normalidad”, a pesar del asesinato de tu padre, consistía en comportarse con ajenidad a la tragedia. Ahora, la “normalidad” consiste en aceptar que pueda herirse la más elemental sensibilidad de las víctimas con fotografías que, me temo, solo unos pocos consideramos ominosas.

Nunca aceptaremos, José María, que la “normalidad” consista en aceptar la presencia blanqueada de Otegi en aras de no se sabe qué reconciliación. Muy por el contrario, el intento de que la aceptemos para así estandarizarla sigue siendo una de esas victorias en diferido que pretende la extinta ETA que vive en hologramas con forma de Otegi y de sus demás compañeros de fechorías.

Por eso, estimado José María, y lo he comprobado personalmente, en nuestra tierra hay cadenas de librerías en las que no se vende “Patria” de Fernando Aramburu. Porque atenta contra la “normalidad” que esa instantánea nos quiere transmitir. Y no en tu nombre. Pero tampoco en el de muchos miles de vascos y otros españoles.

Recibe un fuerte abrazo.