La frontera virtual

ABC 30/11/14

· Al Gobierno le falta mucha calle. En el debate de Cataluña ha de abolir la frontera virtual levantada por el nacionalismo

EL pasado martes, cuando anunció su enésimo itinerario de secesión con una espectacular puesta en escena caudillista –en materia de comunicación política el nacionalismo lleva años luz de ventaja–, Artur Mas se refirió al Estado como el epítome de los males de Cataluña. Cuando un nacionalista dice el Estado se refiere a España pero en el caso de Mas esa referencia en tercera persona consuma un simbólico lapsus de explícita deslealtad. Porque el Estado, en Cataluña, lo representa él como máxima autoridad institucional del territorio. Y al mencionarlo como un adversario estaba ejecutando un acto de doblez que muestra hasta qué punto ha traicionado la responsabilidad que juró asumir cuando aceptó el cargo.

Desde ahora, pues, es menester que el Estado se haga presente en Cataluña al margen de unas instituciones autonómicas que actúan como si ya se hubiesen emancipado. En ese sentido visitas como la de ayer de Rajoy tienen que dejar de ser excepcionales para convertirse en una referencia habitual, explícita, de soberanía nacional. El Gobierno lleva demasiado tiempo cediendo cuotas de poder y hasta su propia ausencia; ha probado por la vía del apaciguamiento y ha fracasado porque no hay modo de que Mas cumpla un pacto. La teoría de que el rigor legal y político favorece el victimismo independentista no se sostiene; para evitar que el nacionalismo se victime habría que complacer todos sus objetivos. Los catalanes unionistas necesitan comprobar que España no les ha abandonado, y los secesionistas han de entender que no habrá dejación de funciones ante su designio de independencia psicológica. Si la Generalitat renuncia a ejercer la representación del Estado tendrá que ser el Gobierno el que ocupe con decisión ese espacio institucional que le están vaciando.

Este es un debate presencial, sobre el terreno, y no se puede ganar sin una comparecencia continua. Como decía aquel entrenador de fútbol, Pacho Maturana, un fundamentalista de la táctica, «para jugar en zona hay que vivir en zona». El Gabinete tiene que pisar el campo donde se juega este partido decisivo del que lleva demasiado tiempo ausente. Los nacionalistas han tomado mucha delantera porque han logrado crear un ambiente de exclusión en el que parece que, en efecto, el Estado se ha retirado de Cataluña, siendo así que es el que paga sus servicios públicos, avala la deuda de la autonomía y evita su quiebra. La frontera virtual levantada por el nacionalismo ha de ser abolida. Con o sin elecciones, el presidente y su equipo deben convertir Cataluña en un escenario físico de su actividad cotidiana; hablar desde Madrid no basta. A este Gobierno le falta mucha calle en toda España. Y no le queda mucho tiempo ya para recuperar esa dimensión esencial de la política que consiste en salir a buscar a la gente, llamar a su puerta y hablar con ella mirándola de frente y a la cara..