La historia enterrada

Cualquier joven pudiera creer que el pasado de la lucha antifranquista lo protagonizó en Euskadi el PNV. Craso error. Si hay que calificar a algún partido de antifranquista ése lo fue el PCE. Con el tiempo, ETA fue mucho más cruenta con la democracia que con el franquismo; resultó al final que era mucho más antidemocrática que antifascista.

Hay maneras de desenterrar el pasado. Hay malas maneras, a la búsqueda de su manipulación política -más exactamente, populista- para utilizar los enfrentamientos y agravios y reivindicar de manera más o menos ladina lo que alguna élite política desea. Pero también se puede hacer desde el respeto por el pasado y con preocupación académica por el tema. Este segundo es el caso de la biografía Ormazabal realizada por Norberto Ibáñez y José Antonio Pérez (Editorial Latorre Literaria).

Cualquier joven pudiera creer, si se deja llevar por algunos medios de comunicación, que el pasado de la lucha antifranquista lo protagonizó en Euskadi el PNV. Craso error. Sí que estuvo ahí, casi simbólicamente representado por unas pocas personas detenidas al año, siempre las mismas. A partir de los años cincuenta, tras la desilusión que supuso el reconocimiento de Franco por las potencias occidentales, es el Partido Comunista el que mantiene la llama de la resistencia antifranquista, tras el periodo de resistencia armada mediante las guerrillas que sucedió a la Guerra Civil. A partir de los sesenta, es ETA la que asume ese protagonismo, por la radicalidad de ésta y el buen criterio comunista de promover la reconciliación nacional en pos de un sistema democrático, lo que no le impedía a sus militantes seguir en la lucha y acabar masivamente en la cárcel. Si hay que calificar a algún partido de antifranquista ése lo fue el PCE. Con el tiempo, ETA fue mucho más cruenta con la democracia que con el franquismo; resultó al final que era mucho más antidemocrática que antifascista.

En la biografía de Ramón Ormazabal, que fue secretario general del PCE-EPK desde principios de los sesenta a los ochenta, hasta su sustitución por Roberto Lertxundi, se plasma mucho más que una biografía; es la historia de este partido a través del personaje. Por ella vemos desfilar a otros muchos que aún nos acompañan en la lucha por la libertad, como Vidal de Nicolás, Agustín Ibarrola, Tomás Tueros, David Morín, Ignacio Latierro, Enrique Múgica, etcétera, y algunos otros que, desgraciadamente, no hace mucho desaparecieron: Manuel Escobedo, Txemi Cantera, Giménez Pericás, López de Lacalle y Fernando Múgica (éstos últimos asesinados por ETA) y que siguen siendo recordados con cariño por los que les conocimos.

Es la historia del heroísmo, de la tenacidad, de muchas ilusiones en ocasiones enajenadas, incluso de bastantes errores. Es la historia del sacrifico, de la disciplina a un partido, en ocasiones hasta el servilismo. Es una gran historia la que nos ofrece la obra de estos dos investigadores, permitiéndonos superar la difamación que del pasado ha fabricado la manipulación política. Ormazabal fue un ejemplo abnegado de comunista. El libro recupera su militancia durante la República, en la que fue redactor en diversas publicaciones del partido, resistente en el Madrid asediado, luego preso y después fugado del campo de Albatera. Recorre después su exilio americano, la preparación de las guerrillas en la Argelia liberada por los aliados, su defenestración posterior en el partido, su vuelta al interior como líder del mismo, la prisión en el penal de Burgos, la creación de Comisiones Obreras, la Transición democrática,… Un gran repaso de nuestra historia desde la entraña de este partido, sustancial para conocer nuestro pasado próximo.

Ormazabal transitó del heroísmo a la racionalidad más responsable en la Transición. Cuenta Latierro los abucheos que padeció por parte de izquierdistas radicales en el mitin de recibimiento a Dolores Ibarruri, en 1977, por la condena pública que hizo desde la tribuna de oradores de los asesinatos de ETA. «Ormazabal», escribe, «veía ya en ella el grave riesgo que iba a suponer para las libertades democráticas». Y quizás esa responsabilidad y racionalidad fue a la postre lo que llevaría a su práctica desaparición al PCE-EPK y a personajes como Ormazabal, que habían forjado tan duro instrumento político. La resistencia les hizo grandes, pero la anhelada democracia les disolvió como un azucarillo, y no iban a hacer como ETA, enfrentarse a ella.

Seguro que el aficionado a la historia y a la política verá con interés esta obra. Resulta un acercamiento brillante, honesto, desapasionado y fundamental para entender lo que fuimos y, especialmente, lo que somos.

Eduardo Uriarte, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 8/3/2006