La IV guerra mundial

RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 26/10/14

· Desde su primera manifestación, el 11-S, el islamofascismo se multiplica y gana batallas.

Yo no sé quién estaba más loco, si el tipo que se lanzó con un hacha contra policías en Nueva York o el que entró a tiros en el Parlamento de Ottawa después de haber matado a un soldado canadiense. Pero sí sé que al menos el segundo estaba motivado por una ideología, de raíces religiosas, que desde hace trece años propugna la muerte de todos aquellos que no son como ellos. Es decir: con toda seguridad, de quien esto lee y de mí mismo.

A la misma hora en que el asesino canadiense intentaba ampliar su número de víctimas, en las Cortes españolas se aprobaba el envío de un mínimo contingente de tropas a Irak. Todos intentaban decirnos que esto nada tenía que ver con lo hecho hace once años por el Gobierno de Aznar. Los conmilitones del expresidente, por miedo. Los rivales, por vergüenza. Incluso escuché decir a un veterano escritor de discursos presidenciales que esta vez no había que ir a buscar las armas químicas que nunca existieron. Si al menos tuvieran el detalle de leer los periódicos antes de opinar, sabrían que las armas sí existían y ahora hay al menos 2.000 ojivas de armamento químico que según el Gobierno del premio Nobel de la Paz, Barack Obama, están en manos de estos chicos del Terrorismo Islámico a los que algunos se empeñan en otorgar la condición de Estado.

El gran Norman Podhoretz publicó un fascinante ensayo de 230 páginas, «World War IV. The Long Struggle Against Islamofascism» (Doubleday. New York, 2007), en el que explicaba que estamos en la primera fase de la IV Guerra Mundial –la tercera fue la Guerra Fría– y que la libramos contra un monstruo con dos cabezas, una religiosa y otra secular, de ahí el término islamofascismo. En la II Guerra Mundial el mundo libre luchó contra totalitarismos «de derechas».

En la Tercera, contra totalitarismos «de izquierdas»; y en esta Cuarta guerra, que puede durar más que los 42 años que se prologó la Tercera, luchamos contra una fuerza originada en una religión alumbrada en el siglo VII, que se politizó en el XX y que se ha dotado de las tecnologías del XXI. Aprendamos de la Historia.