La izquierda y lo público (I)

EL MUNDO 04/08/14
VICENTE LOZANO

Alguién tendrá que explicar por qué esta crisis ocasionada por el rampante capitalismo neoliberal –así dicen algunos– ha terminado por descolocar mucho más a la izquierda política que a la derecha. No lo digo tanto en términos electorales, que también, sino en sus propuestas sociales y económicas. Lo palpó Zapatero aquel fin de semana nefasto –para él– de mayo de 2010, y lo vemos en Francia, Italia y algunos países nórdicos… donde gobiernos socialdemócratas toman unas medidas que antes de 2008 los clásicos hubieran tildado de heréticas. Ahora que la izquierda sensata busca un reposicionamiento en sus planteamientos sociales en aras de unas políticas eficaces que mejoren la calidad de vida, debería revisar su desmesurada pasión por lo público. Me explico.

En España lo público ha sido el camino más corto para el enriquecimiento de algunos ciudadanos privados. Aunque duela decirlo. Los miles de millones de euros de dinero de todos que se han despilfarrado se han detraído de recursos que deberían haber acabado en manos de los españoles. Sobre todo, de los más débiles socialmente hablando. Porque si el Estado se queda sin recursos y tiene que recortar en pensiones, educación o sanidad, los perjudicados son los que sólo tienen acceso a la pensión, educación o sanidad públicas. Los ricos tienen dinero para costearse esos gastos.

Así, los principales perjudicados por los 100.000 millones que ha costado la reestructuración de las cajas de ahorros son los españoles con menos recursos. Y el Gobierno, ni este ni el anterior, no tienen toda la culpa de ello, sino los políticos de cualquier signo que gestionaron las cajas a su antojo. Esos 100.000 millones suponen, por ejemplo, un año del gasto en pensiones.

Y está la corrupción pura y dura. Los millones de euros defraudados –«el dinero público no es de nadie», ¿se acuerdan?– en Gürtel, Nóos, eres, fondos de formación, ITV,Pokémon… Sin contar con el despilfarro en las contrataciones de personal, los aeropuertos sin aviones, o una ciudad de las Artes y las Ciencias que se cae a pedazos… ¿Se podrá sumar alguna vez todo ese montante? Todos esos ejemplos tienen un hilo conductor: se ha metido la mano en el dinero público. De todos los españoles, pero repito, sobre todo de los más débiles porque son los que más lo necesitan. A lo mejor no compensa glorificar lo público. La semana próxima concretaré este razonamiento hablando de Gowex y de Jordi Pujol.