La memoria del franquismo, en manos del PNV

PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO – 11/04/15

Pedro José Chacón Delgado
Pedro José Chacón Delgado

· ¿Qué llevó a los herederos de Esteban Bilbao a donar a la Fundación Sabino Arana los archivos del principal personaje político e intelectual orgánico del régimen?

Esteban Bilbao Eguía, natural de Bilbao y fallecido en Durango en 1970, fue el principal político e intelectual orgánico del franquismo, al que solo le pudo hacer sombra, y solo al principio, el ‘cuñadísimo’ Serrano Suñer. Fue presidente de las Cortes franquistas durante veintidós años, entre 1943 y 1965, de donde salieron más de cuatro mil leyes que construyeron la arquitectura jurídica del régimen, y antes ministro de Justicia entre 1939 y 1943, los años más duros de la posguerra. De él fue el lema acuñado en las monedas de entonces «Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios». Fue autor de la estratégica ley de Sucesión de 1947 y primer presidente del Consejo del Reino entre 1948 y 1965. Ningún político acumuló semejante hoja de servicios a favor del régimen y, entre los vascos, habría que reunir a Areilza, Lequerica, Zuazagoitia y Arrese para intentar acercarse a él.

En su retirada fue nombrado hijo predilecto de Bilbao y benemérito de Vizcaya y Franco le concedió el marquesado de Bilbao Eguía. Casado con María Uribasterra Ibarrondo, no tuvieron hijos. El título, tras ostentarlo su hermano Hilario y luego su sobrino Jesús Bermejillo, hijo de Concepción Bilbao Eguía, quedó vacante tras el fallecimiento de este último en 2010. Pues bien, el pasado 6 de febrero el presidente de la Fundación Sabino Arana, Juan María Atutxa, anunció, en el curso de unas jornadas dedicadas a la memoria histórica, que la institución que preside acababa de recibir, como donación particular, nada menos que el archivo personal de Esteban Bilbao Eguía.

Por pura cortesía historiográfica, y ante semejante anuncio, habría que empezar por felicitar a la institución que ha recibido el archivo del personaje –aparte del propio Franco– más relevante del franquismo. Pero del mismo modo que se comprende que la Faes estudie a Cánovas o a Maura, o que la Pablo Iglesias haga lo propio con Besteiro o Prieto, se entiende que la Fundación Sabino Arana no va a utilizar el archivo de uno de sus adversarios históricos por antonomasia para promocionar y ensalzar su figura. Eso iría contra el simple sentido común, ya que la Fundación Sabino Arana es una institución dependiente orgánicamente del Partido Nacionalista Vasco, que se ocupa de estudiar todo lo relacionado con Euskal Herria desde un criterio –tal como rezan sus estatutos– abertzale, democrático y progresista. Y Esteban Bilbao Eguía, desde su tradicionalismo partidario de las entidades históricas en el seno de la monarquía hispánica, se pronunció y actuó muchas veces contra el nacionalismo vasco, movimiento político al que conocía perfectamente bien, y se opuso siempre a cualquier proyecto autonómico, tanto vasco como catalán, que pusiera en el más mínimo riesgo la unidad de España.

Llegados a este punto, caben al menos tres consideraciones. La primera: cómo es que a ninguna autoridad cultural del Estado, al comprobar que el título de marqués de Bilbao Eguía quedaba vacante en 2010, no le saltó ninguna alarma sobre la posibilidad de que ese título, habida cuenta de la trascendencia del personaje que lo recibió por primera vez, llevara asociada la existencia de una documentación sensible y enjundiosa. De ese modo, hace tiempo que este archivo personal debiera haber quedado bajo la guarda y custodia del Archivo Histórico Nacional, en su Centro Documental de la Memoria Histórica, con sede en Salamanca, lugar mucho más lógico y seguro que la fundación de un partido político, cualquiera que este sea.

La segunda cuestión se refiere a los donantes de este archivo tan relevante y al motivo que les llevó a entregarlo a la Fundación Sabino Arana. Solo cabe pensar en una simpatía previa hacia el PNV, que confirma la deriva de muchas familias vascas encumbradas en el franquismo que, para lavar su pasado de adhesión al régimen, han basculado hacia el nacionalismo vasco moderado, en lugar de hacerlo hacia la derecha democrática, en principio su destino natural si esta derecha hubiera sabido –o podido– poner en valor desde el inicio de la Transición sus propios antecedentes históricos, tanto tradicionalistas como liberal-conservadores. Esa adecuación no se ha hecho y por ello la derecha vasca y española en general siguen a la defensiva en el debate crucial por la memoria histórica, lo que nos introduce en el tercer considerando.

La Fundación Sabino Arana ha incorporado a sus fondos el depósito documental clave para lo que conocemos como ‘memoria histórica’, que abarca república, guerra civil y franquismo, y que da nombre a un debate historiográfico iniciado tras la primera victoria del PP, en marzo de 1996, e impulsado por los partidos de izquierdas y nacionalistas, que cuestiona de raíz la obra de los padres fundadores de nuestro régimen constitucional de 1978. El nacionalismo vasco, por otra parte, y aunque hayan pasado ochenta años desde entonces, sigue teniendo mucho que ocultar de los prolegómenos del franquismo, como explica muy bien Carlos Olazabal en su reciente libro ‘Negociaciones del PNV con Franco durante la Guerra Civil’, donde ilumina, más aún si cabe, y con fondos inéditos, la cuando menos equívoca actitud del nacionalismo vasco de aquel momento ya reflejada en su anterior obra ‘Pactos y traiciones’. Por lo tanto, la pregunta que cabe plantearse, aun a riesgo de resultar ingenua, es la siguiente: cuando se abra a investigadores el archivo personal de Esteban Bilbao Eguía, «tras la organización de sus miles y miles de documentos por los técnicos de la fundación» –como explicó el propio Atutxa–, ¿podremos aspirar a encontrar ahí más testimonios comprometedores para el PNV de ese periodo crucial de nuestra memoria histórica?

PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO – 11/04/15