La mentira por bandera

ABC 22/04/14
ÁLVARO MARTÍNEZ

«La inexactitud histórica no hace a los hechos menos valiosos o menos ciertos; todo lo contrario». Esta desvergonzada égloga a la mentira salió de la boca de Artur Mas en vísperas de unas elecciones catalanas. Fue en el monasterio de Ripoll, junto al sepulcro de Wilfredo el Velloso, considerado el primer rey de Cataluña en la fábula que el nacionalismo se ha ido construyendo para darle una mano de barniz, presuntamente histórico, al enorme embuste que sostiene el carácter milenario de la nación catalana y otras milongas más bien sentimentales. Bajo este patrón del engaño, los partidos independentistas y el resto de los cruzados por el soberanismo han ido hilvanando patrañas como castillos, algunas tan ridículas como empezar a tunear el pasado de personajes universales para convertirlos en catalanes.

En este delirio, nos encontramos que Cristóbal Colón era del mismo Barcelona y que sus carabelas no partieron de Palos, en Huelva, sino de Pals, Gerona. Parece un chiste pero no, hay libros enteros dedicados al disparate, recogido luego en guías turísticas subvencionadas por el Ayuntamiento de la Ciudad Condal. Al calor de la hoguera separatista se han arrimado una legión de pseudo-historiadores que, previo pago, han sostenido insensateces de un tamaño descomunal, como que Cervantes no nació en Alcalá de Henares sino en el noreste peninsular, que se apellidaba Servent y que escribió ElQuijote en catalán. Las gestas «investigadoras» de este grupo de embaucadores han llegado a descubrir al autor de ElLazarillode-Tormes, que al parecer es Joan Timoneda. Es una pena que el pobre Timoneda (por cierto, valenciano) se muriese sin sospechar nunca que lo había escrito. Al final, y como sigan la linde, hasta Dios va a ser catalán.

Ahora sabemos que la propia Generalitat es autora de notables falsificaciones, como ilustrar el asedio a Barcelona de 1714 con un grabado obscenamente modificado para que en los buques agresores ondease la bandera de la Armada española, que por entonces ni existía como tal. La falacia forma parte de la exposición titulada «Memoria gráfica de una guerra», que se exhibe en la embajadilla cultural de la Generalitat en Madrid, capital del «imperio opresor» y caja de caudales del «España nos roba». Porque todo tiene el mismo rigor.

Pero es igual, ya saben, «la inexactitud histórica no hace los hechos menos valiosos o menos ciertos»… No, todo lo contrario, convierte a su autor en príncipe de la mentira.