La nación perfecta

Pedro José Chacón Delgado, DIARIO VASCO, 11/7/11

Aquí hay mucha gente todavía que piensa que la razón histórica está de su lado y que van impertérritos a por su nación perfecta para todos cueste lo que cueste

Con la elección de Javier de Andrés como diputado general de Álava/Araba se ha cerrado el círculo de renovación en las diputaciones forales del País Vasco, tras el 22-M y, con ello, se dibuja un panorama político que ya han adelantado aquí Alberto Ayala e Iñigo Bullain como el ‘cuadrilátero vasco’. Tenemos al PP dirigiendo a los alaveses, al PNV al frente de Bizkaia, a Bildu en Gipuzkoa y al PSE-EE en la Lehendakaritza (con el apoyo del PP), ¿hay quien dé más? Para mí esto se aproxima mucho a la perfección política, qué quieren que les diga.

Ya sé que habrá muchos que no estén contentos con este panorama político pero, como ciudadano vasco, yo no puedo pedir más. Quienes militen en los partidos antes mencionados y sobre todo quienes los dirijan, obviamente, no estarán contentos, o no deberían estarlo, habida cuenta que un partido político, por definición, siempre debe ir a por el poder, a por todo el poder, por medios democráticos y sobre todo ‘confesables’. Desde Maquiavelo el poder es bueno por sí mismo, es beneficioso para la comunidad, y por eso resulta imprescindible gestionarlo bien y para gestionarlo bien la primera condición es tenerlo bien sujeto. Por eso resulta tan contraproducente, a mi juicio, que un partido político hable de «convivencia entre diferentes» cuando el resto de los diferentes, a quienes va dirigido su mensaje, están deseando borrarle del mapa político. En política hay que ir siempre a por todas, y en eso los nacionalistas lo tienen mucho más claro que los demás.

Cierto es que el panorama político vasco, por su inserción en el español, exhibe una característica de partida que lastra las posibilidades de los partidos no nacionalistas en su seno, cual es tomar como referente inexcusable la existencia de unos partidos nacionalistas que representan unas sensibilidades que hay que respetar. Así, los partidos no nacionalistas consideran normal que en Euskadi haya otras ideologías, avaladas por la Constitución, que propugnan la separación de España. En cambio, los partidos nacionalistas no se han dado nunca por enterados, al parecer, de que su vida política recibe su oxígeno de la Constitución española de 1978, la misma a la que tanto denostan y que nunca aceptaron, lo cual les da patente de corso para despotricar permanentemente contra ella y hacer como que pueden prescindir perfectamente de los partidos no nacionalistas en el País Vasco. Esa es la gran diferencia entre los dos sectores de la política vasca que condiciona todo lo demás.

Así, cuando vemos al flamante diputado general de Gipuzkoa luciendo una camiseta con el símbolo de Amaiur y conminando a la presidenta de la Comunidad Foral de Navarra a que aprenda historia, nos entra una especie de desazón y de agotamiento que, a pesar de estar ya acostumbrados a ello, siempre nos cuesta admitir. Aquí hay mucha gente todavía que piensa que la razón histórica está de su lado y que van impertérritos a por su nación perfecta para todos cueste lo que cueste. No acaban de entender que lo suyo es una utilización de la historia como la pueden realizar otros y que no tienen toda la razón, sino solo parte de ella. Quien quiera acudir a la historia para argumentar su posición política que lo haga, pero, por favor, que no confunda eso con la verdad de lo que pasó.

Para el año que viene están previstas las conmemoraciones del quinto centenario de la conquista de Navarra por Fernando el Católico y el octavo centenario de la batalla de las Navas de Tolosa, aquella de la que, según la tradición, Sancho el Fuerte se trajo las cadenas del escudo para Navarra. Se nos viene encima una avalancha de interpretaciones de aquellos acontecimientos de la que ya hemos tenido un pequeño anticipo en algunas sesiones parlamentarias en el Congreso de los Diputados, con intervenciones para todos los gustos. Nada que ver con lo que tendremos a partir de primeros del año que viene, ya lo verán. La historia de hace ocho siglos o cinco siglos, tanto da, convertida en conversación política partidista, ahí es nada. ¿Dónde está la verdad histórica? Nos volverán a tomar por ingenuos y a querer convencernos, una vez más, cada uno de los partidos, de que la verdad está de su parte. La política es lo que tiene, pero la historia va por otro lado y en ese terreno la búsqueda de la verdad es no solo perfectamente lícita sino que debe ser el objetivo de todo historiador que se precie.

Por mi parte, qué quieren que les diga, también tengo mis preferencias conmemorativas. Y lo de Navarra, a los que vivimos cerca de Bilbao, nos pilla un poco lejos. Está más cerca Santander. Y es por eso que les voy a proponer una referencia de nuestro acervo cultural que ya sé que de entrada a algunos les va a dar un poco de repelús. Pero la aprovecho porque el año que viene, casualidades de la vida, también nos llegará el centenario de su fallecimiento. Nada que ver con lo que nos han explicado de él desde los tiempos del cuplé. Me refiero a Marcelino Menéndez Pelayo. En este autor está concentrado todo el tradicionalismo español, del que proceden directamente los nacionalismos vasco y catalán. Fíjense lo que dejó escrito sobre la nación perfecta y díganme luego si tiene algo que ver con lo que vino después de su muerte y con la utilización que han hecho luego de su figura histórica: «El ideal de una nacionalidad perfecta y armónica no pasa de utopía. Para conseguirla sería necesario no sólo unidad de territorio y unidad política sino unidad religiosa, legislativa, lingüística, moral.., et sic de caeteris, ideal que hasta ahora no ha alcanzado pueblo alguno. Es preciso tomar las nacionalidades como las han hecho los siglos, con unidad en algunas cosas y variedad en muchas más, y sobre todo en la lengua y en la literatura».

Pedro José Chacón Delgado, Profesor de Historia del Pensamiento Político

Pedro José Chacón Delgado, DIARIO VASCO, 11/7/11