La resistencia cívica

El autor propone retirar de los espacios públicos las referencias a Sabino Arana por su exaltación de la xenofobia y el racismo

Hace algunas semanas, tuve el orgullo de estar en el acto que el Ayuntamiento de Ermua (País Vasco) organizó para inaugurar una escultura creada de forma gratuita por el ilustre y honorable escultor Agustín Ibarrola en honor y desagravio a las víctimas. Don Agustín hacía un llamamiento a los artistas, supurando humanidad por todos los poros de su existencia como persona de bien, para que asuman un compromiso cívico a favor de la democracia y la libertad, así como a que apuesten con gestos a través de su arte por los valores humanos básicos que dan sentido a nuestras sociedades, con el ingrediente esencial de la dignidad. Efectivamente, la dignidad no nos viene a los ciudadanos impresa en los genes, nos la tenemos que ganar a pulso, y para ello no podemos, no debemos, hacer ejercicio de pasotismo cuando se vulneran las normas básicas del comportamiento cívico y democrático.

En su disertación, el filósofo y escritor Fernando Savater también estuvo magnífico, magistral, sin minusvalorar al resto de los intervenientes, como Carlos Totorica, Cristina Cuesta, Mari Mar Blanco o el propio Agustín, pues cada uno de ellos hizo gala de profundas convicciones democráticas, y de un gran bagaje intelectual y de espíritu cívico comprometido.

Me sentí ennoblecido con la presencia allí de los luchadores por la libertad que sumaban una muchedumbre en el acto, venciendo el miedo y dando muestras de combatividad pacífica y de compromiso con los valores humanitarios de los que cualquier ser humano que se precie como tal debe estar impregnado.

Este tipo de actos son la gasolina de nuestra existencia ciudadana para seguir al pie de obra, ganando terreno, palmo a palmo a los euskonazis. Cada vez siento más un sentimiento de gratitud a toda esa gente, como el propio Vidal de Nicolás, que ha contribuido a mi enriquecimiento como persona, solamente por el hecho de haberle conocido, y a otros como él, al haber aprendido de ellos cómo es posible mejorar en ese proceso de perfeccionamiento que tenemos que fijarnos los ciudadanos en nuestra existencia, por nuestra condición de seres sociables.

Así es posible hacer progresar a nuestra sociedad y vencer las tentaciones totalitarias y mafiosas características de aquellos que sólo aceptan como acción política su régimen de control y dominio de la sociedad, cuando evitan cualquier signo de regeneración y de alternancia en el poder por procedimientos antidemocráticos y contrarios a la dignidad humana.

Casualmente, en esta misma fecha han coincidido las imágenes ofrecidas por televisión del traslado de una figura ecuestre del dictador Franco, símbolo de lo que fue una etapa de la historia de España que no tenía que haber ocurrido, pues nos retrasó cuarenta años en el desarrollo de una sociedad civilizada como es la española. La ciudad gallega de Ferrol, antaño apellidada �del Caudillo�, ha acertado quitando ese símbolo de la vergüenza, de ese paréntesis negro de la historia de España.

La retirada de dicha estatua me sugiere la necesidad de adoptar una medida idéntica con otro personaje nefasto en la historia del País Vasco: Sabino Arana. Ha tardado mucho en salir a la luz el pensamiento político del fundador del nacionalismo vasco. Son varios sus textos xenófobos, racistas y totalitarios, contrarios a la dignidad de la especie humana, que sugiere pensar, aunque no coincida ni en el tiempo ni en el espacio, que fue el precursor del ideario del «Mein Kampf» de Hitler, libro escrito en la cárcel por el inventor del nazismo.

Las similitudes entre los textos escritos por Sabino Arana, como los de �De su alma y su pluma� -jugosa antología del disparate más execrable-, y los contenidos del libelo escrito por Adolf Hitler, el mayor criminal político de la historia de la humanidad, son asombrosas. Pero más sorprendente es aún que el citado sea la referencia sagrada del nacionalismo vasco, y que nadie haya dicho aún nada respecto a la barbaridad de su ideario político, sino, por el contrario, sea el paradigma guía de la acción nacionalista, tal como nos revela la praxis política de los actuales dirigentes nacionalistas.

Reclamo, por ello, en razón a mi condición de vasco, pues defiendo el buen nombre de mis conciudadanos, que se retire de inmediato cualquier referencia a Sabino Arana en calles, edificios o esculturas que frecuentan el espacio urbano de pueblos y ciudades del País Vasco. Mientras no se haga así consideraré que la retirada de los signos franquistas es una acción incompleta en el lavado de imagen pública que representa suprimir los signos de identidad fascista que manchan nuestra integración en la Europa de los ciudadanos y en la Europa de la sociedad occidental, de la civilización representada por el paradigma del lema de las revoluciones liberales: �libertad, igualdad y solidaridad�.

Mientras no se haga así, los ciudadanos demócratas tenemos un reto pendiente.

Ernesto Ladrón de Guevara, www.talcual.net, 22/9/2003