La suegra y el yerno

IGNACIO CAMACHO, ABC – 28/03/15

· Ciudadanos y UPyD defienden las mismas ideas, pero Rosa Díez lo hace de un modo más desabrido, más antipático.

Muy pocos votantes de Ciudadanos y de UPyD, acaso muy pocos electores en general, sabrían señalar las diferencias ideológicas o programáticas entre ambos partidos. Sin embargo intuyen una cuestión de matices de empatía. Aciertan. Eso es lo que los distingue: la manera emocional de relacionarse con su electorado a través de sendos liderazgos tan perfilados que los convierten en partidos personalistas impregnados del talante de sus respectivos jefes. Y ésa es la batalla que ha perdido Rosa Díez frente a Albert Rivera: ambos dicen más o menos las mismas cosas y defienden parecidas visiones políticas, pero ella lo hace de un modo más hosco, más desabrido, casi autoritario, que choca contra el discurso aterciopelado de él. Díez parece una suegra, y Rivera, un yerno.

En realidad se trata de un problema de mercado. Rosa Díez detectó la oportunidad mucho antes, tanto que llegó demasiado pronto. Intuyó todavía durante el zapaterismo que entre la deriva disparatada del PSOE y la rigidez un poco amorfa del PP marianista se abría espacio para una fuerza moderada de centro. La fundó, la trabajó, la peleó con tenacidad y convicción y logró consolidar una aceptable posición de partida. Pero era una coyuntura temprana porque aún no se había producido la catarsis sociopolítica que estalló en España el año pasado y que tuvo en Podemos su eclosión más vistosa. UPyD se descolocó, no supo manejarse en el nuevo escenario y perdió comba.

La gente, el público electoral, reclamaba protagonismos nuevos y de repente el pequeño partido tercerista parecía viejo, gastado. Entonces, desde su rincón catalán apareció Rivera, o lo hicieron aparecer, como un candidato a la medida de los desencantados votantes del bipartidismo. Y la líder vasca no descifró el cambio de la demanda. Se enrocó en su orgullo patrimonialista sin atisbar que la tienda de al lado le birlaba la clientela porque vendía el mismo género con un escaparate más vistoso.

En cierta medida, la actitud ceñuda de R10 demuestra que, en efecto, pertenece a la política convencional que ella misma combate. Le ocurrió lo mismo que a Izquierda Unida con Podemos. Su reacción de reñir a los electores que le dan la espalda es un suicidio político. Rivera le hizo la envolvente con una propuesta envenenada de fusión que no aceptó porque sabía que el joven dirigente la aplastaría en unas primarias. Pero ese rechazo celoso era también una sentencia que la condenaba a resistir sin masa crítica para mantener la defensa.

Ahora lo tiene todo en contra. Sus excelentes cuadros medios en fuga van a nutrir la principal carencia de C´s. Y para converger está ya en una situación de debilidad clara. No oyó a tiempo las voces sensatas que le reclamaban, cuando aún estaba en condiciones de negociar, una estrategia unitaria. Algo peor: encerrada en su suspicaz aparato de partido nuevo-viejo, sólo escuchó las voces equivocadas.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 28/03/15