La tolerancia del extremismo se vuelve pesadilla

EL MUNDO 05/06/17
EDITORIAL

EL ZARPAZO terrorista vuelve a golpear a Europa. Reino Unido es hoy un país en estado de shock, tras sufrir el tercer atentado islamista en apenas tres meses. El ataque en el célebre Puente de Londres se ha producido, además, es vísperas de las elecciones legislativas británicas del jueves. Una vez más, el terrorismo intenta influir en las urnas. Porque el yihadismo no busca sólo provocar el mayor daño posible en Occidente, sino que también persigue combatir los valores y el modo de vida que nos caracteriza. El Estado Islámico ha declarado la «guerra total» a los occidentales no por lo que hacemos, sino, sencillamente, por lo que somos y representamos en el mundo.

Por ello, Europa en su conjunto está en el punto de mira, y en estado de alerta máxima desde hace ya varios años. Y los muchos ataques perpetrados por el IS en distintos países demuestran la gran capacidad que la organización terrorista más peligrosa de la historia tiene para situar su conflicto en suelo europeo. El Califato está sufriendo un retroceso imparable sobre el terreno, en Siria e Irak, gracias a la acción coordinada de las potencias mundiales. Y, como reacción, intenta redoblar sus ataques en el exterior para exhibir músculo y cierta fortaleza a modo propagandístico. Le favorece, además, el hecho de avanzar en el reclutamiento de activistas en Europa. Todos los servicios de Inteligencia detectan un progresivo aumento de ciudadanos radicalizados. Como alertaba la primera ministra británica, Theresa May, en la reciente Cumbre del G-7, el yihadismo está pasando del campo de batalla a internet, principal vía de radicalización. Y pedía una mejora de la cooperación occidental en la prevención y la lucha antiterrorista en este ámbito, cada vez más prioritario.

Es difícil calibrar hasta qué punto los atentados influirán en las elecciones británicas. Lo que sí sabemos es que las encuestas no dejan de estrechar la distancia entre los conservadores y los laboristas. La primera ministra decidió este adelanto electoral con el único objetivo de ampliar su mayoría parlamentaria y fortalecer su liderazgo para negociar con más fuerza el Brexit con Bruselas. Pero su pretensión de que éste fuera casi el único argumento de campaña se fue al traste; el debate de la seguridad se ha situado en primer plano, lo que está favoreciendo las perspectivas laboristas.

Por ello, May se vio obligada ayer a endurecer su discurso, denunciando que «hay demasiada tolerancia con el extremismo» en su país. No es éste, sin embargo, un diagnóstico nuevo. Tanto su antecesor, David Cameron, como ella misma, han declarado repetidamente la «guerra» al radicalismo islámico, sin éxito. Las políticas de integración se han demostrado fallidas. Y en las periferias de las grandes ciudades se han enquistado grandes guetos. La situación es una auténtica bomba de relojería. De hecho, los servicios de Inteligencia británicos tienen detectados a unos 23.000 potenciales yihadistas, una amenaza desbordante. Máxime porque las redes cibernéticas se han convertido en un gran reino de impunidad para la propagación del yihadismo. Al igual que lo son muchas mezquitas, sobre las que las autoridades de los distintos Estados europeos apenas ejercen control. Esperemos que las promesas de hoy de May de aplicar cambios en la lucha contra el extremismo no sean el olvido de mañana.

Pero, en el caso concreto británico, también ha habido errores ante los que la premier no puede echar balones fuera. Así, por ejemplo, las filtraciones de los servicios de Inteligencia de EEUU tras el atentado de Manchester que tanto malestar produjeron en Downing Street, dejaron al descubierto fallos de la Seguridad británica en la vigilancia de sospechosos. De ahí que Londres deba revisar sus protocolos. Y, al mismo tiempo, sea imprescindible redoblar la cooperación tanto comunitaria como con EEUU para luchar más eficazmente contra el yihadismo. No caben meteduras de pata como la de May, meses atrás, cuando amenazó a la UE con rebajar su aportación en esta materia si no lograba un buen acuerdo comercial tras el Brexit. Con algo tan serio como la seguridad no caben juegos, como se volvió a demostrar este trágico sábado.