Las conclusiones del foro

PELLO SALABURU, EL CORREO 29/05/2013

Pello Salaburu
Pello Salaburu

· Caen como llovidos del cielo personas y personajes que reclaman «diálogo y reconciliación», «colaboración de organismos facilitadores» y cosas así para llegar a la parte central de los presos, que es la que interesa.

Siempre me llena de asombro cómo los humanos, que en teoría somos seres racionales, nos empeñamos en cultivar en demasiadas ocasiones lo irracional, lo que va en contra de lo que nos dicen los datos que tenemos a nuestro alrededor. Bien es cierto que nuestra vida está llena de irracionalidades, vamos a decirlo así, mayores o menores, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Pero muchos de estos actos y de esas decisiones se limitan al ámbito personal y apenas tienen repercusión en la colectividad. Lo malo comienza cuando trascendemos el ámbito personal. Un ejemplo bastante evidente de esto es lo que sucede con esas opiniones, compartidas por muchas personas, relacionadas con diversas manifestaciones de la pureza ecológica, con la falta de confianza en determinadas vacunas, ese canto angelical a lo ‘natural’ (solo la palabra en cuestión es lo que fundamenta la calidad del producto), con la proliferación de echadores de cartas o personas con habilidad para leer la palma de la mano, cuyos servicios son requeridos por personas que se supone que piensan. O con ese horóscopo que podemos leer en cualquier medio de comunicación. Resulta un poco absurdo que justo cuando los humanos vivimos mejor y más años que nunca, en términos generales, gracias a avances sustentados en la investigación, seamos capaces, sin embargo, de dar más credibilidad a creencias y ocurrencias varias.

Algo de esto me ha venido también cuando he leído las conclusiones del ‘foro social’. Me cuesta pensar que todavía haya gente que se niegue a asimilar la situación política que tenemos ante nuestras narices. Me podría gustar que los presos de ETA estuviesen con sus familias, que las víctimas olviden lo que les ha sucedido, que todos los partidos dialogasen hasta el amanecer y acabasen el diálogo jugando al mus. Me podría gustar que ETA dejase todas sus armas en una borda y que sus militantes recorriesen las avenidas principales de nuestras ciudades llorando sus pecados. Me podría gustar que el presidente del Gobierno dijese «sí señor, tiene usted razón y se acabó el paro». Y hasta podría, quizás, sacar un manifiesto sobre nuestro futuro basado en esos gustos personales. Lo malo es que sales a la calle y ves que nada de eso sucede, ni tiene pintas de que vaya a suceder.

La realidad es muy cruda: me temo que a Rajoy, en estos momentos, la reclamación de los 25 donantes del ‘Fortuna’, pidiendo que se les devuelva el barco que el Rey no quiere ya usar, le ocupa un poco más de tiempo que las conclusiones del foro. El terrorismo no preocupa ya a nadie. Quizás a algún fiscal que quiere salir en los medios. Pero a nadie más. No preocupa porque hace meses que la Policía y los jueces acabaron con ETA. Los que no están detenidos están vigilados, tiene toda la pinta, basta ver cómo cuando llega el momento meten a alguno en la cárcel, porque su nombre apareció en unos papeles… hace dos años. Y cualquier escisión acabaría con la detención de los protagonistas. Esa es la realidad para quien la quiera ver. Y solo si se acepta eso se pueden hacer propuestas que tengan cierta previsión de éxito.

Caen, hoy aquí y mañana allí, como llovidos del cielo –ante la más absoluta desidia por parte de la sociedad y sostenidos solo por los medios de comunicación–, personas y personajes que reclaman «diálogo y reconciliación», un «proceso controlado, ordenado y consensuado», «colaboración de organismos facilitadores» y cosas así, que suenan a algo serio, para llegar a la parte central de los presos, que es la que interesa. Como eso de la solución global (salida de la cárcel para todos) no ha tenido éxito, se pide ahora un «proceso de reintegración… que se debe desarrollar de forma individualizada, escalonada y en tiempo prudencial», utilizando palabras alambicadas que solo convencen a sus firmantes. En suma, si en Siria o en Colombia se dialoga (el paralelismo de esos países con la situación vasca es evidente, como cualquier observador puede ver), ¿qué mala mente prohíbe hacerlo aquí? Son situaciones casi idénticas.

Llevamos tiempo diciendo que la hoja de ruta (atiza, ya no se habla de eso, ¿se han dado cuenta?) es evidente para quien lo quiera ver: una organización derrotada; un entorno social con interés en otras cosas: despachos, moquetas, contenedores de basuras y cosas así; unos presos convencidos, confío por su bien en que cada vez lo estén menos, de que su opinión cuenta en algún lado; problemas acuciantes para miles de personas: hay que comer; una sociedad con una historia reciente cruda y dolorosa; víctimas, no voy a decir «de todo tipo» porque suena a grosería, me basta con el nombre a secas, que aún esperan que desde ese mundo se les diga algo. Esa es la realidad. Cuanto antes se asuma, mejor para todos. Mucho mejor, desde luego, para quien más prisa tiene. Pero si no se ve, si se piensa que hay vías de presión (han pasado varios meses desde la última gran manifestación y nada ha cambiado), sigan confiando en que conclusiones como las del foro vayan a acabar en la mesa del Consejo de Ministros. Seguro que a Rajoy le quitan el sueño. Quizás alguien toque tierra en algún momento.

PELLO SALABURU, EL CORREO 29/05/2013