Las cuentas de Kutxabank

PELLO SALABURU, EL CORREO – 12/02/15

Pello Salaburu
Pello Salaburu

· ¿Es esa la forma de actuar de estos profesionales de la banca, que ante una posible irregularidad, en lugar de buscar una solución discreta organizan este lío?

Con esto de Kutxabank vamos de sobresalto en sobresalto. Las explicaciones de Mario Fernández fueron claras y para mí al menos, más que convincentes. Alguien le llamó (según él, era del PP) para solucionar un problema que se planteaba con el anterior delegado del Gobierno (PSOE) y decidió echar una mano, acogiéndose a una «ley no escrita», pero que él entendía que era habitual y que solucionaba un problema que se le planteaba a una persona amenazada por ETA.

Muchos políticos conocían el tema, no me cabe duda. Y, seguramente, de haber estado en su mano, todos hubieran hecho algo muy parecido: quienes lo sabían y callan ahora, y también quienes, quizás sin saberlo entonces, manifiestan ahora un escándalo farisaico (incluidos, por cierto, los que, por motivos obvios, nunca supieron qué es eso de que un comando te pueda pegar un tiro). Cuando pasa la ola sin que nos toque somos como las hijas de María, de una pulcritud envidiable e intocable. Una vez destapado el tema, Mario Fernández resolvió devolver un dinero que él jamás cobró. Ahora es el turno de la Justicia, y solo cabe esperar.

Lo sucedido me suscita, sin embargo, reflexiones en distintos planos. Se me ocurre en primer lugar que esta sociedad trata de forma muy diferente a unas víctimas y otras. Hay mucha gente aquí que lo ha pasado mal, pero que muy mal, y no ha tenido la suerte de que alguna institución o alguna caja le haya echado una mano. Algunos han marchado de aquí, hay familias divididas que jamás han tenido apoyo, otros se han quedado sin negocio y la mayoría han mascado en silencio su situación, sin que hubiese un Kutxabank a mano. En segundo lugar, me sorprende el dinero que se ha manejado.

Desde luego, desde el punto de vista del banco, es una minucia. Pero visto desde el lado del peatón, un sueldo de 6.000 euros, más lo que ha debido llover desde la torre Iberdrola, en los tiempos que corren, no está nada mal. Sobre todo si es cierto, no sé si es así, que además se cobró ese dinero a cambio de … ¿A cambio de qué? En el caso de que el exdelegado hubiera realizado trabajos especializados de asesoría judicial (esto lo aclarará, supongo, la Justicia) ya sería otra cosa, incluso resultaría barato para lo que vemos fuera. Tengan en cuenta que Monedero se llevó 425.000 euros por asesoramiento a gobiernos sudamericanos. Ambas cuestiones, el trato diferenciado y el montante de la cantidad final, no parece que respondan a criterios de justicia y equidad, aunque así se lo pareciera en su momento a políticos y banqueros. Y eso enfada mucho a unos ciudadanos hartos de ver cada día los abusos que de forma continua cometen ciertas personas.

Sin embargo, dicho eso, hay algo que personalmente me preocupa mucho más. Kutxabank era, ya no sé si lo es, un banco bien considerado, que había sabido esquivar y escapar del terremoto de tejemanejes políticos en los que habían sucumbido la mayoría de las cajas en España. Ahora, una filtración –con todas las pintas de ser muy interesada– ha colocado en la diana el buen hacer de una institución poniendo en peligro el trabajo de años.

¿De modo que 243.000 euros merecen visitas de varios ejecutivos al Banco de España, a la Fiscalía y al Banco Central Europeo, y armar un jaleo monumental, sin haber hecho antes ninguna otra gestión seria dentro de casa? ¿Es esa la forma de actuar de estos profesionales de la banca, que observan una posible irregularidad, y en lugar de buscar una solución discreta, lo único que se les ocurre es organizar este lío? Es asombroso que de esto se hubiera informado al consejo de administración y sus miembros ni se hubieran enterado, a lo que parece. ¿A qué se dedican entonces? ¿No era ese el estamento adecuado para solucionar cualquier irregularidad de estas características que se hubiera producido? Esta estupidez ha colocado al banco a la altura de los mejores momentos de esas otras cajas que se han caracterizado por la mala gestión y los desfalcos varios de sus responsables. Escuchando a los medios, parece que ha habido aquí un robo de cuello blanco con todas las de la ley, como si hubiéramos aparecido en las listas de Falciani, cuando lo que se ha producido de verdad es una actuación de cierta imprudencia –perfectamente entendible en su contexto y momento– y que afecta a una cantidad de dinero modesta en el conjunto diario de operaciones de un banco. Si lo que ha movido todo esto es una torpeza de los responsables del banco, sería conveniente aclararlo para pedirles cuentas. Si más bien ha sido el resultado de algún tipo de inquina personal que ha pasado factura ahora, sería el colmo.

Sería tan grave como la módica subida de sueldo que ese consejo de administración que parece no enterarse de nada ha aprobado para el nuevo presidente. Eso ya no tiene justificación ninguna. No es una torpeza, es una indecencia. En los tiempos que corren, que el responsable de un banco cuyos orígenes y objetivos están ligados al desarrollo de una obra social eficaz se suba un 73% el sueldo, hasta llegar a los 800.000 euros anuales, con un alto porcentaje de la población anclado en los umbrales de la pobreza, con miles de jóvenes en el paro, es sin duda una noticia que nos deja estupefactos. No hay persona alguna que merezca ese sueldo.

Y, desde luego, en el caso improbable de que la hubiere, habrá que buscarla en otros ámbitos. Es como si los 243.000 euros devueltos por el anterior presidente hayan pasado por arte de magia a los bolsillos del nuevo que lo ha denunciado, que busca además, según dicen, rentabilidad en el banco. Ya se sabe que la rentabilidad bien entendida empieza siempre por uno mismo. Debería dimitir de inmediato, sería lo único decente de esta historia.

PELLO SALABURU, EL CORREO – 12/02/15