Las inquietudes del PNV

ALBERTO AYALA, EL CORREO – 12/04/15

Alberto Ayala
Alberto Ayala

· El futuro jeltzale se llama 24-M y nuevo estatus. El PSE puede ser clave en ambos, pero en Sabin Etxea suscita dudas.
· La melodía política que Ramón Jáuregui entonó en el Parlamento sobre el nuevo estatus gustó al PNV.

El PNV vuelve a jugársela en los próximos meses. Como en las autonómicas de 2012. Y como cuando estalló el desafío catalán. De ambas, la formación de Ortuzar y Urkullu salió con bien.

Las autonómicas de 2012 fueron la primera gran cita con las urnas tras la espectacular irrupción de la izquierda abertzale en las locales de 2011. El PNV superó la prueba. Batió con amplitud a una EH Bildu que soñaba con el ‘sorpasso’ (con adelantarle) y recuperó el Gobierno vasco, que cuatro años antes le había arrebatado democráticamente el PSE, gracias al PP y a que Batasuna, ilegalizada, había quedado fuera del Parlamento.

El otro reto fue la decisión del nacionalismo moderado catalán (CiU) de unirse al de izquierdas (ERC) y al asambleario (CUP) para, juntos, desafiar al Estado hacia la independencia. Pese a las presiones de EH Bildu, un PNV escarmentado por la experiencia Ibarretxe decidió que Euskadi siga su camino. Es decir, no jugarse el futuro al todo o la nada como el soberanismo catalán, que está a punto de perder el envite por falta de fuerzas.

Desgaste

El desafío que encaran ahora los peneuvistas es doble. Primero, los comicios locales del 24 de mayo. Inmediatamente después la apertura del melón del nuevo estatus político para Euskadi.

Hasta 2011, el PNV gobernaba las tres diputaciones y Bilbao. En los comicios de aquel año perdió los ejecutivos de Gipuzkoa (que pasó a manos de la izquierda abertzale) y Álava (PP). Se quedó, pues, con solo dos de los seis grandes sillones vascos, Ajuria Enea al margen. Su reto es recuperar los seis, algo que no sucede desde los albores de la democracia.

De las alcaldías de capital, el PNV no tendrá problemas para conservar Bilbao, aún sin el añorado y respetado Azkuna. Los jeltzales podrían recuperar Donostia casi tres décadas después, fruto del descontento con la gestión de Izagirre (EH Bildu). Pero si algunos veteranos abertzales le perdonan por fin la ‘ofensa’ de haber apoyado en 1991 la elección de Elorza (PSE) para que Xabier Albistur (EA) no repitiera en la Alcaldía. La batalla por Vitoria parece que se dirimirá por muy pocos votos y los sondeos apuntan a que el popular Maroto cuenta con una ligera ventaje para repetir.

Salvo sorpresa, en las tres capitales gobernará la lista más votada. Es decir, no influirán los pactos. Y es que la atomización que propiciará la irrupción de Podemos y Ciudadanos hará casi imposible, excepto en Bilbao, el logro de mayorías absolutas.

Para las diputaciones ocurrirá lo contrario y los acuerdos serán determinantes. El PNV da por seguro que retendrá Bizkaia, con apoyo socialista y ve a su alcance Álava, también con el respaldo del mismo partido. En cambio, parece complicado que la entente dé para arrebatar Gipuzkoa a una EH Bildu que no sabe dónde mirar para hallar aliados.

El PNV juega con ventaja sobre la izquierda abertzale y el PP. En el espíritu del pacto de estabilidad que peneuvistas y socialistas rubricaron en septiembre de 2013, y que ha permitido al gabinete de Urkullu gobernar con tranquilidad desde entonces, figura una cláusula no escrita: que ambos se apoyarán tras el 24-M. Para los jeltzales, que hace cuatro años declinaron entrar en pactos contra Bildu, es una cuestión de crecer a costa de su adversario abertzale. Para el PSE, de conservar su limitado poder local (ocho alcaldías, la mayor Barakaldo); es decir, casi de supervivencia.

Hace pocos meses se daba por hecho que la irrupción de Podemos supondría un notable desgaste al PSE y la izquierda abertzale. Una mala y una excelente noticia para el PNV. Ahora todo apunta que los daños colaterales pueden ser menores para ambos y en Sabin Etxea hay inquietud hasta calibrarlos. Y es que si EH Bildu cae menos de lo previsto, Donostia y, sobre todo, Gipuzkoa estarían más difíciles para los peneuvistas.

Tan pronto se conozca el veredicto de las urnas, el PNV pondrá por fin sobre la mesa el debate del nuevo estatus político. El objetivo, ya saben, alumbrar un nuevo marco jurídico que supere el Estatuto basado en la bilateralidad con el Estado y que cuente con avales nacionalistas y no nacionalistas. Es decir, al menos de PNV y de PSE. De ahí para arriba.

Mendia no convence

Ortuzar y Urkullu saben que no es inocuo quien se sentará a partir de diciembre en La Moncloa y con qué mayoría parlamentaria. En Sabin Etxea están seguros de que todo será complicado si repite Rajoy y confían en que lo sea menos si le sustituye un socialista, Pedro Sánchez, con permiso de Susana Díaz y sus numerosísimos aliados, algunos enemigos irreconciliables entre sí hasta la víspera.

Pero antes debe llegar el acuerdo en Euskadi. Y la canción que entona Idoia Mendia desde que heredó de Patxi López la makila de mando de la nave socialista vasca no termina de ser del agrado de los burukides de Ortuzar. Por lo dicho y, sobre todo, por lo no dicho.

Otra cosita fue la melodía que el exvicelehendakari, exministro y hoy eurodiputado, Ramón Jáuregui, entonó hace unas semanas en su comparecencia ante la comisión de autogobierno del Parlamento de Vitoria. El político socialista aceptó la mayor: toca renovar la Constitución y el Estatuto de Gernika.

Pero dijo más. Apostó por reconocer ‘de verdad’ en el texto constitucional hechos diferenciales como el vasco o el catalán, y por dar carta de naturaleza a un modelo autonómico ‘asimétrico’, que ya son realidad de hecho por el Concierto Económico vasco y el Convenio navarro.

Jáuregui también apostó porque Euskadi pueda tener voz en Europa en aquellas materias de su competencia. Porque el Tribunal Superior vasco sea la última instancia judicial en determinadas cuestiones. Y por la bilateralidad con el Estado en las materias propias.

Todo apunta a que si la postura del PSE en el debate sobre el nuevo estatus se acerca a estas tesis, la entente con el PNV será laboriosa pero posible. Lo contrario podría alejaría el acuerdo. Es el debate del segundo semestre de este año y de los próximos.

ALBERTO AYALA, EL CORREO – 12/04/15