Lo de siempre, como siempre

EL MUNDO – 20/03/15 – VICTORIA PREGO

· Los candidatos hacen hoy su último esfuerzo, un poco para animar a los suyos, que son los que acuden a los mítines a vitorear al líder y que no necesitan que se les convenza de nada porque ya vienen convencidos de casa, pero sobre todo para arañar el voto de los indecisos que puedan animarse después de haber visto algún fragmento de sus intervenciones por la televisión.

La socialista Susana Díaz ha hecho una campaña que, vista desde aquí, resulta asombrosa. En primer lugar, se ha medido constantemente con el presidente del Gobierno, como si él hubiera sido en esas semanas su contrincante electoral, y le ha colgado la culpa de todos los males que azotan en estos momentos a Andalucía: los índices de paro, los problemas en la atención sanitaria, las deficiencias el sistema educativo y así sucesivamente. Rajoy, que lleva tres años gobernando España, parece ser el culpable de lo que padece desde hace décadas Andalucía. Este es el resumen de su mensaje.

En segundo lugar, y como consecuencia de la estrategia anterior, no ha dado Susana Díaz la menor explicación por una forma de gobernar que ha producido los malos resultados que ella enumera y muchos más. No ha considerado oportuno asumir la parte que le toca, y le toca de lleno, sin un átomo de duda, de la gestión de sus antecesores en el cargo. Escuchándola, da la impresión de que Andalucía no es en realidad una comunidad autónoma sino un apéndice del Gobierno de Mariano Rajoy que administra directamente ese territorio del sur de España.

En tercer lugar, ella particularmente no es responsable de nada. En absoluto. Y los gobiernos socialistas que la han precedido durante más de 30 años tampoco. En el discurso de la presidenta de la Junta no existe el pasado. Lo ha borrado completamente con una audacia y una seguridad en la sumisión mental de sus interlocutores que constituyen un auténtico desafío a la inteligencia, por escasa que ésta sea.

Por último, la corrupción, que anega todos los niveles de la administración andaluza, y en la que, como publicamos en páginas anteriores, están imputadas mil personas y asciende a más de 6.000 millones de euros, tampoco es cosa suya. No se siente en la obligación de dar cuenta de lo sucedido y se limita a decir, como si acabara de aterrizar en paracaídas al pie de la Giralda, que al que le cojan robando «que lo crujan». Con eso le basta. No se siente llamada a más. El asunto no va con ella. Es cosa de otros.

El espectáculo ofrecido por la candidata a lo largo de toda la campaña, y aún antes, convierte en muy sorprendentes los datos que auguran una victoria relativa de su candidatura el próximo domingo. Un cuerpo electoral que admite semejante estafa argumental, y además la aplaude, padece algún tipo de enfermedad colectiva que bien puede ser la derivada de la tranquilidad que le proporciona el saber que si gana como siempre el partido de siempre, el dinero público seguirá llegando al bolsillo de los de siempre con la misma cadencia de siempre. Y prefieren que eso no cambie nunca.