Los verdaderos problemas

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 03/12/14

· A su lado, la batalla campal del Manzanares o los tejemanejes nacionalistas parecen conflictos locales de los siglos XIX antes y después de Cristo.

Los Reyes en Alemania y el presidente del Gobierno en Francia, estrechando lazos de todo tipo, ofrecen la imagen opuesta a la de los hinchas del Atlético y el Deportivo acuchillándose en la ribera del Manzanares o la de los políticos nacionalistas intentando separarse de España. Aquéllos representan un futuro que ya es presente; estos, un pasado que puede remontarse a las cavernas. No se trata, en el primero de los casos, de cortesía ni de imperativos morales, sino de supervivencia.

Los problemas se han hecho demasiado grandes para que las naciones puedan resolverlos por sí solas. No me refiero solo a la crisis económica. Tomen la contaminación. Como sigamos expulsando gases a la atmósfera que originen un recalentamiento de dos grados, el nivel de los océanos subirá hasta inundar las zonas costeras, donde vive la mayor parte de la población mundial. Pero recortar las emisiones solo podrá hacerse con un acuerdo global, pues si cada país mira solo para sí mismo, no iremos a ninguna parte, a no ser que nos hayamos buscado otro planeta donde vivir, cosa de la que no hay muchas perspectivas.

Otro tanto puede decirse de lo que empieza a llamarse Tercera Guerra Mundial: el terrorismo en sus distintas versiones. Ahí tienen al Estado Islámico, asentado en varios países del Oriente Medio tras haberles arrebatado parte de su territorio, con la vista puesta en Occidente, su verdadero objetivo. ¿Cómo se le combate? Porque la guerra convencional, el despacho de un ejército, provocaría posiblemente el rechazo de buena parte de la población autóctona, al verlo como otro intento de «imperialismo colonialista occidental» en sus países, como ya ha ocurrido en Irak y en Afganistán, dos experiencias nada felices, de las que aún estamos evaluando sus últimas consecuencias.

Quedándonos, además, el hueso más duro por roer: los jóvenes islamistas en países europeos (últimamente, se ha notado un aumento de las chicas), que se han unido a la yihad, convirtiéndose algunos de ellos en verdugos de rehenes occidentales. ¿Qué hacemos con ellos si desean regresar a sus países de origen, como se han dado ya casos, o a otro occidental? Este es un problema que de ninguna de las maneras puede resolver una nación por sí sola.

Se necesita una estrecha colaboración de todos los gobiernos, policías y administraciones para que no se nos cuele un falso desengañado de su aventura. «Lo más difícil –dice un experto alemán– es distinguir aquéllos que vuelven realmente arrepentidos de los que vienen a recaudar fondos para la yihad o en busca de nuevos reclutas para ella. Sin que podamos confiar mucho en sus familias, pues es a las primeras que engañan».

A su lado, las batallas campales en la ribera del Manzanares con navajas y barras de hierro o los tejemanejes nacionalistas para urdir una falsa consulta parecen conflictos locales de los siglos XIX antes y después de Cristo.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 03/12/14