Mañas viejas

FLORENCIO DOMÍNGUEZ, EL CORREO – 10/02/15

Florencio Domínguez
Florencio Domínguez

· Un cargo público o un representante político puede enriquecerse de manera ilícita como lo puede hacer cualquier persona en otra actividad. Es un comportamiento grave aprovecharse del cargo para beneficiarse personalmente mediante una actuación ilegal, pero es de una gravedad relativa. A fin de cuentas se trata del factor humano, de la caída ante la tentación de alguien que pudiendo optar por el camino de la virtud elige otra ruta. Ya se encargará la ley de ese sujeto y le impondrá la sanción que corresponda.

Desde el punto de vista de la convivencia colectiva, lo realmente importante no es la debilidad individual sino la respuesta que la sociedad da a esos comportamientos personales. Dentro de esa respuesta social es relevante la reacción que ofrece el grupo político al que pertenece el implicado en las prácticas irregulares, ya sean los dirigentes del grupo como las bases sociales. En España hemos visto demasiadas veces cómo la dureza empleada para los escándalos de los adversarios se atenúa con los propios, cómo se disculpan comportamientos anómalos o cómo las urnas dan una absolución colectiva a políticos sobre los que se cierne la sombra de la sospecha. Esa tolerancia colectiva o, como mínimo, la falta de exigencia de ejemplaridad, ha hecho más difícil atajar a tiempo los comportamientos irregulares.

La gran mayoría de los partidos políticos se han visto salpicados por escándalos de carácter económico y hasta fechas recientes han venido reaccionando de forma manifiestamente mejorable. En los últimos tiempos, en cambio, han respondido de modo más tajante que en el pasado, tal vez porque han percibido que el hartazgo social es alto y que mirar hacia otro lado tiene ya un coste electoral apreciable.

Podemos, partido recién llegado a la arena política, afronta estos días un escándalo derivado de los problemas con Hacienda de uno de sus principales dirigentes, Juan Carlos Monedero, que recurrió a procedimientos de artesanía contable (su caso no alcanza el nivel suficiente para ser tildado de ingeniería fiscal) a fin de pagar menos al fisco. Monedero ha tenido que rectificar precipitadamente y pagar mucho más después de que hubiera sido puesto en evidencia pública.

Todo eso ha ocurrido sin que el protagonista dé la menor explicación, algo que deja mucho que desear en un representante político, miembro, además, de un partido que va dando lecciones de moralidad pública a todo el que pasea por la calle. El partido, Podemos, ha reaccionado también con todos los resortes que las otras formaciones han utilizado en el pasado para eludir responsabilidades y evitar reconocer los hechos: que si son víctimas de una persecución del Gobierno, que si los medios les acosan, que sufren un ataque político, que lo de Monedero es una nimiedad al lado de la Gurtel, etc. Todo disculpas y mañas viejas que ponen en cuestión el mensaje de renovación del que presume Podemos.

FLORENCIO DOMÍNGUEZ, EL CORREO – 10/02/15